Del pasado y del presente, de la vida y de la muerte.

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Después de aquella extraña conversación, no he tenido la valentía de preguntar nada más, así que me fui a las tiendas de campaña que hay en el jardín para los seres cuyas habitaciones fueron destruídas. Por suerte o por desgracia, la mía es una de ellas.

Briza me recibe con un abrazo que no me espero y me mira, llorosa.

-¡Vadaro, estás bien! Pensé que los dragones os habían atacado en el Bosque Maldito.

-No... sin embargo estoy preocupada por Dov. No sé si esos lagartos sedientos de sangre han pasado por la casa de Chew.

-Según tengo entendido, un herrero le forjó hace años una armadura especial y Dov pidió a Chew que se la guaradaram aunque no lo sé a ciencia cierta. Sea como sea, estará bien.

-¿Y si lo han hecho preso? Además, Titus me ha contado...

-Lo sé -me interrumpe ella.

-¿Cómo...?

-Dov me contó que puedes usar la telepatía, que eras capaz de hablar fluído con él. ¿Me dejarías analizar tu sangre?

-Sí, supongo...

Ella sonríe y me guía a lo poco que queda de la enfermería. Las columnas, las paredes, están medio derruídas y las dos o tres camas que quedan están ocupadas por un unicornio y varios grifos. De detrás de una cortina blanca, trae consigo una jeringa con la que me sacará sangre.

-Se supone -dice mientras me saca una muestra lentamente- que sólo los seres de sangre real pueden usar correctamente la telepatía. Aunque he de decir varias cosas. Al haber cambiado de aspecto, por raro que parezca, sigues conservando tu sangre de centauro y, por otro lado, se han dado algunos casos por todo el mundo, contables con los dedos de una mano, de seres excepcionales que podían manejar este poder sin ser de la realeza.

Según Briza me cuenta, hubo un humano, un degenerado que mató importantes Reyes del bosque -bosques tan diversos como Ibrenis, Abross u Osivia- y se inyectó en vena la sangre de éstos para poder adquirir poderes de telepatía y así dominar al resto de humanos. También hubo un aventurero conocido como el Vacío, que afirmaba tener dichos poderes, aunque nunca se demostró.

En menos de media hora, Briza vuelve sonriente de la enfermería, aparentemente orgullosa del resultado.

-¿Y bien? -digo, entre impaciente y preocupada.

-Antes tenemos que hablar con Titus.

Me toma de la mano con toda confianza y echa a correr hacia la zona común que hay en el jardín. Allí, junto a sus tres gatos, Titus llora.

-¿Qué ocurre? -corro a su lado y lo abrazo. No sé si debería hacerlo, pero ya da igual.

-Coast. Ha muerto -sonríe amargamente a la par que abre sus manos y me muestra el cuerpo inerte del ave.

-Lo... lo siento... -digo mientras acaricio la cabecita del loro.

-On, no -dice él-. No te sientas apenada... Todo ser nace para morir, después de haber dejado su legado. He de hablar contigo, Vadaro, antes de que os vayáis.

-¿De qué se trata?

-Verás... me siento obligado a contarte la verdad. Por mi culpa has muerto y, siendo mi amiga y la de Dov, todo lo que sabes de nosotros es mínimo medio mentira -deja el cuerpo de Coast en el suelo y me toma las manos.

>>Dovarokerah no era huérfano cuando llegó a la OPBI, sino que vino pidiendo ayuda, pues sus poderes de dragón habían sido debilitados por la sustancia 115. Daba igual de dónde viniera, de qué huyera, la OPBI le dio su acogida. Dov es el verdadero Rey de los dragones y por ello puede usar la telepatía. Yo le enseñé a usarla a pesar de que yo no puedo manejarla. Su esposa, Rekiwar, estuvo con nosotros durante algún tiempo y, lamentablemente murió. No conozco las razones, el cuándo o el por qué, pero Rekiwar nos dejó, tal como hoy lo ha hecho Coast. Cuando Dov muera, dentro de muchos eones, su hijo se ha de convertir en el verdadero Rey de Heme, su Reino, y tras él los hijos de sus hijos. Sin embargo, parece que alguien ha usurpado el trono al regente y tiene algo en contra de Dov. Se cree que, al no ser el verdadero Rey, el dragón que ahora ostenta la Corona de Heme siente celos de Dovarokerah y por ello hará rodar su cabeza por los suelos.

Cuando ha terminado de contar su pequeño trozo de "verdad", mi mirada anda clavada en el suelo, mirando los ojos vacíos de Coast y la congregación de hormigas hambrientas que se ha formado a su alrededor.

-Briza lo sabía, pero por petición de Dov, no se le contó a nada a nadie que ingresara en la OPBI después de su llegada.

-No importa -digo con desgana.

Mi vida ha dado muchas vueltas desde que aquel día Ulric desaparecerá. Dov, Briza, Titus... todos ellos lo son todo para mí ahora y ni siquiera conozco la verdad sobre ellos. Sólo soy una engañada más -una lárgima baja a toda velocidad por mi mejilla.

-La vida de Dov depende de lo que los demás sabían. Cuando se extendió el rumor de que era el verdadero Rey de los dragones, sus "súbditos" vinieron a por él -dice Briza, tomándome de los hombros. Me zarandea un poco y clava su mirada en la mía-. Te necesitamos... te necesita.

-¿Por qué yo? ¿Qué he hecho para que toda yo dé un vuelco? Mutaciones, muerte, incendios y resurrección, todo ello para nada -gruño en tono de queja.

-El destino lo quiso así -dice Briza.

-¿Destino? Briza, no seas ridícula. Esta pobre chica ha pasado de todo ¿y tú lo justificas con el destino? No, Vadaro -dice Titus-, será cosa de la casualidad, del camino que hayas tomado... el Espíritu te necesita -¿el Espíritu...? Ah, Corina.

-Pero... ¿qué pinta Corina en todo esto? ¡Aún no lo entiendo!

-El Espíritu ha de unir los pueblos, joven centauro -dice una voz que no conozco. Me giro hacia donde proviene esa voz y encuentro a un caballero de oscuros ropajes-. Se supone que cuando el Espíritu se hospeda en tierras hostiles, lo hace por el bien de sus habitantes.

-¿Cómo es entonces que no salvó la vida de la Dama Blanca?

-Sólo el Espíritu lo sabe. Además,  Ella no ayuda más que a quien considera que debe ser ayudado. A menudo busca el amor de los seres del bosque, su ayuda, su comprensión, su protección... Vos, Sana -dice mi verdadero nombre y un escalofrío me recorre de pies a cabeza-, le brindásteis todo ello. El Espíritu está en deuda con vos.

-¿Quién sois, caballero de negra armadura? -digo, algo asustada de que sepa tanto de mí.

-El hijo de la Muerte -susurra, oculto bajo su yelmo.

Las Crónicas de SanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora