- ¿Has dejado que se fuera sin más? ¿Qué cojones estabas pensando? ¡Es nuestra hermana y el amor de tu vida! - Kendra entró atropelladamente en la habitacion gritando lo suficientemente fuerte para despertar a media facultad-hospital.
- Ella ha tomado una decisión y yo no me iba a meter. - su voz seguía cargada de rabia pero había una pincelada de tristeza y dolor.
- No, vale que casi mueres pero no vamos a permitir que la eches de El Cambio. - todos sus amigos empezaron a reprochar y él empezaba a sentir un gran dolor en el abdomen que hacía que se le nublara la vista.
- No la he echado, - No entendían nada de lo que había pasado - ella sigue siendo Negro pero se va a tomar un tiempo.
- Pero la van a matar a ella sola, ¿Dónde dormirá? ¿ Y si la hieren, es que no te importa lo más mínimo? - El enfado de la familia iba creciendo.
Mientras, un Robert ebrio sólo lloraba y trazaba planes para poder salir a buscarla todos los días hasta encontrarla y si tenía que morir para que volviera con ellos, estaba dispuesto.
Faltaba John, que había esperado a que todos entraran para salir corriendo tras Yara pero cuando estuvo fuera buscando con la mirada llena de preocupación no la vio, había desaparecido ya y no se atrevió a gritar ya que había militares en la zona fuera del Campus.
Tras casi una hora discutiendo tan alto que hasta algún médico tuvo que entrar en la habitación un par de veces para pedir silencio en medio de la noche se acabaron callando e intentaron dormir para a la mañana siguiente salir a buscarla.Yara caminaba entre las cloacas con decisión, Apolo había sido terriblemente injusto y sus motivos tendría para tener esa repulsión hacia los medicamentos y el alcohol pero no justificaban sus actos. No sabía dónde estaba, no tenía ningún mapa y en la noche casi silenciosa y oscura ahí abajo no se podía diferenciar ninguna zona en concreto pero sus pies no pararon. Tras un par de horas caminando y reprimiendo arcadas por el olor el sonido del toque de queda sonó y se guardó el pañuelo y el arma en la mochila y salió a la calle en la primera buena oportunidad que pudo.
La luz empezaba a aparecer en otro nuevo día gris, ella estaba muy cansada y reconoció la zona con rapidez, su antiguo piso compartido no estaba a más que unas manzanas de distancia. No lo pensó dos veces y caminó rápidamente hacia él.
Tras cruzarse con par de personas en la calle que irían a trabajar ya que la vida de los que se habían quedado no paraba llegó al portal, la puerta estaba abierta y el edificio estaba medio derruido, igual que el resto de la manzana. Subió por las escaleras con cuidado y llegó frente a su puerta, estaba medio atrancada por una estantería que quitó sin hacer ruido aunque escuchó que había movimiento dentro. Antes de entrar sacó su arma y se puso de nuevo el pañuelo, no había que correr riesgos y no sabía con qué se iba a encontrar. Pasó con cuidado y se encontró una figura encapuchada con un cuchillo en la mano que tras ver el pañuelo de color Negro lo bajó inmediatamente.- ¿Negro? - ella conocía esa voz pero no la conseguía ubicar, no veía la cara del hombre pero ya había tenido demasiados sustos como para fiarse de alguien. - ¿Eres Negro de El Cambio? No te preocupes - tiró lejos de él el cuchillo y se destapó la cara, era Marc.
Ella sólo asintió aunque el aire volvió a los pulmones, qué alegría verle ahí, él seguía luchando. No se destapó pero bajó el arma y la guardó. Miró a su alrededor, la casa estaba sucia y desordenada y había un par de ventanas rotas pero salvo eso, el piso estaba casi igual que siempre.
- ¿Necesitáis algo? Tenemos comida. - ¿tenemos? No oía a nadie más allí.
- ¿Quiénes sois? - por fin habló intentando poner voz un poco ronca y que no le reconociera y funcionó.
- Mi compañero de piso y yo, soy Marc - le tendió la mano y se la estrechó casi con una sonrisa, Erik estaba con él, estaban juntos aquí y sintió un gran alivio.
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El Cambio por la Libertad
Science FictionYara se muda a Nueva York a terminar sus estudios de piano cuando súbitamente se ve envuelta en una Revolución.