De un ataque inminente.

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Después de que ayer discutieran durante gran parte de la madrugada, Dov está más serio de lo normal. No sé quién lo amenaza ni por qué, pero es mi amigo y lo defenderé sea cual sea el problema.

Chew nos ha dejado dormir en su casa todo el tiempo que sea necesario mientras los dragones deciden qué hacer. De eso ya hace un par de días.

El tiempo ha pasado muy lento desde entonces. La verdad es que estos días me he aburrido un poco quitando las dos explosiones que causó esa marmota peluda. Recuerdo una en especial en la que Felontus tuvo que apagar el incendio que ésta provocó. Luego Dov lo regañó como si fuera un crío a su cargo -y eso que, según tengo entendido, se llevan 1200 años siendo Chew el mayor-. Sin embargo, yo he pasado la mayor parte del tiempo en el jardín con Rek y Fel. Quiero conocerlos mejor y estar dentro del Gran Árbol me produce claustrofobia: es una casa poco espaciosa y el desorden ocupa demasiado de ese espacio.

Ahora estoy en el jardín, viendo cómo Chew mezcla cosas en un vaso alargado en sus Experimentos Semanales al Aire Libre -lo que significa que la reacción huele mal y no nos quiere matar por el hedor- junto a Dov, Rek y Fel, que lo vigilan para que no haga de las suyas y mientras que Lau y Lara hacen prácticas aéreas.

Chew termina de vaciar unos recipientes en el vaso y la sustancia comienza a subir y a burbujear. Fel y yo aplaudimos y Chew hace una reverencia, con la casualidad de que  no ha soltado el vaso y se está echando lo que sea en el pie derecho. Por lo visto está bastante caliente porque empieza a dar saltitos a la pata coja y el vaso se le cae al suelo, haciéndose añicos. Al ver la disparatada escena, Lau y Lara aterrizan cerca de nosotros y se acercan intentando ayudar mientras que Rek y yo reímos.

-Esta marmota no gana para vasos de cristal -carcajea Rek y yo con él.

-¡Callaos! -lloriquea él desde el suelo.

-No seáis crueles -dice Lara.

Entonces me giro como si alguien me estuviera mirando y los descubro. Night... y no viene solo. Ella echa a correr hacia mí y el resto del mundo da igual. Nos abrazamos más fuerte que nunca y ella susurra:

-No nos volverán a separar.

-Jamás -contesto yo y luego me dirijo a  Night- ¿Qué hacéis aquí? ¿Cómo nos habéis encontrado?

-Está claro -sonríe-, los hombres-lobo tenemos una buena vista y un buen olfato. Simplemente seguí vuestro rastro.

-No llevo tanto sin ducharme -dice Chew y todos reímos.

-Pero... ¿por qué?

-La niña te echaba de menos y estuvo berreando desde que os fuisteis. Las opciones eran encontrarte o cortarme las orejas.

Ella sonríe, aparentemente orgullosa y yo la tomo en brazos.

-Vadaro -dice Dov en tono grave, un tono que acostumbra a usar últimamente y que no me gusta nada- debes devolverla al castillo. Es peligroso que se quede.

-¿Por qué? -dice Corina, ofendida.

-¿Quieres que un ejército de dragones te fría el culo? -dice Rek.

-No...

-Vadaro, por favor, llévatela lejos. Partid ya. Night, acompáñalas.

-S-sí -dice él.

Cojo mis cosas de casa de Chew y me voy con la cabeza bien alta. ¿Quién se cree? Puede que Night y Corina hayan hecho cientos de kilómetros para verme y los echa como perros pulgosos. Está muy raro desde que llegó aquí y los demás no tenemos la culpa.

-Es por vuestro bien... -dice en mi cabeza- Os estoy alejando de una batalla que no os debería afectar.

-¿Y por qué me trajiste contigo? ¿Qué sentido tiene eso?

-Porque te necesito.

Me detengo en seco. ¿Qué?

-Es que... bueno...

-No es necesario que me expliques nada. Ya nos veremos.

-¿Estás enfadada...?

-No te preocupes por eso -sonrío levemente y sigo andando.

No entiendo muy bien qué ha querido decir con eso, pero prefiero irme y hablarlo después... Otro día, quizás, cuando las cosas esten más tranquilas.

Night adopta su forma lobezna y Corina se sube a su lomo. Yo tomo mi forma felina y echo a andar sin mirar atrás. Espero que estén a salvo de esos dragones.

...

El bosque es espeso. No sé en qué parte de Ibrenis estamos y tanto la vegetación como la fauna me son desconocidos. He oído el silbido de un basilisco y la piel se me puso de gallina. Es bien sabido que los basiliscos petrifican con la mirada y llevar la cabeza gacha ha sido la peor idea que he podido tener nunca. Ahora me duele el cuello y creo que mis compañeros corren la misma suerte.

Apenas hemos hablado durante el trayecto. Tampoco tengo ganas de contar nada. Estoy cansada de dar tantas vueltas sin sentido. Yo vivía tranquila en el arroyo con Ulric. Amaba mi vida. Vigilar el arroyo con Ulric y a casa. Leer un buen libro, mirar el fuego de mi chimenea o incluso leer un libro al abrigo del fuego. Aquello era lo más maravilloso que había. Cuando Ulric se fue buscando la paz, toda mi vida se complicó. Luego conocí a Corina, a Dov y a Night... incluso a ese hurón tan gruñón.

Aun así, después de todo, estoy cansada. Sólo quiero retomar mi vida tal como la dejé... Como si nada hubiera pasado. Jamás volvería a ser Vadaro ni una werecat ni una integrante de la OPBI.

Sólo sería Sana, como siempre he sido.

-Es casi medio día. ¿Paramos a comer? -sugiere Night en un susurro.

-Está bien -respondo.

Nos sentamos cerca del tronco de un árbol. Entre mis pertenencias, tengo unos trozos de pan de cebolla que Chew me regaló. Es pequeño pero creo que sirve para los tres. Lo parto en tres trozos más o menos iguales y le doy a Corina uno, luego a Night el más grande y para mí lo que queda.

-Gracias, Vadaro -dice Night y se lleva el trozo a la boca-... ¿Qué es eso?

Afino el oído y cierro los ojos para concentrarme mejor. El viento... las ramas chocando unas con otras... el batir de unas alas. Suena fuerte, así que imagino que deben ser unas alas poderosas... Miro al cielo y sobre nosotros pasan muy cerca de las copas de los árboles un grupo de cuatro o cinco dragones.

-Van hacia el Sur... en dirección al castillo -dice Night.

-Tenemos que llegar antes que ellos -me levanto y cojo a Corina-. ¡Vamos, Night!

Ambos echamos a correr mirando al cielo. No sé cómo lograremos alcanzarlos, pero tenemos que llegar al castillo sea como sea y avisar antes de que lo destruyan.

Las Crónicas de SanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora