-Mi nombre es Dyron de Telhain, Caballero de la Rota Armadura. Mas mi espada está en el mismo estado -desenfunda una espada partida en dos-. Su nombre es Firael y está a vuestro servicio.
-¿A-a mi servicio? -digo sin comprender nada.
-Dyron, viejo amigo, hacía tiempo que no te veía por estos lares -dice Titus con total confianza. A su lado, el hada Afi, una de los Siete Fundadores, lo saluda también.
-Sí -responde secamente.
-¿Qué hacéis aquí? -dijo Titus sin inmutarse de la frialdad del caballero.
-El Espíritu me ha llamado.
-Briza -digo-, trae a Corina.
Ella se marcha hacia otra zona del jardín y nos deja a solas. El Caballero de la Rota Armadura me mira con expresión seria desde su yelmo. Siento curiosidad por cómo es su cara. ¿Cómo serán sus ojos? Briza vuelve en un rato que se me hacen horas, irrumpiendo en mis pensamientos. Corina viene de su mano. Sonríe y me abraza por la cintura.
-Caballero -dice cuando lo ve, en un tono inusualmente serio-, habéis llegado. ¿Fue duro el viaje?
-No, mi señora. Tan solo sufrí un ataque de un par de orcos que intentaron devorarme.
-¿Los matásteis?
-Sabéis que no. Además, Firael sirve a la justicia...
-Y la justicia no ha de ser sinónimo de muerte -dicen ambos a la par.
-Siento... interrumpir este reencuentro tan bonito... -una voz ajena a la conversación hasta ahora, participa de pronto- pero... ¿os importaría... llevarme a la enfermería?
Briza se da la vuelta y yo con ella. Dov está tirado en el suelo, a nuestros pies. La ninfa se lanza junto a él y desde allí me grita:
-¡Tráeme el botiquín, RÁPIDO!
Yo no reacciono. No me puedo mover, pero oigo cómo Dyron echa a correr. Mis ojos se humedecen y caigo al lado de Briza. Corina pone una de sus manitas en mi hombro y la miro. Ella sonríe dulcemente y se hinca de rodillas junto a Dov. Su pecho sube y baja, entrecortado. Ella coloca sus manos en el pecho escamoso del dragón. Una luz emana suavemente entre las escamas y poco a poco, esta luz se hace más fuerte. ¿Qué está haciendo? Dov jadea, parece que le duele el pecho.
Dyron llega corriendo ante nosotras con el botiquín, pero se detiene en seco. Tira el botiquín al suelo y viene corriendo. Al igual que nosotras antes, se posa frente a Dov. Extiende sus manos junto a las de Corina y Dov gime más fuerte. ¿Qué está ocurriendo?
Dyron mira al cielo y hace una mueca con la boca.
-Ha tenido que llegar en el peor momento. Pronto anochecerá: el Sol está apunto de irse y la Luna no llegará hasta dentro de un rato... No podemos perder más tiempo.
-Dyron, apurad el poder del Sol que ahora podéis tomar y terminad el hechizo a la luz de la Luna -dice Corina.
-Sabéis de sobras que para mí no es posible. Incluso yo tengo mis limitaciones -contesta a la par que sus ojos se vuelven dorados y su pupila desaparece-. De todos modos lo intentaré.
Corina se aparta y nos toma de las manos a Briza y a mí para que la sigamos. Dov grita fuertemente, parece que lo esté matando por dentro, pues no sale sangre de él. Dyron mira al cielo y recita:
>>De las entrañas del Sol,
del abrazo de la Luna;
Sanad pues sus heridas,
heridas del corazón.Pues son tus rayos, Sol amado,
Son tus noches, Luna viva;
Los que junto al río,
hacen el día más calmado.