Llevamos un rato andando. Me duelen los pies e imagino que a Corina también porque no deja de preguntarme que cuánto queda para llegar a casa. Apenas hemos pasado el poblado del Este. Suspiro. No sé qué hacer ahora. Estoy un poco perdida. He recuperado a Corina -y la verdad, me ha sido bastante fácil- pero ¿sólo tengo que protegerla? ¿Protegerla de qué? Obviamente, con el aprecio que le he llegado a tomar, la resguardaré de cualquier peligro, pero si no me dicen a qué me enfrento, difícilmente puedo cumplir mi misión.
-Sana.
-Sé que a lo mejor te cuesta acostumbrarte pero, por razones de seguridad para ambas, necesito que me llames Vadaro.
-Lo siento...
-No pasa nada -esbozo una sonrisa y ella sonríe también, aunque su ánimo me resulta algo apagado.
-¿A dónde vamos?
-A casa.
-¿Al río?
-No -hago una pausa para llamar su atención-, a una casa de verdad.
Ella me mira atenta y durante un rato me pregunta seguidas veces que a qué me refiero. Para que el viaje se nos haga más llevadero, me callo y ella sigue preguntando a la par que da saltitos a mi alrededor.
No me he fijado mucho, pero resulta que ha nevado. Hace frío y se me empiezan a helar los pies. Corina está muy desabrigada. Hum... debería buscar un lugar donde encender un fuego y pasar la noche en condiciones. No quiero tener que encender una hoguera porque en esta zona hay una gran manada de werewolfs. Se verán atraídos por la luz y podrían atacarnos.Normalmente, un sujeto "normal" no se transforma a no ser que sea noche de luna llena pero las circunstancias han hecho que estos, por razones que desconozco, puedan transformarse a placer. Los hombres-lobo cuando están transformados, son seres implacables y sangrientos. No quiero tener que defenderme de ellos.
A veces parece que Corina huela el miedo porque me abraza muy fuerte y me dice: "no te preocupes, estaremos bien". Me pregunto si, al igual que Dov, puede leer la mente.Bah, ¡menudas tonterías digo!
Encontramos una cueva poco profunda, aunque ha quedado medio enterrada por la nieve. Decido retirarla y Corina me ayuda con sus manitas. En seguida se nos hinchan las manos por el frío, pero al menos hemos conseguido apartar la mayoría de la nieve. Estamos a mediados de noviembre, por lo que imagino que esto no será más que el comienzo de una serie de nevadas, cada cual más fiera que la anterior. Espero llegar a casa antes de que esto suceda.
Corina pega un salto atrás y se esconde tras de mí. ¿Y a esta qué le pasa ahora? Miro dentro de la cueva y ante mí veo a un hombre recostado en la pared rocosa. Me acerco corriendo y compruebo si sigue vivo. No me es difícil, pues de su boca salen pequeñas nubecitas de baho. Trato de despertarlo zarandeándolo pero no hay manera.
-¿Y si le das un beso como cuando las princesas duermen? -dice Corina. Me doy la vuelta hacia ella.
-¡No, por Dios! -arrugo la nariz.
-Hombre -alguien tose a mi espalda-, tan feo no soy, ¿no?
Me doy la vuelta lentamente. Parece que el hombre que yacía en la pared ha despertado. Me mira de una forma que casi me resulta desagradable, aunque reconozco que con la poca ropa que conseguí robar es hasta normal.
-¿No tienes frío? -guardo silencio unos minutos.
-La verdad es que no, pero quizá ella sí -indico a Corina que se acerque y ella me abraza.
-¿Sois hermanas? ¿Primas?
-Algo así. ¿Estás bien?
-Sí, bueno, tengo un pie dormido pero creo que sobreviviré -ríe un poco-. ¿Cómo os llamais?