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La mañana llegó y Yara decidió ir a la carpa a por algo de comida y a despejarse un poco por todos los acontecimientos que habían pasado en tan poco tiempo. Avisó a los demás que no se opusieron y por suerte no se ofrecieron a ir con ella, todos tenían muy claro que era una joven muy independiente y que podía arreglárselas sola si ocurría cualquier problema.
Salió a la calle y la luz del sol la cegó durante unos segundos mientras acomodada su pelo en dos trenzas que ya empezaba a estar sucio y no había tenido ocasión de lavarlo.
Tras casi una hora de caminata llegó a la plaza y se encontró a Ethan subido a una mesa mientras hablaba con su equipo, no alcanzaba a escuchar lo que decía pero se le veía bastante alterado y por las caras de sumisión de los demás militares supo que les estaría regañando por cualquier cosa. Se acercó tranquila a su lado y le tiró lévemente de la pernera para llamar su atención interrumpiéndole cuamdo decía algo sobre El Cambio y él bajó la mirada llena de enfado para toparse con los ojos marrones de la joven que esbozó una sonrisa dulce y al instante la mueca del otro se transformó en otra sonrisa mientras mandaba a los demás a trabajar.

- ¿Cómo estás? Me alegra verte - se portaba muy bien con ella y seguro que él la llamaría amiga aunque ella no estaba segura de ese término.

- Bien, ¿alguna novedad? - fingió inocencia y le funcionó perfectamente - se te veía preocupado ahí arriba. - le acarició el brazo para así parecer más dulce y también lo consiguió.

- Sí, estamos cada vez más cerca de esos traidores, - esa palabra hizo que el estómago de Yara se revolviera y el enfado empezará a subirle por la garganta sin llegar a salir de ahí - aunque algunos cargos del Gobierno siguen dimitiendo y se empieza a descontrolar un poco la cosa.

Yara se alegró mucho de saber que seguían huyendo los altos cargos y todo se iba de las manos, ahí estaba su oportunidad de conseguir un país libre y mejor con ellos en el poder, estaban realmente cerca pero también estaban muy cerca de ser desenmascarados algunos de ellos y eso le provocó mucho miedo, eran una familia, si caía uno con sólo tirar un poco del hilo caerían todos como un pequeño castillo de naipes y no podían permitirse eso.

- ¿Y quiénes son El Cambio? - se aventuró demasiado al hacer esa pregunta pero en una sociedad reprimida como aquella con una mentalidad tremendamente arcaica el joven militar respondió como si con una simple joven tratara.

- Son un grupo de unos veinticinco a treinta y cinco años, hay algunas mujeres incluso, - una sonrisa y una carcajada salieron de sus labios y se cristalizó su juventud e ineptitud pese a llevar medallas colgadas del uniforme - ¿te lo puedes creer? ¡Hay mujeres ahí! - Yara internamente tenía fuego pero no podía dejar escapar al dragón por lo que guardó silencio esperando que continuara relatando la poca información que tenían - los de la secreta están investigando con las imágenes que tienen, Rojo saben que es rubio porque en una pequeña grabación se le bajó la capucha y asomaron unos pequeños rizos de color oro, aunque a veces usaba pelucas, pero no tienen nada más de momento.

Rubio con pequeños rizos, eso mentalmente Yara apuntó que tenía que cambiar, estaba preocupada, justo el único día seguro que no se puso peluca y se le baja la capucha, se maldijo aunque no tanto como cuando esa tarde noche se lo dijera al grupo en el Café y Apolo pusiera con fuerza un puño sobre la mesa soltando improperios sobre el Gobierno y los militares.

- ¿Necesitas comida? Tenemos varias cajas, te puedes llevar una entera si quieres. - Yara se acordó de la lista de necesidades médicas que vio en la salita puesta y tras pedírselo el joven desapareció durante unos minutos y volvió con otra bolsa con todos los productos que ella aceptó agradecida, seguro Justin le haría la ola al verla llegar con esas piezas fundamentales para sus tareas principales.

Yara salió de la plaza camino a su antiguo piso, rezó por que hubiera agua en la manguera de la ducha y sintió gran alivio al ver correr el líquido transparente entre sus manos mientras se quitaba las trenzas y la ropa. Se sintió tremendamente bien al salir limpia y volver a vestirse y pasó su mirada por la casa, había todavía manchas de sangre seca sobre la alfombra y en el suelo que habían sido incapaces de limpiar del todo R y ella porque por mucho que frotaron no salió del todo, por un momento una gran oleada de tristeza la invadió pero rápidamente se miró el brazo y recordó que era algo del pasado. Bajó de nuevo a la calle y empezó a caminar de vuelta pero al pasar por el escaparate reventado de una antigua peluquería frenó en seco y entró, los estantes estaban medio vacíos y los sillones habían sido robados, se acercó y se asombró de ver que habían desencajado los tornillos con los que estaban fijados al suelo pero continuó su búsqueda hasta dar con lo que más ansiaba en ese momento. Guardó el bote de tinte de color negro en la bolsa junto a las gasas y demás productos médicos y salió de la tienda esquivando cristales rotos del suelo.
Faltaban unas pocas manzanas para llegar al Café cuando sus ojos se detuvieron en un objeto pequeño tirado en la vía, era un teléfono móvil, lo recogió y al comprobar que todavía funcionaba decidió llamar a sus padres, seguro que estaban llorando su muerte y se sintió muy mal al instante, los tonos empezaron a sonar.

El Cambio por la LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora