Dyanna Waters - la bastarda de Jaime Lannister - siempre se sintió sola en Desembarco del Rey.
Sin saber siquiera quién es su madre, anhela conocer su herencia, pero su padre no está dispuesto a compartir.
Cuando la Guerra de los Cinco Reyes empieza...
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Dyanna apenas podía oír algo mientras esperaba sentada, pero vio como la luz iluminaba el cielo. "Han encendido la trinchera."
"Realmente está sucediendo." Theon dejó salir una profunda bocanada de aire, viendo cómo coloreaba el aire de blanco entre las llamas anaranjadas sobre las paredes. Se giró hacia el chico en silla de ruedas. "Sólo quiero que sepas... Desearía que las cosas que hice-"
"Todo lo que hiciste te trajo a donde estás ahora." Bran descartó con su estoica voz. "A donde perteneces - tu hogar."
"Solo desearía." Theon se tragó las lágrimas y Dyanna apartó la mirada - la situación que tenía ante ella era demasiado personal para entrometerse, a pesar de que sabía que todos a su alrededor no tenían más remedio que escuchar la escena. "Necesitamos fuego, necesitamos otro dragón, necesitamos algo-"
Bran miró hacia abajo pensando mientras Theon parpadeaba para contener las lágrimas. Dyanna tenía claro que Theon le temía a la muerte, como todos ellos, pero cuando la muerte trae un ejército para enfrentarte, no debes mostrarle miedo.
Bran miró a Dyanna con ojos conocedores mientras hablaba. "Debo irme ahora, hay un lugar donde necesito estar-"
Antes de que Dyanna o Theon pudieran hacerle alguna pregunta, los ojos de Bran giraron hacia atrás - permaneciendo abiertos, pero mostrando nada más que blanco.
Había necesitado más energía de la que Bran había esperado esta vez. Cuando apareció en el lugar que había propuesto, no pudo evitar mirar a su alrededor antes de llegar a la tarea que tenía entre manos. La Fortaleza Roja estaba adornada con estandartes Targaryen y decoración dorada, y el Rey Loco Aerys estaba sentado en el trono, sólo que no estaba loco. Bran observó cómo miraba a su esposa - la Reina Rhaella - y como parecía tan en paz dentro de la habitación. Esta no era la historia que conocía, pero era mejor de lo que podía haber imaginado.
Bran, sabiendo que no podía conversar directamente con el hombre que tenía delante, cerró los ojos y se concentró.
No debe perderse en el pasado, debe concentrarse en el futuro.
Bran abrió los ojos para encontrarse con los orbes blancos de Aerys mirándolo.
Necesitas fuego valyrio. Envía fuego valyrio a Invernalia. Debes derrotar a los muertos antes de que derroten a los vivos.
"Quémenlos a todos." Aerys susurró mientras sus ojos se ponían en blanco. "Debo quemarlos."
"Qué?" Rhaella preguntó mientras sostenía un manojo de tela en sus brazos. "Qué dijiste?"
Aerys pareció no escuchar a su esposa mientras continuaba murmurando la frase, pero por mucho que Bran tratara de penetrar en su mente una vez más - para poner sus ideas en el camino correcto en lugar del camino de la destrucción - no tenía la fuerza. Bran ni siquiera estaba seguro de tener la fuerza para regresar a Invernalia en su tiempo mientras observaba cómo se desarrollaba la escena.
"Quémenlos a todos!" Aerys se levantó de su asiento, la saliva goteaba de su boca mientras lo hacía, antes de que su cuerpo se estrellara contra el suelo en espasmos mientras seguía gritando.
"Quémenlos!" Gritó, tan fuerte que Bran tuvo que cubrirse los oídos. "Quémenlos a todos!"
De repente, Bran estaba de vuelta en Invernalia, con Theon delante de él mirándolo preocupado.
"Bran, estás bien?" Estaba arrodillado ante él. "Qué pasa?"
"No." Bran negó con la cabeza. "Debo regresar, debo-"
"No vi nada." Bran respondió, calmándose mientras su voz volvía a su estado estoico. "No veo nada."
Mirando hacia el arciano junto a él, Bran no pudo evitar sentirse traicionado. Sabía que no se le permitía entrometerse, que las cosas siempre saldrían mal, pero quería ayudar a las personas que luchaban por salvar su vida.
Donde antes Bran veía un futuro claro para sí mismo, ahora veía oscuridad. Vio la muerte.
