Sobrevolamos en unos minutos la parte Este de Ibrenis. Envidio a los pájaros. Ojalá pudiera volvar para ver esta vista todas las mañanas. Es simplemente indefinible. Jkolh se dispone a aterrizar en un claro no muy lejano al poblado en que un timpo atrás viví. Veo a Ulric desde aquí. Me pregunto si me reconocería en mi forma humana.
Ya hemos llegado al suelo. Abrazo el cuello de Jkolh y él se transforma en oso sólo para abrazarme.
-Escucha, joven centauro, recuerda que no importa tu aspecto: siempre serás tú, vayas donde vayas, parezcas lo que parezcas. Toma -me da una funda de cuero gris azulado- cuídalo y buena suerte.
De nuevo toma forma de hipogrifo y en un par de aleteos ya está en el aire. Lo despido con los brazos en alto y luego miro la funda. Me la cuelgo a la espalda y me transformo en mi forma felina. Ya miraré luego lo que es.
-Allá vamos -me digo en voz alta para darme ánimos.
Camino sin prisa entre la penumbra. Los ruidos que me atormentaban la primera vez que pasé por aquí ahora son tres veces peores. Creo que si paso demasiado tiempo en forma de leopardo acabaré por volverme loca. Reconozco el lugar donde aquellos centauros nos llevaron hasta el poblado y trato de recordar el camino. No me es difícil llegar a la linde del campamento, pero no me atrevo a seguir. ¿Y si me quedo por los alrededores observando?
Veo a Ulric de nuevo. Maldita sea, quítate del medio, deja de perseguirme así. Lo oigo decir que van a Dárcas. ¿Para qué quieren ir a la ciudad? ¿Habrán elaborado ya el Tratado? No, no creo porque llevan armas. ¿Qué van a hacer?
Una vez echan a andar hacia Dárcas, me dedico a seguirlos entre las sombras. Mis nuevos músculos son muy fuertes y me permiten trepar rápido y saltar de rama en rama sobre sus cabezas. Avanzan sin percatarse de mi presencia, lo que creo que es bueno.
Hace ya un rato que han partido y ya casi hemos llegado a la linde del bosque. Los campos de flores quedan muy cerca y la hierba no es tan alta como para ocultarme... ¿qué puedo hacer? ¡Ah, ya sé! Me adelantaré a ellos y, aunque no sea muy honrado, robaré algo de ropa de algún tendedero. Así pues, empiezo a correr con todas mis fuerzas. Me sorprende la velocidad que llego a alcanzar, mucho mayor que la de cualquier centauro.
En seguida estoy en las afueras de la cuidad. Me oculto tras unas sábanas tendidas y tomo forma humana. Cojo un pantalón que parece demasiado grande para mí y rasgo una de las sábanas para tapar mi torso. Me visto rápidamente. Los pantalones se me caen y uso la cinta de la funda que me ha dado Jkolh para usarla de correa. Me acuerdo entonces de que no sé qué hay en ella. Desato con ciudado las cuerdecillas que cierran el estuche dejándo ver algo de madera. Lo desenfundo lentamente para descubrir una flauta travesera que parece tallada a mano. Al terminar de sacarla de su sitio, una nota de papel cae al suelo. Me agacho para recogerla y leo en ella una letra un poco desastrosa pero legible.
"Esta flauta perteneció a mi padre y antes de él a mi abuelo. La primera noche que dormiste bajo nuestro techo la toqué antes de que el sol se fuera y un pajarito me dijo que te gustó mi música." -sonrío, seguro que fue Dov- "Lamentablemente, el otro día cayó al suelo y la boquilla se astilló. He visto que eres hábil y pensé que serías capaz de arreglarla y cuidarla mejor que yo. Tocarla es más fácil de lo que parece así que imagino que con tu maña aprenderás muy rápido. Siempre a tu disposición, Titus Faunus."
Me llevo la flauta al pecho y sonrío. Creo que después de todo sí tengo una familia en ese castillo.
El sonido de los pasos de los centauros me sacan de mis pensamientos. Salgo de detrás de las sábanas y los veo pasar. Por suerte, ellos no se han fijado en mí. Los sigo con disimulo y los veo llegar al Ayuntamiento. El Ayuntamiento es donde los jefes de la ciudad se reúnen para tomar decisiones. Tocan a la puerta del edificio y yo los observo de lejos. Un hombre armado con una escopeta los deja pasar con cara de mal genio. Me acerco hasta allí, pero me cierran la puerta en las narices. Tendré que entrar por otro sitio...
Doy una vuelta cerca del lugar y veo una casa que está muy próxima a uno de los balcones del Ayuntamiento. Podría saltar desde allí. Me subo al techo de la casa desde una escalera que encuentro cerca y me coloco en el filo que separa ambos edificios. No puedo evitar mirar al suelo y me horrorizo al ver la altura a la que me encuentro. Nunca he estado a tanta altura y creo que tengo vértigo. Me transformo en leopardo para poder saltar más lejos, pero las patas me tiemblan igualmente. ¡Vamos, Sana!
Salgo a correr y me lanzo hacia el otro edificio. Abro los ojos en medio del salto y me veo llegar al otro lado. No me lo puedo creer. El salto no ha estado mal, pero el aterrizaje ha sido un desastre. He caído de lado y me he raspado todo el lateral izquierdo. Sólo espero que no empiece a sangrar. Me duele bastante y se ha puesto rojo rápidamente. La funda con la flauta ha caído un poco más lejos que yo. Me transformo en chica de nuevo y cojo el estuche. Tengo que entrar en el Ayuntamiento y enterarme de qué está pasando.
Me asomo a la ventana, pero no veo a nadie dentro... ¿dónde estarán? Bueno, sea como sea, tengo que entrar.No se abre, así que la rompo y entro por ella, con cuidado de no pincharme con los cristales rotos. Acabo de hacer una locura, pues si me descubren, se acabó. Abro la puerta y salgo del despacho. Sigo el sonido de unas voces que me resultan familiares. Imagino que será Ulric. Sigo guiándome, oyendo la voz cada vez más cerca y al fin encuentro de dónde proceden. Pego la oreja a la puerta y, a la par que vigilo que nadie me vea espiándolos, trato de escuchar qué dicen.
-Esa niña no volverá al bosque.
-Se la arrebatásteis a una de los nuestros. No tenéis ningún derecho sobre ella.
-¿Acaso vosotros sí?
-Dejadla en paz, pertenece a Ibrenis -se produce una pausa.
Oigo pasos... ¿vienen hacia la puerta? ¡No, no, no, me van a pillar! Todos mis músculos están en tensión, como la primera vez que vi a Corina. Me transformo en leopardo, pero para cuando he echado a correr, ellos ya se han abalanzado sobre mí. Grito y me resisto, clavo mis uñas en el suelo, me arrastran adentro... ¿Qué será de mí...?