Del fin del plazo.

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Después de caminar durante largo rato en dirección al claro, Dyron rompe el incómodo silencio.

-¿Te has fijado?

-¿En qué?

-En el comportamiento de los dragones. Ese tal Terros se encontraba indispuesto cuando nos habéis liberado. Además, me he dado cuenta de que, cuando uno de los soldados de Carrie no acataba sus órdenes, lo mandaban ahí abajo... Y lo pasan realmente mal.

-Dov estaba muy irritable cuando visitamos a Chew y la verdad es que Lara y Rek estaban un poco raros también... Pero, ¿qué quieres hacerme ver con eso? Es decir, no comprendo a dónde quieres llegar.

-¿No te parece demasiada casualidad? Los dragones temen esa mazmorra y se comportan extraño cuando están cerca. Por ello no se levantan contra Carrie. Este es un lugar estratégico. ¿No te resulta... curioso?

-No sé... Podría ser sólo una casualidad... Pienso que quizá te estés imaginando cosas. Al fin y al cabo, tú también has estado ahí abajo. Quizá sólo sea algún tipo de magia.

Sin darme cuenta, Corina ha salido corriendo delante de nosotros. Ya estamos en el prado donde quedaron atrás Jkolh y Briza. En breve caerá la noche y el bosque se volverá oscuro. Si esos dragones realmente nos están buscando, estamos en desventaja: ellos son más y nos ven aunque haya total oscuridad.

Rekenkail yace vendado en la hierba, dormido probablemente. Briza le habrá hecho una cura de sus heridas. A un lado, la ninfa y Xenolara hablan con Corina. Jkolh parece no estar. El Caballero y yo nos acercamos a ellas y nos dan una alegre bienvenida.

-He rezado a todos los Dioses para que volvierais sanos y salvos -dice Briza con tono de preocupación.

-Debe de haber funcionado, porque aquí estamos -sonrío.

Dyron niega con la cabeza a modo de desaprovación y se marcha a ver qué tal está Rekenkail. Briza sonríe y me dice en un tono confidencial:

-No cree en Dioses. Para él lo único similar a ellos son la Luna y el Sol. Dice que a ellos sí los puede ver y sabe que siempre le acompañan.

-Yo tampoco creo en esas cosas -hago una pausa-. ¿Qué tal estás? Veo que ya puedes mantenerte sentada -me aposento a su lado.

-Estoy bastante bien. Jkolh me hizo una transfusión importante de savia. Sin embargo he pasado demasiado tiempo sin un correcto "riego sanguíneo". No es exactamente eso, pero para que te hagas una idea de la magnitud del problema... Podría haberme quedado vegetal -ríe de su propia gracia con un aire jovial y no puedo evitar contagiarme de su buen humor.

-Espero que esos chistes malos sean fruto del delirio por tus heridas.

-¡Cielos! Seguro que lo son -ríe de nuevo. Verla feliz me relaja.

-¿Dónde está Jkolh? -pregunta Corina,que apenas ha hablado desde que Terros y yo la sacamos de aquella celda.

-Ha ido a buscar algo de comer -acaricia su mejilla y la cara de la ninfa adquiere un tono grave-. Estás muy palida, ¿qué te pasa? ¿Te sientes bien?

Frunzo el ceño mirando a la pequeña. Briza tiene razón, está bastante pálida. La enfermera se acerca a Corina y coloca sus labios en la frente de su paciente.

-Estás ardiendo... Vadaro, tráeme mis pociones, rápido.

-¿De dónde?

-Jkolh y yo tenemos un par de botijos por ahí.

Salgo corriendo a buscar lo que me ha pedido. Junto a un árbol de notable tamaño, se encuentran las jarras. Tomo una en peso y vuelvo tan rápido como puedo. Briza me lo agradece y rocía unas gotitas del contenido en la frente de la pequeña.

-¿Qué te ocurre, mi pequeña? -digo, preocupada, mientras me siento.

-Pronto será mi cumpleaños -se acurruca en mi regazo-. Me queda poco tiempo aquí.

-Está muy débil. Además, mis ungüentos y brevajes no harán gran efecto en ella. Al ser un Espíritu, lo terrenal le afecta poco.

La situación no mejora mucho con esto. Debo conseguir que Carrie se eche atrás de algún modo para ganar tiempo. Dyron me llama desde lejos y lo veo haciéndome señales para llamar mi atención. Me acerco hasta ellos y me siento al lado del dragón.

-¿Qué ocurre? -digo con tono distraído. Corina me tiene bastante preocupada.

-El Caballero y yo hemos estado hablando. En primer lugar, me veo obligado a disculparme por cómo te he tratado. Tú no tienes la culpa de que Fel... Bueno, no sé qué me pasó...

-No importa, estabas afectado por... -hago una leve pausa buscando las palabras adecuadas- Por él. Además, son malos tiempos. Se te perdona algo de mal humor.

-Lo siento -baja la mirada a modo de leve reverencia y yo levanto su hocico con un dedo.

-Nada de sumisiones. Esta guerra está por ganar.

-Y para ello, Rekenkail y yo hemos hecho acopio de leyendas antiguas que quizá podrían ser de utilidad.

>>Cierta leyenda cuenta que hace años hubo un par de niñas gemelas. Estas niñas fueron llamadas Carrie y Corina, nombres cuya inicial era C de "Corazón", pues su madre deseaba fervientemente que sus hijas fueran bondadosas con el prójimo. Las crió con todo su amor y las enseñó a guiarse por sus sentimientos y a ayudar a los demás. Sin embargo, el ser humano es libre, y como tal tiende a hacer el mal. Mientras que Corina era una niña de inocentes pensamientos y acciones nobles, Carrie se convirtió en un pequeño diablillo aficionado a las bromas de mal gusto y los daños materiales. Ni tan siquiera los duendes del bosque podían soportarla a ella y a sus travesuras. Su madre, preocupada por la maldad incontenible de aquella criatura, la llevó ante cientos de druidas, hechiceros, brujas y ante la mismísima Luna llena, mas nada hizo efecto. Ninguno de ellos supo frenar la sed de sangre de aquella niña.

La madre tuvo que prestar especial atención a su pequeña para que no dañara a nadie pues, a pesar de que muchos le habían rogado que la encerrara, ella se vio incapaz. Sin embargo, ella no podría cuidarla por siempre. Y al negarse a encerrarla o encadenarla, esto le salió caro. Su propia hija, cuchillo en mano, rasgó su cuello en nombre de Satanás. Ni el Sol ni la Luna nada podían hacer para que aquella niña volviera a ser la que fue. Así en su lecho de muerte, la madre pidió a Corina que cuidara de que su hermana jamás hiriera a nadie más. Ella prometió que por aquella causa daría su vida si era necesario.

Mas no hizo falta ninguna promesa para que la pequeña perdiera la vida. Su hermana se vendió a la edad de ocho años al diablo, rogando su aceptación. Y a pesar de haber asesinado a su propia madre y cometido más pecados que un anciano en toda su vida, Belcebú la rechazó. Tal era la desesperación de Carrie por ser aceptada por su diabólico Señor que vendió su alma y la de su hermana en un ritual.

El diablo vio en ella grandes dotes, pues aún habiendo sido rechazada varias veces, ella siguió insistiendo en su empeño y como premio le concedió la inmortalidad para causar muertos allá donde quisiera. Como consecuencia de este premio, el alma de Corina también se vio afectada. Por ser nacidas del mismo vientre el mismo día y prácticamente a la misma hora, por haber muerto ambas por la misma causa y simultáneamente, ambas fueron liberadas de las cadenas de la Muerte.

Así pues, la debilidad de una era la debilidad de la otra y cuando Carrie aparecía en la tierra, Corina era arrastrada detrás por la promesa que hizo a su madre.

-Según algunas teorías, para que Corina pueda llevarse a su hermana al mundo de los Espíritus, deben marchar juntas -dice Dyron.

-Ahora que Corina está débil, significaría que su hermana también lo está. Ahora más que nunca es cuando debemos dar el paso.

-¿C-cómo lo haremos...? -consigo decir, trastornada por la monstruosa historia.

-Deben establecer contacto y así todo se solucionará.

-¿La guerra se parará como si nada?

-No puedo decirlo con certeza... Pero es muy probable que Carrie esté usando a los dragones como simples piezas de un tablero.

Las Crónicas de SanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora