Sería cerca de medianoche cuando el corazón de Apolo se paró por un momento y se acordó de Miles. Tenía que ir a por su perro, no lo iba a abandonar de ninguna manera. Estaba enfadado, los demás líderes no devolvía sus llamadas ni sus mensajes pero eso no le iba a detener de lo más importante, su mascota. Explicó lo que iba a hacer a La Trinidad que no se opusieron pues sabían lo importante que era para él Miles y atándose el pañuelo Rojo, cogiendo una pequeña linterna, el mapa de alcantarillado de la ciudad y las armas salió al salón.
Todo estaba en silencio dentro de la sala, sabía que la mitad de la gente no estaba dormida pero estaban descansando, que era lo importante. Se encaminó hacia la puerta tras comprobar su teléfono una vez más y soltando un suspiro.- ¿Dónde vas? Ya es pasado el toque de queda. - Yara se había levantado y estaba frente a él. Hablaba casi susurrando intentando que no se despertaran los pocos que estaban dormidos.
- A por Miles. - Sus ojos, que era lo único que podía verle en la cara se veían intranquilos.
- Voy contigo. - intentó sonar firme.
- No, voy por las alcantarillas pero también tendré que hacer un pequeño camino por la calle. - le puso la mano en el hombro haciendo que ambos casi sonrieran con tristeza. - Intenta descansar, hoy ha sido un día duro y no parece que vaya ir a mejor mañana.
- No es discutible. Voy contigo. - Apolo bajó la mirada y asintió lévemente. Yara cogió su pañuelo y las armas y salió de la casa junto a él.
Bajaron las escaleras en completo silencio, el edificio donde estaban estaba casi intacto, sólo un cristal del portal estaba roto por lo que en un momento habría sido una pedrada. Vigilaron durante casi cinco minutos la calle al ver que pasaban pequeñas patrullas de militares armados. La calle estaba desierta, no había nadie y no se veía ni una sola luz dentro de los pisos, sólo las farolas iluminaban junto al cielo que brillaba con luz propia. Cuando se dejaron de oir salieron corriendo hacia la alcantarilla, Apolo la levantó haciendo palanca intentando hacer el menor ruido posible pero no lo consiguió, se oyó el sonido del metal que rugió bajo sus manos.
Rápidamente se metieron en el agujero, primero ella mientras él sujetaba la tapa esperando para pasar y cerrarla tras de sí.
Justo cuando encajó la alcantarilla se empezaron a ver luces a través de los pequeños agujeros y a oir cómo un furgón policial pasaba por encima de ellos. Se quedaron juntos un par de minutos conteniendo la respiración por dos problemas, el posible descubrimiento si hacían el más mínimo ruido y el olor nauseabundo que tenían que respirar.
Apolo sacó la linterna y el plano y se puso a trazar con el dedo como si estuviera intentando memorizarla para no tener que ir con el papel todo el rato en la mano la ruta ya marcada suavemente con lápiz.
Yara sólo le miraba esperando sus indicaciones o que empezara a andar para seguirle mientras reprimía las ganas de vomitar por el gran hedor que se instalaba en sus fosas nasales sin que ella pudiera remediarlo. Miles era importante para ella también, le quería mucho y era una de sus mayores alegrías.
Él empezó a caminar despacio sin hacer ruido por los estrechos caminos, les esperaba un largo y frío recorrido. Tras varios giros en lo que serían intersecciones grandes ya que se oían gritos y disparos en la superficie se encontraron a más de una figura dormida ahí abajo, era gente sin hogar que no había podido encontrar un sitio mejor donde pasar la noche. Apolo que iba delante guiando el camino se giró y le susurró que pasarían por encima de las personas sin hacer ruido y seguirían acelerando un poco más el paso a lo que ella sólo asintió.
Tras casi media hora andando ya se habían acostumbrado un poco al olor tan fuerte cuando él se paró sobre un pequeño haz de luz de una farola que se colaba entre pequeños agujeros de metal. Estuvo esperando a que el lejano sonido de voces y vehículos desapareciera para subir por la escalera llena de suciedad y quitar la tapa esta vez sin hacer ningún tipo de ruido que alertara a nadie de movimiento a esas horas de la noche. Salió él primero empuñando el arma y se quedó tirado en el suelo esperando a que subiera Yara para volver a cerrar. Estaban en la calle, esa pequeña plaza donde estaba el edificio de su pareja sí que había sido bombardeada esa misma tarde, se veían pequeños incendios y restos de una casa de cinco plantas que ahora sólo eran un montón de escombros. También se veían a lo lejos algunos cuerpos que habían sido retirados de la vía y se amontonaban en un callejón para ser recogidos al día siguiente, Apolo casi llora al ver el desastre que alguien había causado mientras ella ni siquiera levantó la vista, no estaba preparada para ver el horror. Se suponía que era una manifestación como las demás, no el detonante de la Guerra que aunque llevaban años preparándose, no estaban del todo listos para enfrentarla con grandes posibilidades de triunfo. Había trozos de metal y piedras por toda la acera y un olor a carne quemada que hizo que ambos tuvieran ganas de vomitar ya que sabían perfectamente qué era lo que se había quemado. Salieron corriendo hasta el portal que estaba abierto ya que todos los cristales estaban rotos, subieron las escaleras y se encontraron por suerte la puerta del piso cerrada. Apolo sacó la llave y abrió con miedo por su pobre amigo, no sabía qué se iba a encontrar realmente pero sus pies no respondían y no se movió. Yara fue la que pasó al ver la imposibilidad de él y se encontró el piso con alguna ventana rota y su amigo sentado tranquilamente en su cama que nada más verla aparecer por el umbral se abalanzó corriendo sobre ella lamiéndole la cara. Parecía que entendía la situación porque no empezó a ladrar y estaba relativamente tranquilo. Apolo entró y se encontró con la imagen tierna de Yara besándo al perro entre lágrimas y el can moviendo la cola como cuando le recibía tras un día largo trabajando. No lo pensó y se unió a la muestra de cariño con lágrimas también. Tras unos minutos de felicidad plena en la que se miraron los dos con una sonrisa real se levantó y empezó a recoger algunos objetos que necesitaba para su amigo como comida, juguetes, su cama y el bozal junto con la correa por si acaso. Tras ponerle la correa y el bozal para que no ladrara por el olor que iba a percibir en unos minutos el pobre salieron por la puerta sin mirar atrás, Yara ya estaba en la puerta agarrando con fuerza la correa aunque Miles ni se movía cuando Apolo dijo que volvía en un segundo y entró ltra vez en la casa. Salió a los pocos segundos mientras se guardaba algo en los bolsillos y emprendieron en camino de vuelta.
Volvieron a la alcantarilla con el estómago revuelto y caminaron a paso ligero con un perro que era más bueno que toda la gente del mundo junta, no se quejaba ni tiraba del arnés, iba junto a ella mientra él los guiaba con gran rapidez por el laberinto subterráneo de la ciudad.
Volvieron a salir a la superficie y pudieron respirar aire fresco tras más de media hora inhalando restos de aguas residuales y a saber qué más, no se lo quisieron ni plantear, esa era la única manera de moverse casi segura si se podía hablar de seguridad en el punto en el que se encontraban y era la que iban a intentar usar siempre que pudieran.Entraron de nuevo en el piso seguro y se encontraron de frente a Philip y Ryan apuntándoles con las pistolas fijas.
- Qué susto nos habéis dado, avisad que sois vosotros, estábamos listos para disparar - decía con un intento de sonrisa Philip mientras bajaban las armas y les ponían el seguro en silencio.
Le quitaron el bozal y la correa a Miles que se quedó sentado quieto al lado de la pequeña chimenea donde Apolo le puso inmediatamente la cama acolchada.
John se despertó y se fue corriendo a jugar con él y a acariciarle, el amante de los animales tenía una nueva razón para sonreír y eso calentó un poco los corazones de los pocos observadores despiertos.
Mientras estuviera el Pequeño John iluminando el mundo con su amor puro y sincero todos sabían que había un pequeño halo de esperanza.Al día siguiente amanecieron con un fuerte ruido de una nueva explosión junto con los primeros rayos del día que estaban eclipsados por una gran nube de humo que se estaba convirtiendo la ciudad. Desayunaron en silencio las tortitas que había cocinado John con una sonrisa. La Trinidad casi no había dormido esperando alguna llamada de regreso sin éxito. Yara tardó bastante en dormirse pero al final el cansancio la venció y durmió abrazada a William que se acomodó para hacerle hueco nuevamente con Miles a los pies.
Gabriel entró por la puerta con sigilo, se bajó el pañuelo y puso el seguro a su arma nuevamente mientras dejaba varias copias del mismo periódico encima de la mesa.
* El Cambio, inicio de una guerra*
Ese era el titular que iba acompañado con una foto en blanco y negro del grupo entero subido en un escenario que reconocieron como uno de una manifestación hacía un par de meses. El artículo narraba los hecho poniendo como culpables al grupo sin mencionar los bombardeos y los militares disparando sin piedad por orden del Gobierno. Todos contuvieron en aliento al ver la cifra de fallecidos que según decían se iría actualizando cada día con el nuevo periódico, 400 víctimas mortales y más de 200 heridos.- Si en un medio de comunicación así el Gobierno es capaz de poner esa cifra es que hay por lo menos el doble - dijo con rabia Kendra que apretaba una mano a Justin y la otra a Neal con tristeza y enfado.
- Intentemos no dramatizar ni sacar conjeturas antes de tiempo - Gabriel, la voz de la razón intentaba que los ánimos no decayeran pero era bastante difícil en esa situación de incertidumbre en la que se encontraban.
- ¡Pero nos están culpando a nosotros y ni siquiera sabemos qué ha pasado realmente! - Raven era la mujer más pesimista en el grupo aunque sus submundos venían bien para obtener información importante.
Apolo seguía encerrado en el dormitorio y Yara abrió la puerta despacio por si estaba en llamada pero él se levantó del viejo sillón y se puso a la altura de ella, que cerró la puerta tras de sí. Estuvieron en silencio unos minutos simplemente mirándose, seguían teniendo los ojos un poco rojos de explosión del día anterior pero curarían rápido, Yara levantó la mano y acarició con dulzura la mejilla del joven, que cerró los ojos apoyándose en la palma de la mano. Estaban cansados, muy cansados y esto no había hecho más que empezar. Ella se fue acercando poco a poco a él y cuando sus labios estaban a punto de encontrarse el ruido de llamada entrante del móvil les sacó de la burbuja que habían creado por unos minutos.
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El Cambio por la Libertad
Bilim KurguYara se muda a Nueva York a terminar sus estudios de piano cuando súbitamente se ve envuelta en una Revolución.