De la suerte.

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Han pasado unas horas desde que estoy aquí. He dado algunas vueltas alrededor del sitio donde desperté. He encontrado mi bandolera con todas mis cosas. También he estado llamándolos por si estuvieran cerca... por si alguien me escuchara. Pero he desistido... Nadie contesta.

Los árboles son mecidos por la brisa suave. Va a anochecer. Empieza a hacer frío.

De repente, entre los arbustos, algo se mueve. Algo pequeño, pues el ruido que hacen sus pisadas es casi imperceptible.

-¿Quién anda allí? -me levanto y pongo la voz más amenazante que soy capaz. De entre los arbustos sale un cervatillo y me asusto un poco-. Eh, pequeño, ¿y tu familia? -me acerco y él tiembla. Extiendo la mano y él la huele tímidamente.  Luego se acerca y yo acaricio su lomo. Tengo la sensación de haber tocado algo similar antes.

-Te encontré -exclama de pronto y yo me sobresalto.

El cervatillo comienza cambiar de forma hasta de que finalmente se transforma en un grifo enorme y gris.

-¡Jkolh! -me acerco de un salto y abrazo su cuello.

-Pensé que nunca te encontraría. Llevamos buscándote horas.

-¿Por qué aparecí aquí sola?

-Briza dice que en algún momento del viaje te soltaste de su mano, por tanto caíste un poco más lejos que nosotros. Al no poder recalcular tu propio aterrizaje, caíste en mitad del bosque. Has tenido mucha suerte. Podrías haber caído al mar o en la otra punta del mundo. Si no fuera porque te soltaste al final del viaje, saben los cielos dónde hubieras llegado. Podrías haberte perdido en el trayecto, haber sufrido un golpe grave al aterrizar... Pero estás bien. Sube, te llevaré con los demás.

Me agarró de su lomo y él despeya en seguida. Subimos rápidamente hasta la parte alta del bosque. La mitad de él está envuelto en niebla y la otra mitad es tan espesa que no se puede ver el suelo.

-¿Ves aquella hoguera cerca de la niebla? -pregunta.

-Sí, ¿qué pasa con eso?

-Allí es donde está el Gran Árbol. Los dragones de Heme están allí. Nosotros estamos cerca de aquel claro -me señala una zona donde se ve un hueco entre los árboles.

Desvía un poco la dirección en la que vuela para compensar el vuelo y baja hasta el claro que antes me enseñó. La brisa acaricia mi pelo suavemente mientras que Jkolh aterriza. Sus grandes patas tocan el suelo y caminan lentamente entre la espesura que rodea el claro. Sus pisadas poderosas me llevan en unos minutos a un pequeño campamento improvisado. La primera en verme es Corina, que corre hacia mí, alegre.

-¡Al fin te encontró! ¿Estás bien? -me levanta un brazo y mira por todos lados. Corretea alrededor de mí, observando con detenimiento por si tengo alguna herida.

-Sí, Corina, estoy bien. Apenas tendré algún rasguño... -me interrumpe.

-Oh, oh, tienes una herida. Espera aquí, no te muevas, ¿vale? -sale corriendo y veo cómo a lo lejos habla con Briza y tira de ella hacia mí.

-¡Corina, tranquila! -exclama la ninfa, que no puede frenarla. Río. Es adorable.

-No puede esperar - la suelta a unos metros de mí y me coge el brazo derecho. Lo levanta un poco y lo gira-. Mira, mira, necesita medicina.

-¡Cielos! -finge sorpresa- ¡Rápido, hay que llevarla al botiquín!

-¡Eso, eso! -ríe, divertida, y me lleva corriendo al centro del campamento.

Briza nos sigue muy de cerca y cuando hemos llegado al botiquín -una caja de madera negra que está abierta y llena de vendajes y esparadrapos-, Corina me pide que me siente. Yo tomo asiento en un tronco caído que hay no muy lejos. Al rato, Briza me trae vendajes y un líquido amarillento.

-¿Qué es eso?

-Yodo. Te escocerá un poco, pero hará que tu herida sane antes. Levanta el brazo, por favor.

-Claro -sigo sus instrucciones y elevo el brazo. De pronto, noto que me duele.

-Está un poco infectado... Quizá te duela más de lo que pensaba.

-Qué bien. Acaba pronto, por favor.

Con un algodón, me quita algo de sangre que sale de la herida. No siento demasiado dolor, pero tengo la sensación de que aún no he de cantar victoria. Con unas pequeñas pinzas retira parte de la costra que se ha formado. El algodón ensangrentado y la costra que me ha retirado van a parar a un pequeño recipiente de cristal. Coge otro algodón y lo moja en el líquido amarillento. Lo acerca a la herida y yo me estremezco un poco.

-No te muevas, es ahora más que nunca cuando necesito que estés quieta. Grita si lo ves necesario, pero procura no moverte.

Ese comentario ha hecho que se me ponga la piel de gallina. Sin previo aviso, posa el algodón impregnado en yodo en la herida. Algunas lágrimas se me saltan y aprieto los dientes con fuerza. No voy a llorar. Me convenzo de que no duele, que sólo escocerá un poquito. Da varios toques con el algodón. Luego, coloca un esparadrapo sobre la herida y la venda. Tarda apenas unos minutos, pero se me hacen horas.

-Como nueva -sonríe y guarda las vendas que no ha usado en la caja de madera.

-Gracias -suspiro y me miro los vendajes. Hay un poco de sangre en ellos. Ahora parezco un blanco fácil.

-Se pondrá bien en poco tiempo. Ven, la comida debe de estar casi lista.

En el centro del campamento unos trozos de carne se cocinan sobre las ascuas de una hoguera de pequeño tamaño. Dyron saca la carne y la deja enfriar en las membranas del ala de Jkolh. De nuevo es aquel dragón negro. Sus ojos amarillos me miran. Dan miedo, sinceramente.

-Así que te transformas en dragón para no quemarte y saber a qué temperatura está la carne... Qué interesante -digo, sorprendida del sistema. Jkolh carcajea un poco.

-No es la primera vez que hago de mesa de comida caliente. Al menos la carne sólo deja un poco de grasa -ríe de nuevo.

-¿Queman aún? -pregunta Briza.

-No, mi piel casi ha absorbido todo el calor. Tienen buena pinta.

-Sí, huele genial - admito y me llevo una mano a la nuca.

-No he traído ninguna clase de cubiertos. Los veía una carga de peso innecesaria, así que habrá que comer con las manos.

Corina, que parece no haberla escuchado, nos mira mientras hablamos a la par que le da un bocado enorme a un trozo de carne y la rumia lentamente. Briza y yo reímos y ella simplemente sigue comiendo con cara de no comprender nada. Cada uno se sirve un trozo de carne y comemos sin demasiada prisa.

-Hoy dormiremos todos juntos. Parece que va a hacer frío y Vadaro y Jkolh nos pueden abrigar con su pelaje -dice Briza como si fuera normal usarnos de manta.

-Tomaré forma de grifo entonces. Mis alas serán más gruesas y cubiertas de pelo os abrigarán mucho más -dice Jkolh.

-¿Es... totalmente necesario?

-Sí. Si lo prefieres, Corina dormirá contigo mientras que Dyron y yo dormimos al abrigo de sus alas.

-Bueno... Está bien -miro a Dyron. Me hubiera dado mucha vergüenza tener que dormir con él. En forma de leopardo me siento totalmente expuesta-. Corina, ¿has terminado?

-¡Sí! -se relame y se seca la boca con una manga.

-Entonces vamos a dormir -sonrío y la tomo de la mano.

Escogemos un sitio cercano a las ascuas. Si hace frío, quizás ellas nos den un poco más de calor que dormir simplemente a la interperie. Me acurruco en el suelo y tomo forma de leopardo. Mi pelo crece por todo el cuerpo y mi cuerpo cambia su complexión. Me vuelvo mucho más delgada y mis patas se alargan. Mi cara se vuelve chata y me aparece una cola.

-Buenas noches, gatito -me abraza y se acurruca conmigo.

-Buenas noches, pequeña.

Le paso una pata por encima y Corina se abraza a ella. La estrecho un poquito y luego cierro los ojos.

Las Crónicas de SanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora