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Yara se despertó, miró el reloj y vio que sólo eran las ocho de la mañana y unos leves rayos de sol entraban por su ventana. Tras una ducha se dirigió a la cocina a desayunar y como de costumbre durante esa semana que ya había vivido, la cocina estaba vacía. El único signo que le recordaba que no vivía sola era la música que salía de cada habitación, Rachel estudiaba realmente poco en casa pero cuando lo hacía sonaba bastante bien el violín, Marc no tocaba casi nada ya que tampoco pasaba nada de tiempo en la casa. Erik también tocaba todos los días pero se oía mucho más desordenado que sus compañeros.
Durante esa semana había llegado a intimar mucho más con Erik, incluso se fueron a cenar y a pasear por Central Park juntos un día, aunque en los desayunos siempre había estado sola.
Las clases habían empezado hace dos días y la verdad que estaba encantada. Con Rachel coincidía sólo en una clase teórica por lo que internamente se alegró por ello ya que su relación no había mejorado, casi no la había visto y en las pocas ocasiones que se cruzaron en el salón sólo habían intercambiado miradas. Con Erik coincidía en tres clases, por lo que se sentía mucho más arropada ya que él la introducía al nuevo grupo de compañeros y amigos. Con Marc coincidía en un par de clases, en las que también estaba Erik y por fin pudo ponerle cara al chico, era rubio con algún rizo que le caía sobre los ojos, unos ojos azules y una mirada penetrante, le pareció guapo al instante aunque sin ningún tipo de pretensión.

Un día después de clase Erik y su nuevo grupo de amigos decidieron ir a tomar algo, por lo que Yara se alegró de poder integrarse cada vez más en el grupo de Erik.

Erik era moreno y con los ojos verdes, no era guapísimo aunque sabía que con sus dotes para la música, podía tener a casi toda persona que quisiera.

Estaban en el bar tomando una cerveza riendo y pasándolo bien cuando el sonido de un mensaje en el móvil hizo que Yara sacará el teléfono y al segundo mirándolo casi con incredulidad. Había mandado una solicitud de empleo a un bar donde necesitaban pianista que amenizara el ambiente y por fin le habían respondido, sí, la habían contratado.
Su entrevista de trabajo fue mediocre, salió con una muy mala sensación de boca aunque su nuevo mejor amigo allí la animó.
La noticia fue recibida con una ovación y muchas muestras de cariño, esa gente era realmente agradable aunque no era la familia que estaba buscando. Los músicos son personas complejas, con sus manías, sus vaivenes emocionales, la gran presión que sienten siempre en búsqueda de una perfección imposible. Iba con ellos porque sabía que tenía que intentar hacer amigos y ellos eran lo suficientemente agradables como para salir alguna vez y hablar de trivialidades.
Por la puerta del bar entraron dos chicos, y no fue hasta que pasaron delante del grupo que se dieron cuenta de quienes eran. Era Marc junto a otro chico que habían visto anteriormente en clase, aunque no sabían su nombre. No saludaron, ya que había poca luz en el bar y pasaron hablando tan animadamente que no se dieron cuenta de que en la mesa cerca de la barra, había dos personas con las que compartía casa.

Erik se quedó mirando fijamente al rubio mientras pedía otra cerveza sin siquiera mirar al camarero. Su mirada se veía triste, aunque la desvió en varios momentos cuando su compañero se giraba en busca de alguien para pedir algo de tomar. Hubo un momento en que sus miradas se cruzaron, y el moreno no pudo aguantar la mirada, ya que aunque no fuera la intención, esa mirada le era muy intimidante.

Ya se estaba yendo el grupo cuando un Erik borracho dijo que se quedaba. Yara le insistió en irse a casa, que ya estaba bien por hoy y que mañana volverían a tomar algo pero él se negó a irse, se levantó y se movió a una mesa pequeña al fondo, donde casi no había luz aunque él no quería ser observado sino observar.

Pasaron varios días en los que Yara no había coincidido con nadie de su piso cuando un sábado por la mañana se disponía a salir a pasear junto con una pila de partituras y deberes de música cuando la puerta se abrió de un golpe seco. Entraba Marc, con aspecto de no haber dormido en toda la noche aunque seguía estando guapo. Ella intentó entablar una pequeña conversación:

- Buenos días Marc, o buenas noches jajaja. - Él la miro con una ligera sonrisa y le devolvió el saludo. Ella todavía no sabía ni qué instrumento tocaba por lo que no dudó en preguntarle.

- Trompa. - Se limitó a responder.

- ¡Qué bonito, nunca te he oído en casa tocar! - Marc alzó la ceja con una pequeña mueca de diversión.

- Son los primeros días, todavía no he empezado a estudiar. De momento bastante que voy a las clases, - soltó una carcajada aunque a Yara no le pareció demasiado gracioso, ella estaba ahí para estudiar. - Buenas noches Yara.

Tras esa breve conversación ambos se despidieron y ella salió de la casa, con sus quehaceres en una bolsa y con una sonrisa que anunciaba un buen día.

El Cambio por la LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora