25

9 0 0
                                    

El primer día que estuvieron juntos Yara y Robert se lo pasaron trazando estrategias y haciendo una lista con los horarios de los guardias, era algo que ella tenía en la cabeza interiorizado pero al estar acompañada necesitaba apuntarlo ya que era demasiada información para él y más sin poner cara a ninguno de los militares.
Al caer la noche y con ella el toque de queda sólo permanecía casi intacta e incluso aumentada la inseguridad y el terror en las calles, pero dos sombras empezaron a moverse y a combrar vida. Iban a cobrarse la paliza y humillación que había recibido R el día anterior, se movían en absoluto silencio entre las callejuelas buscando a la figura alta que iba con ese aire de superioridad siempre en la cara.
Y al rato lo encontraron, iba caminando distraído con un arma en la mano mientras cantaba, a Yara le dieron ganas de vomitar y el odio hacia esa persona le empezó a recorrer el cuerpo, pero esa tarea era de su amigo, tenía que ser él el que realmente plantara cara y vaya si lo hizo, nada más tirarle al suelo y desarmarle le empezó a pegar patadas igual que había hecho él, no sabía ni de donde venían mientras R debajo de su pañuelo Verde esbozaba una sonrisa de satisfacción. Cuando la figura tirada en el suelo dejó de moverse pero seguía respirando ambos se fueron corriendo entre las callejuelas dejándole ahí quieto.
Esa noche volvieron a dormir abrazados con una sonrisa en la cara por fuera aunque sus interiores cada vez estaban más marchitos y poco a poco se iban apagando y pudriendo.

- ¿Cómo conociste a Apolo? - la mañana había llegado y con ella una nueva oportunidad de seguir manteniéndose con vida, ambos estaban tumbados en el sofá acurrucados mientras él la abrazaba por detrás y sus manos se entrelazaban perezósamente. Tenía curiosidad de saber cómo fue ese primer encuentro con la divinidad. R entrecerró los ojos negando con la cabeza mientras sonreía y besaba su mano delicádamente.

- Nos conocimos cuando él entró a la carrera, yo estaba en tercero y un día estaba tumbado en el césped del campus cuando se acercó John, - su sonrisa se ensanchó mientras veía que ella le miraba atenta a sus palabras- que ya era mi mejor amigo y vino acompañado de La Trinidad. Sólo pude ver bien las dos figuras que eran Philip, que era igual de guapo que ahora pero ya recuerdo a John diciéndome en la madrugada lo que le interesaba ese chico aunque ahora son muy buenos amigos y nada más, claro, y a Gabriel que iba ya cargado de libros pese a ser principio de curso. - y sus pupilas se dilataron casi escondiendo el bosque de su iris - y cuando me incorporé para saludar a la última persona que miraba distraído el campus mi corazón, cerebro, cuerpo y alma se congelaron al verle, se veía como si tuviera menos edad de la que tenía - casi suelta una pequeña carcajada - aunque eso le sigue todavía pasando, el hijo de Zeus no envejece como nosotros los mortales. El pelo lo llevaba casi más largo que ahora y a veces se cogía una pequeña coleta, y si, antes de que digas nada, el mechón ese de pelo le caía sobre los ojos.

- ¿Pero qué sentiste, qué os digisteis? - sus manos seguían entrelazadas, entre ellos siempre había habido una química especial que no se podía explicar, se necesitaban el uno al otro aunque no en el sentido romántico, era más bien en el idealista. Sus miradas se cruzaban y sonreían.

- Sólo me dijo encantado y me dio la mano, esbozaba una pequeña y tímida sonrisa y sentí la vida entrando en mi cuerpo al mirar sus ojos llenos de energía y pasión - ella no le entendía del todo pero no dijo nada - no era como ahora, se parece al chaval que fue pero hay diferencias notables, antes era un completo desastre con las relaciones con las mujeres, no le interesaban lo más mínimo, nunca, y eso que se le acercaban muchas veces, sólo cuando te conoció cambió, ahora sigue bebiendo café pero durante su carrera recuerdo viéndole mientras bebía unos siete cafés al día y durmiendo tres horas ya que se pasaba las noches haciéndo trabajos, estudiando y escribiendo discursos sobre utopías. - seguia riendo ingenuamente y a Yara le encantaba verle tan relajado - Tenía una gata, ya murió hace unos siete años la pobre pero esa bola naranja peluda que John amaba casi tanto como a su propio gato era lo único que le importaba a parte de sus amigos, las injusticias, el bienestar del pueblo y Patria, no era para nada sociable y sus amigos al principio simplemente eran los amigos de Philip y Gabriel aunque él tampoco era el más sociable, el grupo fue creciendo poco a poco, más y más hasta tener la forma que tiene ahora. - su voz se tornó con un ápice de tristeza - Al principio nos hablábamos un poco, no nos llevábamos como tú nos has conocido, pero las cosas se torcieron cuando me vio por primera vez caer inconsciente por la bebida una tarde en el Café. - Yara se había girado para poder ver su cara mejor, sentía un poco de pena por su amigo, no se lo merecía - y desde aquel día todo fue a peor hasta ahora.

El Cambio por la LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora