13

17 1 9
                                    

Los días fueron pasando, las clases le empezaban a robar bastante tiempo a Yara aunque seguía trabajando con una sonrisa haciéndo lo que amaba y se empezaba a posicionar como un miembro importante en El Cambio.
Había colaborado con todos haciendo unas pancartas y el diseño junto con Clarise para unos nuevos folletos que anunciaban una marcha hacia una de las grandes empresas de Nueva York que amenazaba con despedir a una gran cantidad de trabajadores sin razón legítima alguna. En un par de días iba a ser su primera aparición pública como Negro y aunque simplemente estuviera callada detrás de Rojo junto con los demás estaba muy nerviosa aunque Apolo y todo el grupo la apoyaba muchísimo y la habían acogido como a una más en esa extraña pero sólida familia. La presencia policial y militar había empezado a aumentar en la ciudad y cada vez se veía más seguido el abuso policial el cual era deplorable.
Su relación con Apolo iba muy bien, hacía un par de noches habían cenado tranquilamente después de una reunión con el equipo y habían sacado a pasear a Miles por Central Park cuando estaban en Bow Bridge caminando de la mano Yara dijo que ella también le quería a él. Ambos se miraron y besaron, al llegar a casa ella le había quitado con delicadeza y entre besos la chaqueta y la camiseta dejando al descubierto un torso marcado y bien definido cuando bajó instintivamente su mano bajo los pantalones y una mano ajena la agarró y la paró en seco.

- Lo siento. No estoy preparado. - se le veía la cara roja y estaba claramente avergonzado, no se atrevía a mirarla, tenía casi treinta años y para él, que nunca había sentido ese tipo de vergüenza porque nunca había tenido las ganas o necesidad de verse en una situación así, estaba terriblemente nervioso. Ella le agarró del cuello con cariño y mirándole a los ojos le dijo que no pasaba nada, que no había de qué avergonzarse y que estaba dispuesta a esperar el tiempo que él necesitara. Su mirada fue lo más tierna que pudo cuando él empezó a elevar sus labios formando una tímida sonrisa.

Sus moratones habían casi desaparecido por completo, sólo quedaba una pequeña reminiscencia en el lado derecho del estómago cuando se apretaba la zona. El resto eran pasado y ya eran parte de una historia que nunca olvidaría.

El día había llegado. Despertó en los brazos de Apolo cuando los primeros rayos de sol empezaban a colarse por la ventana. Se giró con cuidado para quedar frente a él y observarle más detenidamente mientras dormía. Su pecho subía y bajaba con calma, se le veía con una paz casi divina, tranquila, parecía hecho de mármol, mientras sus labios estaban entreabiertos pero sin hacer ruido alguno, su pelo medio ondulado caía con delicadeza sobre su fina piel y le hacía parecer más joven a pesar de no aparentar la edad que tenía. Seguía mirándole con dulzura cuando empezó a abrir los ojos y se topó con una mirada marrón profunda observándole, él sólo sonrió y la abrazó fuerte.
Ambos se vistieron de negro rápidamente y Apolo se empezó a acomodar una peluca de color negro con destellos azules para camuflarse como hacía siempre.

- ¿Te vas a poner peluca tú? - le tendía amablemente la peluca pelirroja que había llevado ya un par de veces pero ella se la rechazó cortésmente mientras se empezaba a trenzar el pelo sin dejar un pelo fuera ya que con la capucha y el pañuelo no se le veía nada. - Me gustan esas trenzas - alcanzó a decir mientras cerraba la puerta cogiendo la chaqueta roja característica.

Estaban ya todo el grupo en primera fila y tras ellos había un mar de personas con pancartas en favor de los trabajadores. William rugía con rabia y fuerza tras su pañuelo Azul ya que de todos, era el que más dúramente trabajaba y al que peor pagaban pero aún así nunca se sentía desplazado ni inferior pero sí era de los que más le enfadaba esa situación.
Yara se situó entre Arthur, el joven abogado fanático del boxeo que le obligó a participar y empezar a practicar con él junto con el grupo los domingos por la tarde y John, el que se estaba empezando a convertir en un hermano para él y el sentimiento era recíproco. Vio los ojos de R a unos veinte metros de ella achinarse en lo que debajo de su pañuelo Verde sería una sonrisa, su relación era casi igual que con John, ella no tenía la culpa de que Apolo quisiera a Yara y que ella le correspondiera, y Robert lo sabía y por eso no cambió su gran trato con la chica.
Estaban llegando a la puerta del gran edificio en el cual se acababa la caminata cuando una fila de policías apareció con cascos y con escudos en una mano y porras en la otra, quietos, como si estuvieran esperando a que uno sólo diera un paso más hacia ellos para soltar una gran oleada de violencia contra la gente. Rojo tenía que entrar junto con Marrón y otro representante de los trabajadores, éste último ajeno a El Cambio pero sí como abogado de los jornaleros ya que habían quedado en reunirse con el director de la empresa y sus asesores para negociar por el bien de los obreros. Apolo fue el que dio el primero paso, sin vacilar, con la determinación y valentía que poseía. Se veía temible. No pasó nada, estaba atravesando la barrera policial junto con sus dos compañeros sin siquiera dirigirle una mirada a los hombres armados.
El grupo se posicionó en altura para poder tener mejor visibilidad y mediar si ocurría algún problema. Esta vez había mucha menos gente que en la última manifestación aunque serían más de quinientas personas seguro, a poca gente le afectaban unos pobres trabajadores, había susurrando con irá contenida William la noche anterior. Pero entre toda esa gente Yara distinguió una cara entre ellos a pocas filas del inicio, era Marc, no tapaba su cara y lucía orgulloso una pequeña pancarta en la que ponía "derechos de los trabajadores ya". Recordó lo que le dijo hace un tiempo en clase y una sonrisa tapada por un pañuelo Negro se formó. Él era una persona que realmente se preocupaba por las injusticias y apoyaba a todo aquel que intentara luchar contra ellas.
Estuvieron reunidos casi dos horas, dos horas en las que abajo en la calle todo parecía suceder con una normalidad casi irreal, la gente preguntaba si Negro era un nuevo miembro a lo que todos dijeron que sí con orgullo y se empezaron a escuchar ovaciones y gritos de alegría por parte de la gente. Yara sólo se mantenía en posición de alerta y casi tan seria igual que sus compañeros intentando que ningún policía descargara su furia sobre la gente pero por dentro estaba dando saltitos de alegría que más tarde esa misma noche en el café mientras hacían balance de la situación todos juntos no intentaría ocultar haciéndo reír a todos incluso a Apolo que la miraba con orgullo.
Rojo comenzó a salir seguido por Marrón, el abogado y una fila de personas trajeadas entre las cuales se distinguía al director de la empresa con cierta molestia en su rostro lleno de arrugas y su cabeza casi calva. Cuando estuvo frente a las puertas y frente a la multitud alzó el puño y anunció con volz alta y clara que las condiciones habían sido alteradas correctamente y acto seguido la gente empezó otra gran aclamación hacia el grupo que estaba frente a los policías con valentía. Lo habían conseguido, sin derramamiento de sangre y sin violencia, estaban orgullosos.

El Cambio por la LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora