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Mientras Jaime caminaba por las sucias calles de Desembarco del Rey, se dio cuenta de lo mucho que realmente no había echado de menos su hogar

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Mientras Jaime caminaba por las sucias calles de Desembarco del Rey, se dio cuenta de lo mucho que realmente no había echado de menos su hogar.

Sólo echaba de menos dos cosas aquí, y una de ellas estaba muerta.

Con su mano levantada en un cabestrillo, y su pelo crecido y enmarañado, nadie sabía quién era él aquí.

"Hazte a un lado chico de campo, hay gente trabajando aquí." Un hombre que arrastraba un carro sacó a Jaime de su camino.

Brienne le dio una sonrisa tranquilizadora mientras la cabeza de Jaime estaba baja.

Después de unos segundos mas de lastima, Jaime comenzó a moverse una vez mas- esta vez asegurándose de mantenerse fuera del camino de la gente mientras llevaba al trío por las calles. Con la cabeza en alto, se acercó a las puertas de la Fortaleza Roja.

"A dónde crees que vas?" Uno de lo Guardia Real le preguntó a Jaime cuando se acercó- no conocía a este joven, pero definitivamente conocía al hombre que estaba a su lado.

"Ser Jaime?" El hombre mayor y rubio le preguntó al Matarreyes, que se agarró el brazo con fuerza. "Pensé que estabas muerto."

"Y pensaba que solo permitían a los mejores Caballeros de los Siete Reinos unirse." Jaime apuntó con la cabeza al hombre más joven, que pareció ponerse un poco más recto ahora. "Parece que los dos estábamos equivocados."

Arrastrando los pies, Ser Preston asintió, haciéndose a un lado para que Jaime, Brienne y Qyburn pudieran pasar. "La Reina querrá verle."

Jaime asintió en silencio, caminando a través de las puertas del edificio. Su postura ahora era más recta, como si su honor hubiera sido restaurado.

Después de hacer señas a Brienne y Qyburn para que esperaran detrás de él, Jaime se dirigió directamente a la habitación de Cersei. Necesitaba verla- necesitaba saber dónde podría llorar por su hija.

De pie en la puerta, era casi como si su vida presente chocara con su presente. Mucho había cambiado- ahora era todo diferente.

Mientras observaba a Cersei admirar una concha de su infancia, el único sonido que se escuchaba era su respiración profunda mientras ansiedad llenaba su mente.

"Cersei." Murmuró- tratando de llamar su atención.

Lentamente, se giró, pero en lugar del reencuentro que anhelaba, miró su brazo vendado- con una mirada de horror en su rostro.

"Dónde está tu mano?" Preguntó cuando sus ojos finalmente se encontraron con los suyos una vez más.

"Han sido un par de meses duros." Jaime trató de bromear, pero Cersei cerró los ojos mientras sacudía su cabeza.

"Ha pasado un año."

"Lo siento." Jaime habló mientras se acercaba a ella. "Estoy aquí ahora."

Ella lo abrazó- sus brazos ya no lo abrazaban tan fuerte como antes.

"Dónde está su cuerpo?" Jaime le preguntó a Cersei, quien se congeló un poco.

"Nunca lo encontramos."

"Qué quieres decir con que nunca encontraste su cuerpo?" Jaime se alejó del toque de su hermana gemela- escuchó que había sido desfigurada, sí, pero merecía una tumba.

"No podíamos enterrar un cuerpo que no existía."

"Me estás diciendo que hay una posibilidad de que haya sobrevivido?"

"No." Cersei negó con su cabeza, sonriendo ligeramente con el recuerdo. "Cuando el Perro regresó estaba de luto. Ya sabes lo unidos que eran esos dos. Se culpaba a si mismo por su muerte, era obvio."

"Dónde está Sandor ahora?" Jaime preguntó, tratando frenéticamente de conseguir respuestas.

"Se fue." Cersei miró a su ventana. "El tonto abandonó su puesto."

"Así que no hay nadie en Desembarco del Rey que la haya visto morir?"

"Jaime-"

"Ella podría estar ahí afuera." Su voz estaba desesperada y sus ojos suplicaban mientras miraba a su amor. "Dime que podría estar ahí afuera."

"Se ha ido." Cersei susurró- sorprendida por lo mucho que amaba a su hija. Cersei siempre vio a Dyanna como una competencia, pero sabía que en algún lugar en lo más profundo de su alma que nunca podría ser comparada con la belleza rubia. "Lo lamento."

Una sola lágrima cayó en la mejilla del Matarreyes- había llorado todos los días desde que se enteró de su fallecimiento, apenas quedaban lágrimas por caer.

La espalda de Cersei se enderezó mientras lo miraba. "Tenemos otras cosas de las que preocuparnos."

"A qué te refieres?" Preguntó mientras miraba hacia arriba- sus ojos aún estaban perdidos.

"Tu mano-" Cersei empezó, pero Jaime la interrumpió. 

"Todavía puedo defenderme."

"No puedes defender nada en tu estado." Cersei sacudió su cabeza. "Y se avecina una guerra."

"Robb Stark?"

"No es una amenaza para nosotros." Cersei se encogió de hombros, al darse cuenta de que Jaime no sabía de los eventos que habían tenido lugar en los días anteriores. El chico Stark estaba muerto ahora. "La amenaza viene del Este."

"Los Targaryen?" Jaime frunció el ceño. "Creí que ya se habían ocupado de ella?"

"No." Cersei siseó. "Tontos incapaces. Hay rumores de que tiene un nuevo aliado- uno poderoso."

"Ya tiene a los Dothraki?"

"Y a los Inmaculados." Cersei inclinó su cabeza. 

"Y tres dragones."

"Cuatro. Tiene cuatro dragones."

Jaime se confundió al ver como Cersei empezaba a caminar. "Reprodujo otro por arte de magia o tu hombre infiltrado también es incapaz de contar?"

"Se dice que hay otra Reina dragón en Essos."

"Y cómo lo sabrías?"

"Uno de mis generales la vio salir de un barco en Myr, donde quemó vivo a un hombre inocente."

"Confías en ese hombre?"

"No confío en nadie." Cersei sonrió. "Qué es lo que quieres?"

"Necesito hablar con él." Jaime suplicó- con la esperanza de que su hija estuviera viva.

Sabía que Dyanna tenía la sangre del dragón- fue obvio cuando no se quemó por una vela que se cayó encima cuando era sólo una niña. También sabia que Rhaella le había dejado a su hija un huevo, y se mantuvo firme en que Jaime se lo entregara en su adolescencia.

No pudo evitar la esperanza de una conexión.

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