¿Entrenamiento? ¿Acaso pretende hacerme entrar en una organización rara contra mi voluntad? No. Tengo que escaparme, volver a casa, volver con Ulric, buscar a Corina.
-No puedes.
-¿Qué?
-No puedes volver a casa -¡¿me ha leído la mente?!-. Para ellos ya estás muerta.
-¿Muerta...?
-¿Sabes cuánto llevas en las Minas? Desde que te encerraron allí para que te pudrieras en soledad ya han pasado tres meses. Yo mismo les dije que habías muerto.
-¿C-cómo lo sabes...?
-Llevo siguiéndote mucho tiempo. La OPBI me lo pidió.
Lo que me faltaba, ahora resulta que me ha estado espiando un dragón y llevo muerta desde hace tres meses. ¿Algo más que le dé un giro completo a mi vida?
-No, creo que no –me saca de quicio que me lea la mente y a él, por lo visto, le hace gracia-. Lo siento, no puedo evitarlo.
Entramos en el castillo por un enorme pórtico constituido por dos columnas dóricas y un arco que las une. En el arco se lee: Patronus ab ei Silva, Patronus ab di Creatura.
-"Protector de el bosque, protector de la criatura".
-Interesante... -digo desganada.
-Anímate, no todo es malo. Al menos puedes vivir aquí –se muestra algo más cercano a mí, aunque sea un lagarto rojo y gigante, demuestra tener algo de corazón-, siempre hay sitio para una más.
Ya hemos atravesado la entrada, tras la cual se extiende un amplio pasillo. Las paredes de piedra tienen aberturas aquí y allá: puertas que llevan a otras zonas del castillo, pero nosotros seguimos avanzando en línea recta. Él, delante de mí, avanza sin prisa. Subimos unas escaleras que nos llevan a la segunda planta y allí atravesamos un par de pasillos hasta llegar a una gran sala. Allí, en círculo, siete sillones y ni uno más, ocupados por siete criaturas. Dov y yo avanzamos hasta el centro del círculo y miro a cada uno de sus ocupantes. Ellos también me miran seriamente con un pequeño aire de superioridad. Dov me gruñe levemente. Se me olvida que me puede leer la mente. Bajo la mirada y me limito a seguirlo.
Cuando al fin llegamos al centro, Dov sale del círculo y me dice que me quede. Estoy muy nerviosa. Frente a mí hay un pequeño fauno con pinta de ser anciano. Su larga y blanca barba está trenzada. De no ser así podría apostar que le llegaría al suelo. Tiene un gato en su regazo, otro en el reposabrazos derecho y un loro verde brillante en el hombro izquierdo. Sus ojos oscuros me miran. Tiene unas pequeñas ojeras, imagino que por la edad, y algunas manchas en lo poco que se le ve de piel. Carraspea un poco para llamarme la atencióny comienza a hablar.
-Yo soy Titus Faunus, que significa "el fauno protector", y soy uno de los miembros fundadores de esta organización. Te he hecho traer por uno de mi más fieles servidores para ofrecerte la posibilidad de formar parte de nuestra familia.
-¿Familia? Ustedes me arrebataron la vida –de forma figurada-, todo lo que me importaba... ¿por qué iba yo a querer formar parte de esto?
-De no ser por nosotros estarías realmente muerta, ¿o no recuerdas quién te sacó de las Minas de Dárcas? –añade Dov.
-Guarda silencio –le ordena Titus. Luego me mira y trata de esbozar una sonrisa que no me convence-. No te obligamos a quedarte, pero ya que se han dado estas condiciones, creo que lo más prudente para ti, es unirte a nosotros. Al fin y al cabo, antes de llegar aquí, ya protegías Ibrenis, ¿no?
-En cierto modo es verdad... pero... no sé.
-Entiendo que tengas miedo, pero te acogeremos bien. Dov llegó aquí como un dragón huérfano. Al principio quemó unas cuantas cortinas por su alergia a los ácaros, pero le dimos tratamiento y un techo y míralo, es uno de los más majestuosos dragones que jamás verás. Su raza es solitaria, y por ello no tenía una manada a la que incorporarse.
Dov baja la mirada y yo pienso en silencio si quedarme o no. ¿Qué otra opción me queda? Al fin y al cabo ya no me queda nada. Ya no tengo a dónde ir, unos compañeros a los que acudir. Ya no me queda nada más que resignarme a esconderme de mis conocidos.
-Está bien –decido finalmente-. ¿Qué tengo que hacer, ¿una especie de prueba o algo así?
-Un entrenamiento –dicen Titus y Dov a la vez.
-Genial –me digo a mi misma. Dov me ha escuchado, porque inmediatamente esboza una sonrisa de complicidad.
-Bien, mañana pasarás unas pruebas médicas y a la tarde comenzarás las pruebas de acceso.
-Oiga... si no las paso... ¿qué ocurre?
-Tranquila, no te mandaremos a un foso repleto de basilíscos hambrientos ni nada del estilo –carcajea una esfinge que se encuentra al lado de Titus.
-Dov, lleva a Sana a sus aposentos.
Dov me guía, aún en la segunda planta, a través de más y más pasillos. Me pregunto cómo se hubicarán por aquí con tanta habitación y tanta escalera.
-Es cuestión de práctica, supongo –me lee la mente de nuevo-. A mí me costó un par de años recordar qué pasillo da a qué lugar. Recuerdo una vez que, buscando mi habitación, acabé en el baño de señoritas. Salí maltrecho porque encontré a un grupo de trolls gruñendo sobre sus problemas conyugales y digamos que no les agradó tener un nuevo participante en la conversación –levantó la cabeza y vi que le faltaban un par de escamas en el cuello-. Es difícil arrancarle las escamas a un dragón, pues nunca las regenera.
-Vaya... -digo mientras hago una mueca de dolor y arrugo la nariz.
-Bueno –se detiene ante una puerta por la que apenas paso si no me agacho un poco-, esta es tu habitación. Descansa para mañana y buena suerte con las pruebas.
-Gracias...
Abro la puerta y entro. Cierro tras de mí sin fijarme demasiado en la habitación. Oigo cómo Dov se aleja y me acerco a la cristalera que hay frente a mí. Esta da a un balcón no muy grande, desde el que se ven los alrededores del castillo. Veo el bosque más allá de la barrera mágica. Desde otra zona del castillo, llega a mí el dulce sonido de una flauta travesera. Me pregunto quién la estará tocando. Está empezando a oscurecer y la imagen del sol entre las montañas sumado al sonido del instrumento, hacen que me entre mucho sueño.
Me doy la vuelta y miro mi habitación. Hay un gran armario que no me hará falta, un arcón frente a la cama adaptada para mí –que está pegada a la pared a mi izquierda- y un dosel que la envuelve.
Me tumbo y miro el techo pensando en Ulric y Corina. Espero que estén bien sin mí, porque no voy a volver.