De una ayuda inesperada.

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Me voy a paso firme. Dejo la flecha en el carcaj y me llevo el arco en la mano. Quizás he exagerado un poco, pero es mi obligación volver a por ellos. Miro atrás un instante. Aunque ya quedan lejos, sé que no se moverán por detenerme. Saben que debo hacerlo tanto como yo y, aunque es un suicidio volver allí después de haber matado a uno de los suyos, no puedo dejar tirados a Dyron y a Corina. Y menos cuando no tienen armas. Rekenkail me mira seriamente y grita:

-Ser valiente no te hace una heroína si eres incauta.

Me doy la vuelta. En mi mente resuenan sus palabras. Me dirijo hacia el campamento con sumo sigilo. Tal como supuse, la seguridad ha sido un poco descuidada, pues las entradas están solas. Los guardias estarán dentro. Puede que incluso ya los hayan capturado. Me estoy poniendo de los nervios y aún no he empezado a buscar.

Céntrate. ¿Qué busco? Tengo que encontrar a Dyron y a Corina. Bien.

Pero podrían estar en cualquier lado... Da igual. Adelante. Entro al más puro estilo de un francotirador. Me escabullo entre las sombras como un ratero en pleno robo y consigo llegar en unos diez minutos hasta el Gran Árbol. Me ha resultado incluso fácil. Demasiado fácil. Y eso no me gusta. Pego el oído -no literalmente- y escucho algunas voces que provienen del interior. Son voces en su mayoría graves, pero reconozco sin duda alguna la voz de Carrie.

-Los habéis dejado escapar, inútiles. Y tenéis suerte de que no conozcan mis planes. De verdad que me sacais de quicio.

-L-lo siento, mi señora... Pero al calabozo no, os lo ruego... Traían a la niña y si hubiera dicho que no... Pero por lo que más quiera, no me lleve allí abajo... -me estremezco. Está realmente aterrado.

-Sí, sí, lo que tú digas. La rata peluda se ha ido con mi montura e información vital. Ese sí que conocía mi siguiente paso y fijo que lo echa todo a perder. Y ESO NO PUEDE SER, ¿VERDAD, GENERAL HYRIM? Quiero que salgais inmediatamente a buscarlo y por el bien de tu cabezota hueca, lo vais a encontrar.

Oigo pasos rápidos -al menos para ser un dragón- que vienen hacia mí, así que me escondo entre unos matorrales. Chew corre peligro. Debo avisarlo, pero no puedo dejar aquí a Dyron y Corina. ¿Podría...?

Pienso en Chew: una bolita de pelo enredado y sucio, inquieto, de voz aguda e ideas alocadas, amante de la ciencia y la magia por encima de todo.

-Chew... ¿Chew? ¿Me oyes? -pienso, tratando de mantener su imagen en mi mente.

-¿Vadaro? ¿Por qué suena su voz en mi cabeza?

-Soy yo. No preguntes. No sé por cuánto podré mantener la comunicación. Los guardias de Carrie han salido en vuestra busca. Vuela a la OPBI y cuéntales la verdad. No pierdas el tiempo, ¿me oyes?

-¿Cómo sabes que...?

-Ve -lo interrumpo toscamente.

-Pero te quedarás sola... -replica.

-Que vayas.

-Recibid--

Me desconcentro debido al nerviosismo y la presión. Abro los ojos bruscamente y miro despacio a mi alrededor. ¿Cómo se supone que voy a encontrarlos? Debe de haber cientos de tiendas de lona iguales. Sin embargo, estos son unos presos demasiado valiosos como para dejarlos fuera de intensiva vigilancia. No, eso sería demasiado fácil para mí. Debo entrar allí, hablar con Carrie o... ¡No sé qué hacer!

-¿Vadaro? -oigo a mis espaldas.

-N-no -doy un respingo tal que casi me caigo de espaldas-, sólo... soy... eh... -me ha pillado completamente por sorpresa.

Las Crónicas de SanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora