5

32 1 13
                                    

Erik se quedó ahí, quieto, como si le hubieran dado una bofetada aunque el dolor físico habría sido mejor acogido que el emocional.
El resto del grupo no se dio cuenta de la escena que en la visión del moreno, había sido desoladora. Siguieron andado y salieron del recinto con la intención de ir a comer todos juntos pero Erik declinó el plan excusándose en que tenía algún examen y que tenía que estudiar.
Yara le observó alejarse cabizbajo y con lo que parecía una mueca intentando asemejarse a media sonrisa en su rostro.

Cuando ella llegó a casa, ya eran pasadas las siete y tras un breve intercambio de mensajes con Apolo, sintió una gran oleada de bienestar. Bienestar que se esfumó cuando vio a Erik en la cocina con una botella de vino recién abierta. Se sentó frente a él.

- ¿ Me dirás que te pasa por la cabeza?

- ... - sólo se limitó a mirarla con unos ojos verdes vacíos.

- No puedes beber una botella cada día. No puedes y no me digas que es la primera porque llevas varios días seguidos haciéndolo. Mírate, mira qué ojeras y que pinta de desaliñado.

- Estoy bien. - Se limitó a decir. Intentó en un vano esfuerzo sonreír e inmediatamente le dio un trago largo a la botella. - Tendrás cosas que hacer. - Y tras esa frase giró la cabeza y siguió mirando a un punto fijo.

Yara se levantó y tras echarle una última mirada de aflicción se dio cuenta que el chico estaba al lado del cuaderno de dibujo, cerrado, con un lápiz al lado.

Pasaron un par de días, y las cosas con Erik no mejoraban. Estaba cada vez peor, estaba irreconocible, ¿dónde estaba el chico vivo y amable que conoció Yara?
La relación de Apolo iba genial, no se habían besado pero el otro día se cogieron de la mano mientras caminaban, se miraban a los ojos y sabían lo que pensaban en todo momento, congeniaban muy bien.

Yara había quedado con Apolo en las afueras de Nueva York, en un puente que atravesaba el río que dividía Brooklyn con Manhattan. Era media tarde y estaba empezando a ponerse el sol, la visión la ciudad al fondo era preciosa, ella estaba emocionada por la vista, pero más cautivada por la mirada de él.

- Esto es precioso, gracias por traerme aquí, de verdad, gracias.

Se quedaron mirando fijamente, con una sonrisa tímida pero cargada de emociones y sus labios se juntaron por primera vez. Cerraron los ojos, lo que estaba pasando no era necesario verlo, sólo sentirlo. Sus manos estaban unidas aunque la mano de él fue directa al ángulo de su mandíbula, haciendo estremecer a Yara. Sus labios eran suaves, dulces pero también podían ser salvajes y feroces, aunque eso no se lo mostró esa primera vez. Ambos sentían mariposas en sus estómagos, sentían algo que no tardaron en denominar amor. Y ahí estaban ellos, entre la multitud de gente que había ido llegando a ver la bonita puesta de sol, sintiendo que sólo ellos importaban, sólo ellos existían.

Yara llego a casa ya entrada la noche y tras intercambiar un par de palabras de gentileza con Rachel y Marc que estaban cada uno en una punta del salón a sus cosas se fue a su dormitorio no sin antes echar un pequeño vistazo a la puerta semi entornada de Erik. Aunque sólo había una pequeña fuente de luz se veían unos dibujos colgados en las paredes y se apreciaba al chico dibujando en su mesa, absorto hasta el punto que no se dio cuenta que había alguien más en la habitación hasta que Yara susurró que eran maravillosos sus dibujos.

- Qué susto me has dado. ¿Qué haces aquí?

- Son realmente buenos, son muy bonitos. Y tienen todo lujo de detalles, has logrado captar a todos nuestros amigos fantásticamente. Buenas noches Erik. - Le besó la cabeza, y salió de la habitación no sin antes dar una ojeada rápida al dibujo más grande que ocupaba casi media pared, un dibujo hiper realista de Marc.

Yara se tumbó en su cama después de ponerse el pijama y tras ver un poco la tele, se quedó dormida. Se durmió con una sonrisa en sus labios.
El día siguiente lo pasó estudiando metida en su habitación salvo los pequeños momentos que se dedicó a comer y a hablar por teléfono con Apolo. Estaban en una nube, habían descubierto sentimientos puros el uno por el otro.
Los días pasaron, la nueva pareja estaba de maravilla, se habían vuelto a besar en alguna ocasión y se cogían de la mano. Apolo no era de esas personas que exteriorizaran los sentimientos demasiado pero con ella era diferente, cuando se miraban, sonreían y veían amor. Erik cada vez estaba más deprimido, había tenido algún otro encuentro con Marc:

*Flashback*

- Buenos días. - dijo con timidez- ¿te apetece comer algo? He hecho comida de sobra por si queríais.

El rubio se acercó con el semblante serio y de pie frente al moreno, dijo:

- ¿Por qué insistes en que nos llevemos bien?

- No se, somos amigos, estudiamos y vivimos juntos. - dijo algo dolido y levantó los hombros en señal de que era algo obvio y simple.

- No somos amigos. Que estudiemos en el mismo sitio y vivamos bajo el mismo techo no nos convierte en amigos.

Erik no pudo mantenerle la mirada de impasividad que tenía el rubio y bajó la cabeza. Menos mal que se marchó serio de allí rápido porque si no, hubiera visto sus ojos cristalizados y oído el sonido de su alma rota en esa mesa de la cocina.

*Fin flashback*

Hubo algún encuentro parecido en los días siguientes aunque posiblemente Erik sólo los recuerde parcialmente ya que se pasaba la mayor parte del tiempo bebiendo y dibujando. Casi no había tocado el chelo por lo que se ganó un par de críticas por parte de sus profesores.

El Cambio por la LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora