Del perdón sincero.

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Baja la mirada casi inmediatamente. Se acerca despacio al cuerpo y me roza la mejilla con su hocico.

-Empieza -susurra con voz ronca y la luz vuelve a nosotros.

Su mirada está vacía, su pecho no se mueve. El hecho de saber que Bel anda por ahí no me alivia y la propia mirada impaciente de Corina, de nuevo visible, tampoco es un apoyo.

Mis manos se deslizan, como poseídas, entre la ropa destrozada de la pequeña. Ni siquiera sé qué estoy haciendo. Solo sé que la magia estática es muy fuerte.
A medida que me acerco a su pecho, la luz que nos une mágicamente a Dov y a mí comienza a oscurecerse. La niña reacciona al fin. Se convulsiona varias veces y escupe sangre.

-Gírala hacia un lado, no podemos permitir que se ahogue ahora -digo en voz alta para que cualquiera de mis dos acompañantes ejecute la orden. Dov la mece hacia la izquierda, haciéndola rodar por la tierra seca-. Gracias.

Tose.
Respira muy forzadamente, pero al menos respira.

Mis brazos se cansan, una cantidad bestial de magia está pasando de nuestros cuerpos al suyo. Y eso pasa factura.

Sus dolores comienzan a introducirse en mí debido al intercambio de energía.
"Técnicamente, estamos cambiando nuestra magia por su dolor", dice Dov con algo de esfuerzo. Aprieta los dientes con furia.

¿Estás llevándote toda la carga?

"No. Ojalá pudiera."

Basta. Podrías morir.
Ni caso.

De pronto -y dándome un susto digno de ataque al corazón-, los ojos de Carrie se abren, mostrando unos ojos llenos de furia y una cantidad inusual de sangre.
La niña trata de levantarse por sí misma, zafándose de mis manos y apartando a su hermana con brusquedad.

-¿A DÓNDE CREES QUE VAS? -le grito cuando apenas ha dado dos pasos.

-¿A ti qué te importa? -contesta, igual de repelente que siempre, con una voz ronca.

-Te acabo de salvar la vida.

-Por mí como si no lo hubieras hech--

El puñetazo hace que la última palabra se quede en el aire por un instante. El silencio espeso del bosque hace que haya sido incluso más sonoro de lo debido. Cae al suelo.

-Discúlpate -dice Corina, severa. A Carrie parece hacerle gracia-. He dicho que te disculpes.

No hay respuesta. Ni siquiera un ademán de levantarse.
Le propina otro golpe.

La sangre vuelve a brotar.
La toma de la mano y la levanta por la fuerza. La empuja hacia nosotros y la retiene con sus manos. Está tan débil que ni siquiera trata de resistirse.

-Tch -escupe a los pies del dragón-. Acabemos con este circo de una vez.

Tanto desdén en sus palabras hace que me hierva la sangre.
Corina la toma de la cara y le susurra: "Date por muerta".

Aprieta sus manos y ella empieza a gritar. De sus brazos empieza a salir una especie de vapor ardiente a la par que su piel se torna roja, casi iridiscente.
Carrie empieza a romperse. Sus extremidades se resquebrajan como si fueran de cristal fino y de entre los huecos que dejan, comienzan a salir las almas de todos aquellos a los que había asesinado.

Corina llora. A ella le duele tanto como a su hermana esta tortura.

-¡BASTA, BASTA, POR FAVOR! -grita al fin, estallando en llanto- ¡Suéltame!

Carrie se gira sobre sí misma, dejando caer algunos trozos del torso. Abraza a su hermana y por unos instantes, deja de romperse para dejar paso a un aura que las envuelve.

Perdón.

Las Crónicas de SanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora