De las mazmorras.

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-Déjalo -Corina pone su mano en el pecho del dragón. Creo que sabe qué va a pasar.

-Pero... No puedo leer su mente.

Ambos guardias se apartan al paso del majestuoso dragón. Entra sin problemas y todos nos quedamos perplejos.
Pasan unos minutos que se me hacen eternos. ¿Dónde está?  Chew está muy atento a las partes más altas del árbol. Un rayo de luz me da en la cara y me deja ciega por unos instantes.

-Es morse -dice Chew, distraído mientras parece descifrar el mensaje-. N-O... P-E-L... ¿Nopel?

-No-peligro -dice Dents de repente-. El mensaje no había terminado. Eso significa que podemos entrar, pero ¿qué hacemos con los guar--

Antes de que termine la frase, Jkolh sale del Gran Árbol con su aspecto reptiliano y habla con los guardias. Éstos parten hacia el campo de batalla y, de nuevo, nos quedamos descompuestos. El Fundador vuelve y, sin decir nada, nos guía dentro del Árbol.

-Para que no haya problemas si os ven merodeando por aquí, id siempre con Dovarokerah. No os separéis nunca -dijo muy seriamente-. Yo me quedaré en la puerta por si alguien viene. El lugar está vacío, todos están peleando. Daros prisa en liberar lo que quiera que haya allí abajo -nos apremia y nos vamos.

Chew se baja de la cabeza de Dov por el torso, dejándose caer por sus escamas.

-Yo os llevaré. Al fin y al cabo, ésta es mi casa -dice mi peludo amigo y toma la delantera en la tropa.

Dado que la casa en sí no es tan grande por dentro como por fuera parece, la cruzamos en un santiamén. Dov se tiene que agachar en varias ocasiones, ya que las puertas están hechas la medida de un sátiro como mucho.

Atravesamos unas escaleras que bajan al sótano, a través de un túnel de tierra con escalones desiguales.
Chew dice que antes de que llegara Carrie, el final de las escaleras estaba tapiado. "Si la entrada estaba tapada, sería por algo", nos dice, "Pensad que no soy la primera criatura que ha estado aquí."

Atravesamos el hueco en la pared tapiada: una abertura un tanto ruda y que se hizo rápidamente, ya que ni siquiera han quitado el escombro, sino que lo han apartado a los lados de la puerta.

Un escalofrío me recorre toda la espalda. Corina lo nota y me acaricia la nuca.

-Tranquila...

Aunque mi cabeza dice "sí", el resto de mi cuerpo dice no. A mi lado, Dents no tiene mejor cara que yo.
Al ser un duende oscuro, sus ojos brillan por sí solos en la oscuridad y así puede ver nítidamente. Da miedo.

-Dov, dame luz -dice Chew de pronto. El dragón lanza un par de llamaradas y enciende unas antorchas que había a los lados-. Gracias. Tomad -nos da una y Corina se ofrece a llevarla.

La nueva luz desvela dos paredes irregulares que se pierden en la oscuridad lejana, las profundidades de las mazmorras; se resumen en trozos de pizarra que contienen la tierra tras de ellas. Algunas están agrietadas y eso no me inspira confianza.
A medida que avanzamos, la tierra al otro lado de la roca va desapareciendo, cubierta completamente por ésta. Aunque las antorchas iluminan el camino, cada vez más las rocas se tintan de un color negro antinatural y el musgo que en cualquier lugar parecido crecería vivamente, aquí está muerto.

Comienzo de pronto a sentir algo muy extraño. Siento como si mi cuerpo físico quisiera echar a arder pero me duele todo como si mis huesos fueran astillas de hielo clavándose en mis músculos.

Corina y Chew dejan escapar un quejido agudo. ¿Qué ocurre?

-S-sea lo q-que sea que hay al final de esto... d-debe de ser terrible... -dice Dov a duras penas. Parece sufrir.

De pronto, Dents me toma la delantera y me empuja con el hombro. Me siento extraña de pronto pero este sentimiento se nubla con el enfado. Acto seguido, le arranca la antorcha de las manos a Corina y esto me desequilibra.

-Oye, t-ten más cuidado con lo que haces -digo, ofendida pero aún con la 'hipotermia'. No contesta y esto me hace enfurecer.- Discúlpate por lo menos... ¿Me estás escuchando?

Hace caso omiso y se lleva la antorcha, adelantando a Chew también. ¿Pero a dónde va?

-Dents, quieto -dice Dov con un tono que nunca había oído en él. Es muy firme, como siempre, pero por primera vez parece hablar tajantemente. El eco del pasillo sólo lo acentúa. Oídos sordos.

-¿Es cosa mía o tenía el iris blanco? -dice Chew extrañado y me mira- SANA, ¡TUS OJOS! -grita de pronto- ¡Han recuperado su color!

-Entonces va a... Va a morir, ¡no! -Dov sale corriendo tras el duende y ambos se pierden pasillo adelante.

Chew y yo nos miramos, algo descolocados. Sin necesidad de hablar, empezamos a perseguirlos, intentando alcanzarlos.

...

Llevamos un buen rato corriendo en línea recta. Ningún pasaje aparece a los lados, lo cual es bueno... pero empezamos a cansarnos y Dov y el duende no aparecen. Esto parece no terminar nunca.

-¿Estaremos corriendo en círculos? -se pregunta Chew en voz alta, ya que no me deja tiempo para responder- ¿Habremos pasado algo por alto?

-No lo sé... -digo algo desanimada- Pero no puedo seguir corriendo mucho más. Corina, por favor, bájate.

La pequeña obedece casi al instante. Le sonrío dulcemente, pero ella no me mira. Bajo la mirada. No me gusta verla tan seria, pero en cierto modo, la situación lo requiere.

Sin perder la marcha, le digo a mi pequeño amigo que cuide de la niña y me adelanto corriendo. Puede que esté cansada, pero aún puedo correr un poco más hasta desfallecer.

Mi carrera, sin embargo, no dura mucho. De hecho, dura tan poco que Chew y Corina me alcanzan unos minutos después.
Paralizada me encuentro en una sala cuyas paredes están revestidas por estatuas de los Siete Fundadores. Estatuas gigantescas que sujetan con sus manos entrelazadas el techo sobre nuestras cabezas.

-Titus sabía dónde nos estaba mandando cuando bajamos aquí... Saben qué hay aquí. Nos estaban enviando a la muerte.

-Sana... -Corina me acaricia el brazo con lágrimas en los ojos. Un nudo se me forma en la garganta.

-¿Qué tienen ahí guardado como para que nuestro cuerpo sienta esto? -dice Chew.

-Me da igual. Aún no hos encontrado a Dov. No me importa qué tenga que pasar, lo sacaré vivo de aquí.

Las Crónicas de SanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora