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Dudaba quién chillaba más, si la maldita asquerosa cama o a la puta que tenía montándome, y era un puto asco ver como se aprovechaba de mi hombría para satisfacerse.
Encontraba la manera de relajarme y la mejor manera era torturando a alguien o follando, y la segunda no estaba funcionando en lo absoluto. La hija de puta no paraba de chillar y eso me ponía loco, quizás hasta mi puto pene estaba flácido de la no excitación que me estaba causando.
—¿Sabes qué? para ya, esta mierda no sirve—alejé a la puta lejos de mí poniéndome la ropa de nuevo.
—Pero lo estábamos disfrutando, cielo.
—Cualquiera disfruta montar mi pene. Ahora largo.
Indignada tomó su ropa con cara de avergonzada y salió de la habitación, acompañándola hacia la puerta.
—Por cierto, chillas más que la maldita cama oxidada y ya eso es mucho que decir. Seguro tendrás más penes que chupar allá en el infierno—saqué mi arma disparándole directamente en la cabeza, sonriendo al ver que la tipa no le dio tiempo a reaccionar.
Limpié la sangre salpicada de mi rostro girando mi rostro ante el grito de horror que venía dentro de la cabaña.
—Tú... ¡la has matado!
—Si, eso creo—irónicamente observé el cuerpo en el suelo.
—¡Eres un puto psicópata!—gritó Mía haciéndome reír, me acerqué lo suficiente para escuchar su respiración agitada
—Dime algo que duela, eso es un halago—susurré en su oído sonriendo—Esa puta no me estaba dando el placer que necesitaba—jalé un mechón de su cabello haciéndola gemir de dolor.
—Yo creía que lo estabas disfrutando—gruñó mía haciendo que alzara una ceja.
—¿Celosa de que no eras tú la que me montaba? venga, tan sólo pídemelo y no dudaré en follarte hasta cansarte—murmuré con voz ronca, tocando la parte baja de su trasero alzando su pierna hacia mí.
—Olvídalo.
—No te puedes negar, y lo sabes. Son contra las reglas—sonreí victorioso, tomándola de la nuca para atraerla y darle un beso húmedo chupando su labio inferior e inclinando mi cabeza para que el beso fuera más profundo y sensual.
Sonreí en medio del beso a ver como correspondía el beso caliente que le estaba dando.
—¿Ves que no es difícil?—observé sus labios rojizos debido al anterior beso que le di.
Ella me miró con lágrimas en los ojos, sabía que la imagen de la chica tirada en el pasillo la dejaría con traumas y quizás no podría dormir en toda la noche, su cuerpo se lo decía. Como temblaba debajo de su tacto, sus lágrimas y pánico entre sus ojos era un arte y no podía evitar sentir satisfacción por eso.
Y eso le excitaba.
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