Del día de antes.

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Todo mi cuerpo vuelve en sí, como si el tiempo, las heridas, lesiones y contusiones a lo largo de tantos años hubieran sido fruto de mi imaginación. Me siento capaz de todo, libre de poder volver a correr, fuerte y a la vez renovada. Me siento más joven. Es extraño pero reconfortante.

-Sana... -Briza me mira, esperanzada- Tienes que ver rápidamente a Titus.

Me levanto de mi lecho de hierba, que se ha quedado con la forma de mi espalda. Ésta estará, probablemente, tintada de verde por la sabia. Junto a mis compañeros, me dirijo a ver al Fundador y, al encontrarlo le muestro mis respetos, no sólo por permitir que se me diera tratamiento mágico en esta situación, sino por ser también un gran amigo.

-Lavanta la cabeza, niña, y mírame a los ojos. No te humilles ante mí, pues soy igual que tú, un luchador más -dice orgulloso.

-Titus, me siento como nueva, como si fuera otra yo mejor. Me siento fuerte, lista para lo que se me venga encima.

-Eso es genial -dice en un tono grave.- Mañana hemos de partir a la batalla sin falta. Es la hora culminante. En unos días todo habrá acabado si no matamos a esa... -se contiene de decir vulgaridades con una fuerza indescriptible. Siente rabia, mucha rabia.

-Respecto a Corina... ¿cómo haremos que se acerque a su hermana?

-Puede haber un enfrentamiento entre ellas y eso me preocupa -dice Dov.- En un cara a cara, Corina lleva las de perder.

Todos asentimos. Es demasiado pequeña para saber luchar con destreza... Pero ser pequeña también tiene ventajas.

-Siempre podemos... No sé, recurrir a una solución no-violenta -agrega Briza y la miro con seriedad.

-¿No ha quedado claro que las palabras no le importan? Nada funciona con esa niña. Quiere una batalla y la va a tener -Desvío mi mirada hacia Titus, conteniendo en parte mi impotencia-. ¿Están todos enterados?

-Hasta el último gnomo. Contamos con un buen Ejército, pero los dragones son fuertes y, a fin de cuentas, la disputa se reduce a las chicas -contesta, acariciando uno de sus gatos mientras que con la otra mano se acaricia la barba.

-Los dragones no son un problema -dice Dov.- Están todos condicionados por algo que hay bajo el Gran Árbol. Si lo destruímos durante el fragor de la batalla, cuando nadie se dé cuenta, quizá podamos poner a los dragones de nuestra parte, ya que es lo único que los ata a Carrie.

-Creo que es lo más sensato que he oído en mucho -dice el fauno, aparentemente encantado con la idea-. Muy bien, busca voluntarios para bajar allí...

-Me ofezco -doy un paso al frente.- No creo que sirva más con la espada que ayudando a Dov -Briza asiente. Que nuestras magias conecten es algo a tener en cuenta a partir de ahora.

-Bien, bien, me gusta ese entusiasmo, pero ¿y Corina? ¿No deberías ser tú quien la proteja? Pensé que era eso lo que querías -dice pensativo.

Eso me pone en un aprieto.

-¿Y si llevo a la niña conmigo? -se me ocurre de pronto- Estaremos ocultos de la pelea y eso la mantendrá a salvo, ¿no?

-En cierto modo sí -sonríe, resuelto.- Está bien, está bien. Os llevaréis a la niña y a algunos más a ese calabozo y erradicaréis la fuerza que molesta a los dragones.

-Ahora que lo pienso... -dice Briza, que hasta el momento no había intervenido apenas- si Dov es un dragón, ¿no le molesta igual que a los demás?

-Claro que sí, pero sé controlarme -dice, sonando un poco sobrado.

-Quizá la magia de Vadaro te ayude a controlarte mejor -dice Titus. Imagino que habrá leído en nuestras mentes todo lo sucedido en la tienda-. Así es, pero no os confieis -me susurra en la cabeza. Dov también lo habrá escuchado por la expresión de su cara.

-¿Cuándo saldremos? -pregunta Briza.

-Al alba, como es costumbre. Es de vital importancia aprovechar cada hora de sol posible. Ella es más fuerte en la noche y la madrugada.

Los acontecimientos con Dyron y aquel día en que Corina se fue sonámbula lo demuestran. Estuvo apunto de matarnos pero la vencimos, lo que quiere decir que algún punto débil tiene. Eso corre en nuestro favor.

-Sana, ¿no quieres ir a ver a Corina? -pregunta Briza de pronto. Con tanto ajetreo casi no la he visto. No le dejaban entrar a mi tienda con tal de no hacerla sufrir mientras yo me curaba.

-Claro -dijo algo seca. Tengo tantas cosas en la cabeza que me cuesta poner el tono de voz adecuado. Parezco fuera de mí.

No es necesario caminar mucho para que la pequeña me identifique entre el gentío y me abrace con fuerza.

-¡Vadaro, Vadaro, Vadaro! -exclama, aferrándose a mí. Está palida, más que la nieve, y sus ojeras son muy profundas- ¿Te has curado? ¿Te duele algo?

-Tranquila, pequeñaja, todo irá bien -la despeino con todo mi amor. Me preocupa verla así. Aun estando tan débil, ha salido corriendo para abrazarme-. Estoy bien, ¿sabes por qué? -Niega con la cabeza.- Porque estamos juntas otra vez.

Sonríe todo lo que puede, pero con lo enferma que parece me da miedo que se desplome aquí mismo.

-Corina, ¿sabes qué va a pasar? -digo en tono un poco más serio del normal. Es hora de hablar las cosas claras. Niega con la cabeza.- Tenemos que hacer que tu hermana se vaya y... tú con ella -apenas un hilo de voz me deja terminar la frase y los ojos se me llenan de lágrimas. Me abraza con serenidad.

-Tengo que hacerlo por vosotros. Me la llevaré -sonríe con el dolor en sus ojos.

-Entiendes que te deje ir, ¿cierto? -baja la mirada sin decir nada más- No quiero separarme de ti.

-Ni yo de ti, Vadaro... -se ha aprendido mi nombre...

Una sonrisa se escapa de mi corazón. Acaricio su mejilla y una lágrima roza mis dedos. El alma se me parte en dos. No llores ahora...

-Aún no es la despedida. Guarda tus lágrimas para cuando las necesites.

Las Crónicas de SanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora