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Después de haber atacado por completo el hotel, no tardaron en llegar las noticias en todo el país dando a entender que fue un presunto ataque terrorista.
Sin nadie persiguiéndonos, viajamos hacía Corea en un tedioso y demorado viaje, pero era necesario ya que nuestra base se encontraba allí. Y después de la captura de nuestro más importante objetivo, era completamente necesario.
La reja de la celda fue abierta cuando me puse en frente de ella, en medio de la celda se encontraba dos sillas y un escritorio como si fuera un interrogatorio de detectives. El cuerpo moribundo y cansado de quién fue mi objetivo se encontraba en una de las sillas, una risa cínica salió de mis labios rodando la silla poniendo el espaldar en frente de mí con mis brazos apoyándose allí.
—¿Todo bien?
La mirada perdida de Joe divagó por toda la habitación, evitando por completo mi mirada.
—¿Cómo está tu pierna? El disparo tuvo que haberla jodido—reí risueño, ladeando mi cuerpo para observar la pierna la cual tenía un simple paño sucio—Uh, se ve mal.
—Jódete.
—Vamos Joe, no seas así. Sabes que podía ayudarte para que no pierdas tu pierna, sólo quiero que me des toda la información que necesito—suspiré—Eso o perder tu pierna, y a tu caliente hija.
El viejo negó con la cabeza con lágrimas en sus ojos, lo observé con superioridad.
—Dame opciones cabrón, no tengo todo el tiempo del mundo. Podría haberte simplemente matado y acabado con todo, pero por primera vez deseo ser amable.
Bufó. —¿Amable tú? ¿Qué mierda traes en la cabeza que crees que secuestrar y violar a personas te dará la puta vida que deseas? Das asco—empujé con rabia la silla al levantarme tomándo la venda de la pierna infectada del padre de Mía, escuchando un jadeo de dolor cuando apreté la herida.
—Escuchame bien, en este mundo asqueroso siempre va a existir gente que mata, secuestra, vende droga y trafica órganos. Pero yo jamás, violaria a una mujer y si lo he hecho me disculpo, porque la mayor parte del tiempo sólo escucho sus putos gemidos pidiéndome más. Aquí se sobrevive como se pueda, y a mi me tocó hacerlo así. Así que te callas la puta boca y me obecederás hijo de puta.
—Mía.
—¿Qué? —sangre de su pierna mojó mis manos, observé su cara de sufrimiento.
—Sí me dejas verla, te daré todo lo que quieras.
Lágrimas bajaban por las mejillas del mayor, observé con curiosidad su dolor. Alejé mi mano de su pierna oyéndolo suspirar de alivio, troné la parte de atrás de mi cuello.
—Bien.
Salí de la habitación escuchando de nuevo el cerrojo de la celda, di la orden de que curaran su pierna sin tantos procedimientos.
Tomé mi teléfono y marqué a la única persona que quería que estuviera fuera de todo.
—¿Sí?
—Jimin, necesito que me hagas un favor.
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