Corina se convulsiona delante de mí y yo no puedo hacer nada. Jadea y se mueve de un lado a otro. Parece sufrir.
-¿Quieres ver lo que está haciendo en su trance?
-Sí -digo sin pensar.
En seguida me arrepiento. Un espectro disfrazado de mí intenta matar a Corina mientras ella suplica por piedad. El alma se me parte en dos.
-Es lista para ser tan joven. Dentro de la categoría de espíritu, no lleva demasiadas apariciones -el espectro que antes había entrado en mí, ahora se encuentra a mi lado con un aire calmado.
No digo nada.
Corina sigue gritando y se esconde entre los árboles, evitando las puñaladas que le lanza mi imagen.-No sé cómo ha aguantado tanto -desvía la mirada hacia mí con toda la tranquilidad del mundo-. La quieres, ¿verdad?
Asiento.
Corina se resbala un poco. Cae de rodillas. Se levanta y vuelve a correr.-¿Entonces por qué no has ido a ayudarla?
- Incumpliría alguna regla, ¿cierto? -digo, indiferente. Hay que tener mucho cuidado con lo que haces al tratar con espíritus.
Parece hacerle gracia y vuelve la mirada hacia el combate.
Mi yo ficticio para a tomar aire. Para ser todo mentira, se ha tomado muchas molestias para que sea lo más real posible.-Es totalmente ajena. No sabe que estamos aquí, mirándola. No podrías hacer nada aunque quisieras. Aunque me sorprende... -hace una pausa, quizá para ordenar sus ideas- Eres la primera que no se lanza inmediatamente a ayudar al que está ahí luchando. También es que este caso es un poco especial, ¿no?
Silencio.
Corina se oculta entre las raíces de un árbol y contiene la respiración. Me acerco para ver mejor qué ocurre. No la quiero perder de vista.-Nunca había metido a un espíritu en la Prueba de Lealtad. Está resultando muy divertido, ¿no crees? Por cierto, llámame Bel.
Escupo a un lado, demostrando mi indiferencia.
-¿Cuándo piensas acabar esto?
-Tiene que morir antes que matarte.
-Sólo Carrie la puede matar. Lo único que estás consiguiendo es hacernos sufrir en vano.
-Bueno. Me alimento de sufrimiento y suelo estar bastante solo por aquí -tuerce la cabeza, mostrando una sonrisa macabra.
El "espectáculo" se vuelve aterrador cuando el espectro que hace de mí arranca las raíces del árbol poco a poco y se acerca más y más a Corina.
La oigo llorar, hipar. Está teniendo un ataque de ansiedad. Se acabó mi paciencia.-Haz que pare, ya ha tenido suficiente -digo en un tono cortante.
-No quiero.
Lanzo un suspiro pesado. La otra yo tiene el brazo en alto, a punto de terminar de romper las raíces.
Sin saber cómo, le sujeto el brazo con fuerza. Mi reflejo se queda paralizado, como si no supiera que estoy ahí.-Se supone que yo no podía intervenir... -susurro para mí.
-No dije nada sobre eso -el otro espectro se ríe cruelmente.
La rabia me recorre las venas a velocidades insospechadas y lanzo a la atacante de Corina unos metros más allá. Sin mediar palabra, nuestras miradas se cruzan en un intenso odio.
-Tú no eres yo -le digo-. Aquí sólo hay sitio para una Sana.
Tomo mi puñal y atravieso a mi espectro con furia.
Una vez desaparece, corro hacia las raíces donde se escondía Corina, pero ella ya no está.-Has sido capaz de "suicidarte" de nuevo por ella -dice Bel aplaudiendo a la par que la "representación" acaba. Le parecerá divertido-. ¡Increíble! Me habéis dado un almuerzo maravilloso -se rasca la barriga-. Bien, volvamos a la realidad.
Chasquea los dedos y, de nuevo, nos encontramos en aquella sala oscura. Me fijo en la enorme cadena que va arrastrando Bel. Si es una sombra, ¿por qué no se la quita? Dov, Dents y Chew siguen en el suelo, tal como los dejamos.
Corina ha despertado del trance. Está sudando, su respiración es entrecortada y rápida.No dudo un instante en abrazarla. Hace ademán de apartarse, pero la sujeto contra mi pecho.
-No era yo, mi pequeña, no era yo... Acabé con ella, mi niña, la hice desaparecer... -digo angustiada.
Bel ríe. Qué asco empieza a darme esa cosa.
-Está bien, está bien. Habéis pasado la prueba y todo eso -dice con letanía.
Lo miramos, confusas.
-Ah, ¿que no habíais venido por el deseo?
-¿Deseo? -preguntamos, casi al unísono.
Suspira pesadamente.
-No tengo otra que explicaros de qué va esto. De acuerdo, de acuerdo. Quizá hace años usara formalidades y cosas de esas -nos sonríe de forma burlona-, pero como comprenderéis, llevo muchos años aquí abajo y las formalidades se me han oxidado. La humedad, ya sabéis. Así que abreviaré todo lo que pueda.
>> Cuentan las leyendas que, si cruzas el Laberinto de los Siete, en su final hay una prueba desconocida que tienes que pasar y todo eso. Hasta ahí bien, ¿no?
Bueno, pues si pasáis la prueba, que es vuestro caso, corresponden dos deseos para cada una. Es justo, pues si te arrepientes de tu primer deseo, tienes el segundo para intentar arreglarlo, pero para cuando te das cuenta de tu error, sueles haber gastado ya el segundo deseo. Siendo el caso de que ayudaste a la niña -me mira, rascándose la barbilla-, seré bueno y os dejaré un deseo a cada una. ¡Y muy permisivo estoy siendo! Las reglas no dicen nada sobre la prohibición de echar una mano, pero, como comprenderás, es una prueba individual.Abre su mano y dos pequeñas bolitas de luz salen volando de entre sus afiladas garras hacia nosotras. Cada una de ellas se posa en nuestro pecho y se introducen despacio, cálidamente.
-¿Primer deseo? -hace una leve reverencia ante nosotras.
-Libera a... a... al ser que hay aquí abajo para que los dragones dejen de estar sometidos.
Sus ojos parecen iluminarse un instante, pero trata de mantener la compostura.
-¿Segura? Cuidado con lo que deseas -ríe por lo bajo.
-Segura... Hemos venido por eso.
-¡Fantástico, maravilloso, estupendo! -salta y revolotea a nuestro alrededor- Habéis metido la pata...
De un salto, sale despedido hacia el techo y lo rompe en mil pedazos. Una sensación de malestar se apodera de mí.
-Corina, creo que tenemos un problema.