De la verdad.

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No me da tiempo a reaccionar cuando Corina ya me tiene agarrada del brazo y salimos volando tras el espectro. Estoy confusa porque mi cabeza no termina de asimilar lo que ha pasado. ¿Por qué Bel estaba tan contento?

-No, no, no, no... -repite Corina una y otra vez por lo bajo- ¿Cómo no me di cuenta?

Su pecho empieza a tornarse luminoso, y su cuerpo entero se envuelve en dicha luz, convirtiéndose completamente en un ente cálido pero abstracto. Ya no la veo, pero de igual modo noto su mano agarrándome con fuerza y, al mirar abajo, los árboles pasan bajo mis pies.

-¿A-a dónde vamos? -consigo preguntar, puesto que la altura y el miedo que ésta me hace sentir, me distraen.

Sin embargo, no sé si porque se hace la sorda o está absorta en sus pensamientos, no me responde.
Noto como la corriente de aire se vuelve más cálida y pronto nos acercamos al suelo.

Aterrizamos, por llamarlo de alguna manera, en mitad del bosque. Oigo los choques de las espadas, los gritos, esos ruidos característicos de las guerras. Obviamente, estamos cerca del campo de batalla.

-Corina, dime algo -empieza a agobiarme no saber nada. No la veo, no sé si realmente sigue a mi lado. Incluso podría estar hablando sola-. ¿Corina?

Una ráfaga de viento helado me congela la sangre. Miro arriba. Unas espesas nubes negras han recubierto el cielo de repente y la temperatura ha bajado drásticamente.

De pronto el ruido de la batalla cesa. Dov llega por detrás de mí y doy un respingo.

-¿Qué está pasando? -me pregunta exhausto, como si hubiera venido corriendo.

-Sé lo mismo que t-- -me empuja al suelo y me recubre con sus alas. Nuestra magia entra en contacto y un pequeño halo rosa me recubre, como protegiéndome. Caigo de rodillas y me hago bastante daño- ¿Pero qué haces, bruto?

-Calla... -levanta un ala y puedo ver como una luz verde baña todo el bosque- No sé qué es, pero mis escamas me protegerán de eso. Estoy enfocando mi magia hacia ti para protegerte también... Lo que quiera que sea, está siendo lanzado por todo el campo de batalla. El campo está completamente descubierto, lo que quiere decir que la luz viene del cielo. ¿Qué ha pasado en las mazmorras?

-Es largo de contar... pero liberamos a un ser llamado Bel. Eso significa que los dragones ya están libres, ¿no?

-Sigo sintiendo malestar, dado que has liberado a esa cosa, pero me siento mejor que antes. Bel... ¿Bel? ¿No se parece eso a...? Bah. Arriba -se levanta y me deja salir de entre sus alas. Huele a azufre.

Miro a mi alrededor con el corazón encogido. Los árboles han desaparecido, dejando paso a las llamas, llamas azules que no desprenden calor, sino que hielan la propia sangre.

Del cielo, de las cenizas, de mi propia sangre helada, una voz surge. Suave, serpenteando entre mis cabellos, el aliento mortal comienza a hacerse oír.

"De la tierra emergen las lúgubres llamas del Averno, envolviendo poco a poco la superficie. Abajo en las más profundas mazmorras estuve encerrado durante eones. Y ahora he vuelto. Arrastraos hasta vuestro único líder; arrastraos, pues sois casi tan despreciables como yo. Arrastraos ante Belcebú, ante Satánas... ¡Ante el verdadero Señor! Dejaos llevar por las raíces del propio mal... Pecad de nuevo, ¡ya no habrá que pedir perdón! Venid a mí..."

Todos están paralizados. Veo a varios guerreros en pos de dar una estocada, y sin embargo no mueven un músculo. Ni siquiera respiran.

"Salid de ahí. Os siento... siento vuestros corazoncillos acelerados. No os escondáis, puesto que no existe lugar donde refugiaros de la propia muerte. No os opongáis a mí."

-¿QUÉ ES LO QUE QUIERES? -grito, corriendo entre los guerreros para dejarme ver. Todo eso no es porque sí. Tiene... tiene que haber algo, alguna razón por lo que esté ocurriendo esto.

"Ha eones, como ya he dicho -comienza a relatar-, que esa sucia traidora me encerró en las raíces del Gran Árbol.
Carrie fue mi más fiel seguidora, pero guiada por el propio odio que yo había sembrado en ella, me destronó. Ya se dice que el alumno acaba por superar al maestro... Sin embargo, no hay mayor asesino, ¡mayor traidor que yo!
Gracias a ti, joven e inexperta boba, he vuelto más fuerte que nunca... Y pagaréis todos por pecadores a las puertas del Infierno. Yo mismo me encargaré de haceros sufrir hasta que se rompan vuestros huesos con un soplo de brisa."

Desvío la mirada, en parte con asco. No debemos pagar todos por los errores y ardides de una niña pequeña.

Oigo un llanto débil desde alguna parte. Un llanto que me resulta familiar. Casi siento lo que ella siente.

Me dirijo hacia el lugar, sin más tiempo que perder.

-¿Corina? ¿Eres tú? -una corazonada me dice que es ella- ¿Corina?

La veo, efectivamente, arrodillada junto a un cuerpo maltrecho y casi irreconocible. Me poso junto a ella y la abrazo. Soy incapaz de mirar la cara desfigurada de su hermana.

-¿Has... has sido tú? -digo con timidez. No creo que deba preguntarlo ahora... Pero no puedo entender qué ha pasado.

Niega con la cabeza.

-¿Ha sido él? -señalo hacia el cielo, hacia las oscuras nubes.

Asiente.

¿Qué hago yo ahora?

Recogo el cuerpo del suelo. Pesa mucho... Acaricio su cara. Incluso parece buena así.

-Sana... cúrala -llora, desconsolada-. ¡Cúrala, no la dejes morir...! -se agarra el pecho con todo su dolor marcado en la cara- ¡SÁLVALA!

Aprieto los dientes y salgo a correr. Ella corre detrás de mí.

Dejo el cuerpo ante Dov.

-Ayúdame. Vamos.

Toco su pecho con delicadeza y luego rozo las escamas del dragón con la yema de los dedos.

Nuestros pechos se encienden, pero él se echa atrás.

-¿Qué se supone que estás haciendo? ¿Estás ayudando al enemigo?

Lo fulmino con la mirada, nublada por las lágrimas de ver a Corina sufrir.
Sus pupilas se contraen, como acobardado.

Lee mi mente y siente lo que yo tengo dentro. Siente mi dolor. Siente mi alma romperse y niégate a ayudarme, si eres capaz.

Las Crónicas de SanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora