Se oían gritos lejanos, sabía de quiénes eran pero bajo su colcha de Batman no podía hacerle daño si volvía, se tapó por encima de la cabeza pensando que si no le veía él tampoco le podría encontrar, error de nuevo, la puerta de la pequeña habitación se abrió de un portazo mientras los gritos se escuchaban más cercanos, empezó a oler a un hedor tan característico que sabía lo que iba a pasar. El hombre entró en el cuarto mientras arrastraba del pelo a la mujer que intentaba zafarse entre gritos y llantos suplicando que se fueran a otro lado, que él no les viera así pero el hombre no razonaba, el niño seguía bajo las mantas intentando reprimir una lágrima y rogando por que no se le acercara aunque sabía que estaba a menos de dos metros. Las matas fueron rápidamente levantadas y tiradas al suelo y el profundo olor a vino barato, whisky y tabaco inundó las fosas nasales del pequeño que se hizo un ovillo en la esquina de la cama mientras observaba con horror al hombre que le miraba fijamente con una mueca de diversión en la boca. Había soltado a la mujer que cayó al suelo y con rapidez se levantó y se interpuso entre el padre y su hijo muerto de miedo, no tendría más de seis años. El hombre tras decir algo incomprensible debido al alcohol apartó a la joven de un manotazo haciéndola volver a caer al suelo mientras se limpiaba la nariz ya que en un golpe le había provocado una pequeña hemorragia. El niño miraba los brazos de su padre, tenía pequeños picotazos en el antebrazo con las venas bien marcadas y del izquierdo corría una fina línea de sangre, había vuelto a las viejas y horribles costumbres, no pudo contener las lágrimas y fue corriendo a intentar ayudar a su mamá pero uno de esos brazos le aprisionó mientras pudo entender las palabras que le dijo, *no tenías que haber nacido* y acto seguido le empujó también al suelo junto a su madre. El hombre se giró y quedó frente a las dos figuras, estaba de pie y no inconsciente o con un coma etílico casi por arte de magia y al estar erguido se encontraba en una posición dominante y de poder en comparación con la joven y el niño tirados en el suelo con horror en sus miradas. El padre propinó un golpe en el estómago al niño que hizo que se doblarse de dolor soltando un gran grito, se fue acercando con paso vacilante hacia la mujer con el puño en alto dispuesto a darle otro golpe cuando él pequeño se lanzó contra él intentando darle un golpe y tirarle al suelo pero lo único que consiguió fue hacer girar a su padre con la sonrisa burlona sin casi sentir la limitada fuerza de un niño tan pequeño sobre su espalda por lo que volvió a levantar el brazo y le volvió a dar un puñetazo muy fuerte está vez en la cara haciéndole caer definitivamente al suelo.
Apolo se despertó llorando, con las lágrimas saliendo desconsoladamente de sus ojos azules cada vez más apagados, tenía una capa de sudor frío en todo el cuerpo y al mirar en la habitación agradeció haber escogido pasar la noche sólo en la pequeña salita a la derecha de la de reuniones. Volvía a tener pesadillas sobre su infancia, desde hacía poco más de un año que no las había tenido pero cada vez eran más recurrentes y eso le preocupaba y le dolía demasiado. Se incorporó de su colchoneta de yoga haciéndose un pequeño ovillo mientras las lágrimas seguían corriendo por sus mejillas sin control, el recuerdo de su padre le agujereaba el corazón cada vez más profundo y no podía hacer nada para evitarlo. Pensó en Yara, había pasado poco más de un mes desde que se fue, buen no, desde que la echó y eso le hacía sentir mucho más miserable, la echaba mucho de menos, era su primer pensamiento al levantarse y su imagen era la última que veía antes de dormirse, la foto que conservaba de ellos la guardaba como si fuera un tesoro y cada vez que estaba sólo la sacaba y contemplaba memorizando cada centímetro de ella, pero lo que le dolía realmente era que frente a su cada vez más pequeño grupo tenía que seguir siendo el líder, no podía derrumbarse y eso le parecía realmente complicado. También un pequeño pensamiento pasó por su mente, Robert, dijo que saldría a por ella pero habían pasado casi tres semanas y no tenían ninguna noticia suya lo cual le preocupó, no le caía bien pero era una persona fiel y sabía que estaba cumpliendo su palabra, cuando le veía beber le recordaba demasiado al olor de su padre y eso le ponía furioso aunque el pobre moreno no tenía su carácter ni mucho menos, era incapaz de maltratar a nadie y eso Apolo lo sabía y por eso no le echó de El Cambio, no era su padre pero aún así a veces le dolía demasiado.
Tras unos minutos las lágrimas cesaron y pudo recuperar el aliento y su respiración volvió a la normalidad pero necesitaba dormir abrazado a Yara, acariciar su rostro, besar sus labios, sentirla, ver su mirada, escuchar su risa, la necesitaba y él no podía hacer nada y eso no hacía otra cosa más que provocar un fuerte sentimiento de culpa y tristeza.

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El Cambio por la Libertad
Science FictionYara se muda a Nueva York a terminar sus estudios de piano cuando súbitamente se ve envuelta en una Revolución.