A la mañana siguiente el buen humor se notaba en el ambiente y en el desayuno improvisado el resto del grupo no tardó en hacer comentarios socarrones y graciosos de lo que habían escuchado por la noche. Todos reían menos Apolo, que pese a su buen humor tenía que mantener un poco la compostura frente a los demás y también le incomodaban esos comentarios pero no dijo nada, se dejó rascar la cabeza y alborotar el pelo por parte de Philip que no paraba de llamarle semental y campeón entre risas de los demás; y Robert, que había escuchado cada palabra, cada gemido y cada beso aquella noche, se sintió miserable, tenía envidia de los dos, de Apolo por yacer con la mujer más increíble que había conocido nunca y de Yara por recibir todo el amor y cariño del mismísimo hijo de Zeus, su gran devoción y deidad, pero en el fondo se alegraba por ambos de verles felices juntos.
La reunión del grupo ese día comenzó con la planificación de esa misma noche para hacer estallar varios edificios del Gobierno cuando algunos generales del ejército estuvieran reunidos. Robert no paraba de poner pegas diciendo que era una misión bastante difícil y tras varios comentarios afilados de Apolo y de R, el líder acabó echándole de la reunión casi empujándolo escaleras arriba. Ambos subieron mientras Gabriel se quedó a cargo de explicar los planes a los demás que ya estaban demasiado acostumbrados a las peleas entre ellos dos.
- ¿Se puede saber qué te pasa? - R se sintió embriagado y sintió su pantalón a punto de estallar al poder oler de cerca al rubio que claramente olía a sexo ya que no se había podido duchar todavía - ¿No recuerdas la conversación de paz de Yara? - el líder bufó molesto ante la sonrisa cínica que puso Robert en sus labios.
- La recuerdo perfectamente pero eres tú el que siempre está tocando las narices y poniendo pegas a absolutamente todo - R necesitaba ir al baño, le tenía realmente cerca y sólo bastaría con agarrarle del cuello para besarle. - Te lo dije hace más de diez años, y más de una vez en ese periodo de tiempo, los que estamos aquí estamos porque creemos en la causa, si lo ves como una pérdida de tiempo, perfecto, pero no te quedes, vete. ¿Qué haces aquí si no crees en El Cambio y en la Libertad?
- ¿Vuelves a echarme? Creo que perdí la cuenta a la número cien. - intentó sonar gracioso pero acabó siendo patoso, el rubio le miró y pudo ver el odio en sus ojos aunque estuviera callado.
- ¿Por qué insistes siempre en quedarte? ¿Qué mierdas te ata aquí? - tenía el semblante muy serio, ahí estaba el líder Rojo, Apolo, una persona adorable y maravillosa capaz de ser terrible y temible.
- Tú, tú eres la única razón, siempre has sido tú. - se sentía roto al ver que el líder no se inmutaba por lo que una vez ya roto, siguió hablando. - A mis amigos y familia les podría seguir viendo pero no a ti. - Apolo frunció el ceño, no entendía sus palabras - además, - intentó acariciarle la cara pero el rubio se apartó casi con desprecio antes de que las yemas de sus dedos pudieran tocarle pero él continuó - estaré a tu lado en tu último aliento. - esas últimas palabras salieron casi en un susurro y causaron el efecto contrario al de dulzura que esperaba, las pupilas del líder se dilataron y su cara formó una mueca de horror y el moreno al intentar acariciarle de nuevo se llevó un manotazo.
- No te atrevas a hablar así, vete, no te quiero aquí, estoy harto. - estaba muy enfadado, había sobrepasado una de las líneas invisibles y R al ver su reacción casi desproporcionada se sintió envalentonado para seguir hablando y no hacer caso a su Dios particular.
- ¡¿Es que no te das cuenta que los estás guiando hacia la muerte?! No van a conseguir nada, sólo que les maten, y tú les pones la soga al cuello de una muerte que no debería llegarles todavía. - ahora él también estaba enfadado - y no me voy a ir, me quedaré para verles morir y si hace falta, para morir con ellos, contigo. Eres un suicida y eres imbécil al no darte cuenta que estás arrastrándote a la muerte, - le agarró del cuello de la camisa acercándose sin darle tiempo a apartarse, casi se pierde en su océano azul pero se controló y obligó a seguir hablando - ¿cuánta gente querida más tiene que morir para que te des cuenta que es una causa perdida? - ese fue el límite de Apolo, hablaba de la muerte de sus amigos casi culpándole cuando no obligaba nunca a nadie a hacer algo que no quisiera. Apolo sentía odio, asco y desprecio profundo por el hombre que había ante él y no dudó en dejárselo claro una vez más soltándose del agarre con mucha brusquedad.
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El Cambio por la Libertad
Ciencia FicciónYara se muda a Nueva York a terminar sus estudios de piano cuando súbitamente se ve envuelta en una Revolución.