El sol de la tarde nos baña con su luz anaranjada y gentil. A nosotros y al infinito bosque que queda bajo nuestros pies.
Si esto no es libertad, jamás sabré lo que significa.
Hace cuántos, ¿siete meses? Era tan solo una centauro entre los muros de madera y hojas que son los árboles y mírame ahora. Viajando sobre dragones conoces lo que sienten los pájaros al volar: libertad.
Los campos, los árboles, todo bajo las alas de Dov queda reducido a nada comparado con las nubes del horizonte.
Me pregunto qué habrá tras ellas, más allá de Ibrenis... Qué sería de mí si me marchara tras esa cortina indestructible de niebla. Jamás me sentiría perdida con Corina a mi lado. Jamás sentiría el miedo que he sentido durante estos últimos meses.
He muerto, he estado encerrada y atada de patas y manos, he sido convertida en algo que nunca he sido, me he aliado con un hombre-lobo, me he hecho cargo de una niña humana...
Hasta ahora, mi vida era la de cualquier centauro guardián: comer, guardar el río y dormir. ¿Para qué?
Ya ni siquiera tenía una "familia". ¿Mis padres? Muertos por cazadores. ¿Ulric? Ya no es él mismo... ¿Y la gente del castillo? Ahora mismo lo único que me queda es Dov y los dragones, Corina y Titus.
Rekenkail, Launurad sobre Xenolara, Felontus, Dov y yo sentimos el viento en la cara, fresco, suave, acariciando nuestra piel. ¿Cuán lejos queda el pasado cuando pasas por encima de todo?
No quiero mirar al suelo, tengo miedo. Miedo de caer al vacío, entre las ramas que antaño arañaron mi piel joven. ¿Bajaría alguien a por mí?
Qué más quisiera. Sólo he amado una vez. Sólo me he sentido amada una vez. Esa niña humana me ha vuelto más persona de lo que jamás fui. ¿Y qué si medía metro y medio más que ella? ¿Y qué si mis patas eran de caballo y las suyas no? Ella me amaba tanto como yo a ella.
Desde aquel día en el arroyo hasta hace apenas unas horas en aquel último abrazo, he sentido como ella me amaba.
¿Qué es amor sino desear la buena ventura a tus seres amados? ¿Acaso esa niña no me había protegido con la magia de su deseo todo este tiempo?
-Amar, a fin de cuentas, es una mentira.
-Lo dices porque estás dolido.
-No es cierto.
-Dov... no sé si del todo, pero he llegado a conocerte. Estás dolido.
-Cuando te enamoras de alguien de otra especie, no está bien visto... Era una centauro como tú lo fuiste.
Sin darme cuenta, he aprendido a hablar con Dov sin necesidad de que los demás oigan nuestra voz. ¿Nos escuchan los demás en realidad?
-No. Es un "truco" que me enseñó Titus cuando sólo era una cría. Míralos, con cuatrocientos años y disfrutan como si tuvieran ciento cincuenta.
Miro hacia los lados. ¿Dónde están? Una sombra nos tapa. Miro sobre mí y veo a Launurad sobre Xenolara. Ambas me sonríen. Rekenkail vuela junto a Felontus, y éste a nuestro lado. Nos miran con una leve sonrisa entre sus labios escamosos. Casi podría decirse que ahora tengo una nueva familia.
-Siéntete bienvenida, Vadaro -dice Dov y una sonrisa inunda mi cara sin remedio.
Parece mentira que ahora estemos a más de quinientos pies élficos de altura -son un poco más grandes que los de un humano promedio, quizá una pulgada de gnomo más-.
-Dov, ¿a dónde vamos?
-Donde nos lleve el viento. Siente la brisa en la cara y deja de preocuparte. Ya tendrás tiempo de hacerlo cuando lleguemos.
Suspiro. Pese a lo emocionante que es montar a lomos de un dragón, he de hacerme a la idea de que en algún momento, he de volver a tierra.
Y ese momento no se hace esperar. Launurad hace un gesto con los dedos índice y corazón. Uno a uno, cada dragón desciende hacia las nubes que vi antes. ¿Qué hay allí?
Un aura mágica muy similar a la del castillo, nos envuelve por completo y en un par de minutos, no veo más allá de mi nariz.
-Chicos, no veo nada, será mejor que aterricemos donde podamos.
-Rek, nos vamos a comer los árboles -dice Launurad.
-Lau tiene razón. No sabemos si caeremos en la laguna -dice Felontus, con voz casi temerosa.
-Dejad de ser tan prudentes -ríe Rekenkail-, os queda una esperanza de más de doscientos años de vida. Vividla. Además, el único dragón de fuego aquí es Dov y es el que mejor sabe aterrizar.
-Oh, por favor, dejaos de cumplidos. Me vais a hacer llorar -gimotea Dov a modo de broma-. Mirad, ahí hay un claro.
Nos internamos en la niebla de forma casi escalofriante. Son rápidos y se guían entre la niebla como si no hubiera ni una sola nube. Sé que yo tengo buena vista -entre otras cosas porque soy cazadora-, pero no me puedo comparar a ellos.
Distingo a un par de metros un terreno fangoso, pero imagino que ellos ya lo tendrán localizado.
Primero Lau con Xenolara, luego Rek y Felontus y finalmente nosotros. ¿Dónde van tres dragones y dos jinetes en mitad de ninguna parte?
-Esto me da muy mala espina...
-Tranquila, Vadaro. No corremos peligro.
-¿Por dónde vive Chew? -dice Launurad- No conozco en Bosque Maldito tan bien como vosotros.
-¿¡El Bosque qué!? -exclamamos Felontus y yo a la vez. ¿Quién está más asustado, la chica de cincuenta kilos o el dragón de cuatro toneladas?
-Nombres humanos. Por nombrarlo de algún modo -bufa Rekenkail-. Vamos, no tenemos tiempo que perder. Lau -la mira, como dando una orden.
Ella baja del lomo de Xenolara y toca las mismas cuatro notas que tocó en orden inverso con su flauta. Yo me bajo de Dov y hago lo mismo. Ambos se contraen un poco y reducen levemente el tamaño de sus alas.
-Hechizos de jinetes. Este potencia la velocidad y potencia de vuelo -me sonríe Launurad.
-Chica -me doy la vuelta y veo a Rekenkail y a Felontus-. Llámala Lau, a mi Rek, a este -señala a su lado- Felo y a ella, Lara. Somos tus amigos, no tus superiores. No has de usar nuestros nombres de nacimiento.
Asiento y sonrío levemente.
Caminamos lentamente por las tierras de fango, buscando algo. Dov lo sabe, pero no parece dispuesto a decir nada hasta que lleguemos.
De pronto, noto como mis piernas se hunden hasta la rodilla y grito aterrorizada. Dov me sujeta, me ha sujetado desde el principio.
-¡Se la va a tragar! -grita Fel.
-¡No! -Dov tira de mí más fuerte aún, siento que me voy a partir- ¡No, ella no! -¿Está llorando?
-FIRMUS LEVITATE.