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Todos los días antes de ir a clase iba dos horas al gimnasio y poco a poco había mejorado mucho, sus golpes empezaban a ser peligrosos y sabía cómo defenderse y cómo atacar correctamente. Los únicos que sabían que estaba dando esas clases en las que más tarde admitiría que le salvaron la vida en más de una ocasión eran Arthur que se lo encontró más de una vez y daban alguna clase juntos y Apolo al cual era incapaz de ocultarle nada.
Ryan le había entregado una Glock negra y le había enseñado a disparar y a manejarla pese al rotundo no por parte de ella al inicio que fue ignorado y acallado con el argumento de que tenía que saber defenderse bien de todo lo posible. Ella tomó el arma de metal entre sus manos sintiendo un escalofrío al tener un objeto tan peligroso y poderoso como aquel sin atreverse a preguntar cómo sabían desenvolverse tan bien con el arma los demás. Aprendió rápido a manejarla bien aunque seguía sin gustarle especialmente la idea de tenerla.
Los combates de boxeo que hacía el grupo los domingos por la tarde era casi su momento favorito de la semana, empezaba a cogerle el gusto al deporte y casi siempre terminaba como ganadora junto con Arthur.

Una tarde de marzo estaban reunidos en el café el grupo hablando del siguiente movimiento y de los temas que trataría Rojo con los demás líderes de los otros grupos en la reunión que tenía al día siguiente cuando se dio cuenta que no podía ir, tenía que hacer una entrevista a una organización que ayudaba a los niños de bajos recursos para su trabajo y era imposible cambiarla. En un caso normal hubiera ido Gabriel,  el segundo al mando pero tenía turno en el hospital que no podía cambiar de ninguna manera y la sorpresa fue que decidieron que Yara sería una buena opción para ir a la reunión.

- No, que vaya Philip, él es el tercero - le había dicho a Apolo esa misma noche al llegar a su casa.

- Si va Philip nos montará una Guerra Civil entre los grupos a los dos minutos de empezar a hablar. - lo decía entre risas pero también iba en serio, Celeste era su hermano pero sabía que era el más inestable de los tres. - Tú eres más calmada y tienes autoridad. Te van a intentar tomar el pelo a lo mejor al principio los extremistas y puede que los neoliberales pero tú tienes que demostrar que tienes la misma determinación que yo, que sé que la tienes.

Ella estaba nerviosa, tenía que dirigir en la reunión y enfrentarse a gente que aunque Apolo dijera que era tranquila ambos sabían que eran revolucionarios y algunos extremistas hasta el punto de tener bastantes asesinatos de militares y gente horrible a sus espaldas.

R la acompañó hasta la calle de al lado del edificio abandonado donde era la reunión y acto seguido se fue a su casa escudándose en que tenía que acabar unos trabajos para el día siguiente. Ella llevaba el pañuelo Negro atado y la capucha con trenzas debajo subida, no se la podía reconocer, también tenía una navaja en el bolsillo de su chaqueta también negra y su pistola descargada aunque tenía una pequeña munición en el otro bolsillo interno de la misma.
Subió las escaleras sola, llegaba casi diez minutos tarde ya que se habían perdido intentando llegar. Nada más entró a la única salita con luz de todo el edificio sintió miedo, habría unas doce personas con máscaras y capuchas sentadas alrededor discutiendo de la situación del país que callaron de golpe y miraron a la figura que entraba. Era una pequeña habitación con las ventanas tapiadas con tablones de madera impidiendo que se viera nada desde fuera.  No había decoración alguna en las paredes y eso le daba un toque frío y despersonalizado que asustaba.

- ¿Y Rojo? - soltó un hombre que tendría más de cuarenta años e iba con una antifaz de colores vivos, el extremista, Bakunin, identificó rápidamente ella.

- Hoy dirigiré yo la reunión, Rojo no puede venir, soy Negro. - dijo lo más segura de sí misma que fue capaz imponiendo autoridad como le había explicado previamente Apolo ante el nerviosismo de la chica.

El Cambio por la LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora