Abrió los ojos lentamente, con un gran dolor de cabeza, se sintió mareada, no tenía intención de moverse ya que le dolía cada parte del cuerpo. Estaba acostada en un sofá desconocido, sólo unos pocos rayos de luz entraban no sabía de donde, no se atrevía a girar la cabeza por si tenía algún daño en el cuello, ella no había estudiado medicina pero tenía buenas lecciones de primeros auxilios que hizo hace un par de años al ver un accidente de coche grave y no haber podido ayudar ni hacer nada.
Sólo pudo levantar la vista y se topó con lo más increíble y precioso que había visto nunca en su vida. Todo el techo estaba pintado mostrando la Vía Láctea, galaxias, constelaciones, estrellas, planetas, estaba todo el espacio en apenas 8 metro cuadrados. Era hermoso, estaba pintado con todo tipo de detalles, se veían pequeños puntitos de luz brillante con una fina estela simulando cometas, se veían los planetas con sus diferentes colores y satélites a sus alrededores, se apreciaban pequeñas galaxias y había gran cantidad de detalles.
La habitación en la que estaba olía a una mezcla de licor barato, tabaco y pintura. No le desagradó pero no sabía dónde estaba y por primera vez en todo ese tiempo se tensó y una sensación de inquietud le invadió. No fue hasta que una figura se interpuso entre la luz natural y ella hasta que se dio cuenta que no estaba sola.- Menos mal que despertaste - era una voz de hombre bastante suave, cálida - ya empezaba a preocuparme y en dudar si hice mal en no llevarte al hospital.
- ¿Dónde estoy? - se intentó incorporar pero el chico se acercó y puso suavemente la mano sobre su hombro haciéndola tumbar con una nueva mueca de dolor que ni siquiera se molestó en intentar ocultar.
- Estás a salvo, soy Robert. - se fijó en sus ojos, parecían un bosque en dos pequeñas cuencas, esos ojos, los mismos que vio antes de desmayarse. - Estabas tirada en el asfalto y te saqué de allí, las cosas se pusieron feas cuando los militares y los policías empezaron a agredirnos e incluso a disparar. - Se le veía claramente molesto con esto último pero trataba de ocultarlo. Se llevó la mano libre a su pelo negro como el carbón rizado echándolo hacia atrás aunque no sirvió de nada, ese gesto le recordó a Apolo y pensó en él, ¿qué le diría cuando le viera? Seguramente tendría moratones en todo el cuerpo y rezaba porque no los tuviera en la cara y preguntaría y ella al responderle quedaría como la tonta que se mete en un sitio visiblemente desde lejos peligroso del que no sabe salir.
- Verde. - Fue la única palabra que pudo decir, le reconocía como verde, se acordaba de haberle visto en el escenario, de abrir los ojos cuando sintió que la elevaban en el aire y toparse con esa mirada.
- Robert, sólo Robert, o R si lo prefieres. - sonrió, se irguió y saco del bolsillo de su pantalón el pañuelo verde brillante y lo dejó sobre la mesita. - ¿Y tú? ¿Necesitas algo? Te he hecho algo de comer por si tenías hambre y también tengo agua.
- Yara y no, no necesito nada. - se volvió a intentar sentar y esta vez se lo permitió. Poco a poco fue poniéndose de pie. - Muchas gracias por sacarme de allí, fue horrible, de verdad, gracias. Tengo que ir al baño...
- Claro, no hay de qué, era nuestro deber, y más cuando vi que estabas inconsciente - se levantó quedando frente a ella, eran casi de la misma altura, a lo mejor sólo le sacaba cinco centímetros a la joven - el baño es esa puerta de ahí.
Yara se levantó con mucho cuidado, sintiendo pequeños tirones en todo el cuerpo con la sensación de que le había pasado una apisonadora por encima, lo cual no estaba tan lejos de la realidad. El salón donde estaba era pequeño, pero estaba casi desierto, había un sofá donde estaba tumbada anteriormente, una mesita y el televisor en frente, a un lado se veía una pequeña cocina con un par de sillas y un gran caballete de madera casi imponente que ocupaba casi la mitad del espacio de la estancia. Abrió la puerta del baño y entró, era igual de pequeño que el salón, sólo había una pequeña luz que iluminaba todo aunque la palabra iluminar no era la más adecuada para definir lo que hacía esa pequeña luz. Uso el baño y tras unos minutos quieta sentada en el borde de la bañera decidió mirarse al espejo, mal hecho, tuvo que contener un grito de espanto por la visión que tuvo.
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El Cambio por la Libertad
Science FictionYara se muda a Nueva York a terminar sus estudios de piano cuando súbitamente se ve envuelta en una Revolución.