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Yara se despertó cuando un sólido rayo de luz entró a través de su ventana y se posó directamente en su cara. Serían las ocho de la mañana, ya había empezado a cogerle el gusto a tener despertador solar natural.
Se levantó, se duchó rápidamente y se vistió con un chándal cómodo de color negro con capucha, se hizo un par de trenzas ya que si iba a andar no queria que el pelo le estorbara lo más mínimo. Desayunó rápido un té con unas galletas, la casa parecia desierta salvo por el leve sonido de un pizzicato de un violonchelo. Yara se encaminó a su habitación y abrió suavemente la puerta.

- Buenos días amiga. - Erik parecía de mejor humor. Su habitación olía a vainilla, ahora con luz natural se podían apreciar mucho mejor los dibujos y pósters que decoraban las paredes. - ¿Tienes clase hoy?

- Bueno días Erik. - miró el reloj y se asombró un poco de que fueran ya casi las diez de la mañana, tendría que darse un poco de prisa si quería ir andando. - No, hoy no tengo clase, voy a salir a pasear - le mintió, no quería preocuparle ya que era una persona que parecía muy pacifista y tampoco quería que por algún casual le acompañara, quería ir sola con tranquilidad. - Adiós, te veo luego.

No le dio tiempo a mirarle pero cuando ya estaba cerrando la puerta escuchó una leve despedida.
Cogió su móvil y salió de su casa dirección a Central Park.
Estaba nerviosa, nunca había ido a una manifestación de ese tipo, suponía que sería una concentración de bastante gente con alguna pancarta y luego escucharía al radical de turno contando utopías mientras la gente le secunda, aún sabiendas de que las utopías son imposibles, por eso son utopías.
Ella era escéptica, sabía la situación en la que se encontraba el país, sabía que no era un sistema justo ni imparcial, era muy desequilibrado e inmoral en muchas ocasiones, pero todos sabían que cualquier ápice de búsqueda por la libertad era sinónimo de represalia cruel y dura por parte del ejército.
Llegó a la concentración, donde ya había una gran masa de gente, la mayoría con las capuchas puestas con el puño en el aire. Yara se acomodó en medio de toda esa gente para sentirse arropada y tener buena visión del escenario de tamaño medio que había en frente.
Echó un pequeño vistazo hacia los extremos del las calles y se encontró a un par de militares con largas armas de fuego en la mano pero en postura relajada, simplemente observando, en la entrada de cada calle grande.
Se le revolvió el estómago con esa terrible visión, a un lado había gente combatiendo pacíficamente por la libertad y al otro había gente que estaba deseando oir cualquier palabra fuera de los límites aceptados por un baremo impuesto por ellos mismos para disparar y acallarles.

Hubo un momento de silencio sepulcral, Yara se tensó, pensó que algo malo estaba a punto de pasar pero tras unos segundos se escuchó una gran ovación, miró al escenario medio improvisado en el cual no había absolutamente nada salvo dos grandes banderas flanqueándolo y apareció una figura alta, con una chaqueta roja brillante con la capucha puesta y un pañuelo del mismo color impidiendo ver algo por debajo de los ojos o su pelo, ella estaba lo suficientemente lejos como para no apreciar los pequeños detalles que había en su chaqueta roja pero jamás estaría lo súmamente lejos para apreciar una mirada azul tan gélida y decidida como aquella.

- ¡Ciudadanos! - gritó calmadamente el que parecía ser el líder, ya que unos segundos después salieron otras personas que se colocaron detrás de él formando una pequeña fila frente a la multitud, aunque en vez de vestir con un color determinado vestían completamente de negro y sólo se podían identificar por el diferente color del pañuelo de cada uno. Nada más dijo esa palabra todo el mundo calló, les miraban expectantes, con sed de inspiración - la situación es crítica, estamos hartos de sufrir los abusos de una panda de corruptos que se preocupan más de que sus zapatos combinen con los palo de golf que tienen que de que la gente no muera de hambre, sin sanidad, educación o un simple techo donde dormir. - La gente afirmaba lentamente, dándole la razón, él hizo una pequeña pausa para que las palabras calaran en ellos antes de seguir - Necesitamos un cambio pronto, y ellos no nos lo van a regalar, lo tenemos que buscar y luchar nosotros mismos.

El discurso había llegado a los diez minutos, diez minutos en que la gente se encolerizaba con las verdades tan duras que soltaba Rojo, así se le había llamado al líder que no tendría más de 30 años pero hablaba con la serenidad y valentía como si hubiera vivido mil vidas. Diez minutos que pasaron a ser veinte y llegaron a treinta.
Yara seguía casi hipnotizada con él, con sus palabras, de la pasión con la que hablaba y recalcaba cada palabra haciendo que éstas entrarán hasta el fondo del ser humano, estaba de acuerdo con todo lo que había dicho, pero no dejaban de ser verdades sobre una fantasía, siempre habría gente injusta y horrible en el poder, ahí y en todos lados, era una utopía, bonita, preciosa, pero no por eso dejaba de ser imposible. Hablaba con seguridad, calmado pero con una fiereza que desconocía del ser humano, con una capacidad de convencimiento increíble y esos ojos, esa mirada hipnótica, no se había posado en ella, con la cantidad de gente que había hubiera sido demasiada coincidencia reparar en una simple chica entre toda la multitud.
Yara pasó su mirada por los compañeros de Rojo, había marrón, celeste, verde, naranja, amarillo, rosa, morado, blanco, gris, dorado, granate y azul. Eran un completo arcoiris, parecía gente joven, de la misma edad de Rojo y aunque no hablaran, se les veía la misma actitud que a su líder.

Bajaron del escenario y se fueron haciendo hueco hasta la cabeza de la masa de gente donde con un par de banderas grandes que ondeaban algunos, empezaron a caminar directos por la calle más grande seguidos por unas cuatro mil personas ovacionándoles.

Yara se puso en alerta siguiendo con la mirada al pequeño grupo que lideraba la concentración y sus piernas comenzaron a moverse no por convencimiento de seguirles sino porque la muchedumbre se empezaba a chocar con ella rebasándola.

Llevaban 10 minutos caminando a paso tranquilo, coreando la palabra Libertad, la poca gente que se atrevía a caminar intentando esquivar a la masa porque tenían que pasar por ahí lo hacía con una dualidad muy visible en su rostro, por una parte algunos gritaban palabras de apoyo y se unían a los cánticos de los demás con una sonrisa y otros atravesaban el mar de personas con cara de inseguridad e incluso miedo aunque no podríamos concretar si era miedo de lo que los manifestantes les pudieran hacer o de lo que el ejército podría hacer al clamar un derecho tan básico y casi arrebatado.

De repente, se escuchó un disparo y después, se desató el pánico. La gente gritaba y corría por todos lados intentando salir por las calles principales en las cuales los militares se habían puesto rígidos, tenian el casco con carcasa puesto y con el arma en las manos y los dedos en el gatillo listos para disparar aunque Yara no oyó en ese momento ningún disparo más. Lo único que veía eran bombas de humo de colores brillantes, que no hacían otra cosa más que no dejarle ver dos metros por delante. Se había quedado estática con los pies plantados en el frío asfalto con mueca de terror en la cara. La gente la empujaba y tras varios intentos por mantenerse en pie cayó al suelo, sintió un fuerte pisotón en el estómago del cual instintivamente se llevó la mano libre que le había quedado de protegerse la cabeza a la zona y sintió una gran punzada de dolor.
¿Cómo voy a salir ahora de aquí? Se preguntaba, habían pasado unos minutos en los cuales el humo no se había disipado y se habían oído dos nuevos disparos y aunque empezaba a haber un poco menos de gente seguía sintiendo cada pocos segundos algún pisotón en su cuerpo. Se oía un ruido ensordecedor de gritos y nombres en los que distinguió algún color, suponía que estarían intentando evacuar la zona pero viendo las dimensiones que empezaba a tomar esto, lo veía bastante complicado. La gente corría sin rumbo fijo con la única meta de salir de todo aquello. Pudo abrir los ojos un par de veces y veía a policías aporreando a gente en el suelo. Él humo no le dejaba tener abiertos los ojos más de cinco segundos y le empezaba a costar respirar, tosía violéntamente y tuvo que contener un principio de un par de arcadas. Se intentaba incorporar pero no podía hasta que casi al borde de perder el conocimiento sintió que alguien tiraba de su brazo haciéndola levantar y cargándola en el aire gritando algo que no podía entender. Ni siquiera abrió los ojos, le dolía demasiado, sólo sabía que la estaban ayudando a salir de ahí y era lo único importante en ese momento para Yara. Lo que le pareció una eternidad no habían sido más de dos minutos en los cuales alguien la estaba llevando lejos del ojo de la tormenta. Cuando estuvo en un sitio un poco más alejado y las grandes nubes de humo se hubieron disipado abrió los ojos para ver quién la estaba cargando. Se encontró con unos ojos verdes profundos que iban mirando el camino de desalojo pero cada pocos segundos la miraban con preocupación, tenía un pañuelo verde alrededor de la nariz y la boca pero su capucha negra se había ido hacia atrás dejando algún rizo negro sobresalir por ella cayendo directamente en los ojos. Seguía oyendo palabras que salían del pañuelo sin comprenderlas por lo que sólo intento en vano una sonrisa que se quedó en una mueca de dolor y acto seguido cayó inconsciente en sus brazos.

El Cambio por la LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora