26.

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Los gemidos hacían eco en el baño, el agua cubriéndonos y cayendo en diferentes partes de nuestros cuerpos

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Los gemidos hacían eco en el baño, el agua cubriéndonos y cayendo en diferentes partes de nuestros cuerpos. En ese cubículo había cero espacio personal, nuestros labios y cuerpos estaban unidos, ambos unidos por caricias y toques, por besos húmedos y calientes.

Los labios de Mía estaban en tonos rojizos después de haberlos devorados por completo, la puta imagen más caliente que había visto.

Su cabeza se encontraba recostada a la baldosa azulada del baño, mientras atacaba por completo su cuello el cual se encontraba lleno de besos, lamidas y mordidas.

Marcando como si fuera suya. Marcando tal alfa a su omega, sabiendo que esa marca desaparecería.

Pero dispuesto a hacerla mil veces para que todos supieran que Mía le pertenecía.

Cansado de la posición decidí apagar la regadera y salir sin temor del baño, con Mía aún en brazos atacando su boca, la cama nos esperaba.

Deposité sin delicadeza el cuerpo desnudo de Mía en la cama, dando caricias por sus lados, hambriento.

—Eres malditamente caliente—jadeé acercando mi cuerpo encima de ella, besando la comisura de sus labios.

Mi atención se dirigió a uno de sus pechos, llevándolo por completo a mi boca, masajeando y dando leves succiones.

Los gemidos de Mía resonaban por la habitación, alagándome el hecho de que estaba disfrutando lo que le estaba haciendo.

Hice la misma acción con el otro dejando mi saliva en el proceso. Observé como Mía mordió su labio, me acerqué a ella y mordí su labio tal como ella lo había hecho, jalándolo hacía mí, oyéndola suspirar.

—Deberías darme las gracias por traerte a Corea y por estar a punto de darte la mejor follada que te han dado—susurré en su oído lamiendo su lóbulo—Eres una desagradecida.

—¿Me vas a castigar por ser una desagradecida?—Mía gimió llevándome hasta los más altos placeres, su actitud arrogante me hizo esbozar una sonrisa.

—Oh, créeme que lo haré.

Mi mano bajó hasta su vagina abriendo sus pliegues con dos de mis dedos y rozando mi dedo del medio por todo su centro. Acaricié cada parte de ella, molestando su clítoris y viéndola retorcerse en la cama.

Di pequeños besos en su cuello bajando por su pecho, abdomen y cintura.

Abrí sus piernas con mis manos manteniéndola firme y soplando su entrepierna, viéndola cerrar sus ojos con fuerza, mi aliento chocaba contra ella y podía olerla.

Di una lamida para después jugar con mi lengua entre sus pliegues. No hizo falta otra cosa más que mi lengua atacando sus lugares más débil, no hacía falta otra cosa porque lo estaba disfrutando y lo sabía.

Mantenía su cuerpo firme por mis brazos, su cuerpo se levantaba buscando más placer. Sus manos a ambos lados estaban hechas puños con las sábanas blancas de la cama.

Psicópata ; jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora