34. Me quitan algo importante.

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 —¿Cómo que no lo encuentras?—abrí la puerta con tanta fuerza que se rompieron las bisagras y se cayó.

Carsten del otro lado me miraba con los ojos muy abiertos.

—No lo sé—explicó nervioso—, me preguntó dónde estabas, quería ir a pasear al perro, y le dije que estabas en tu habitación, pero me volteé un momento y ya no estaba.

Gesa lo miró con una ceja alzada y se alejo, pero yo no podía hacer lo mismo. Las palabras de Carsten no tenían sentido, Max no podía desaparecer y ya, y sin embargo tenía un mal presentimiento. Él no bromearía, no con eso.

—Hay que buscarlo—me adelante para bajar las escaleras y comenzar a llamarlo, pero me detuve en su habitación. Golpeé dos veces.—¿Max?¿Max, estás ahí?.

Oí que algo se movía del otro lado de la puerta e intenté abrirla. Estaba trabada. La sacudí con fuerza oyendo como los demás se acercaban detrás en vez de salir a buscarlo por el resto de la casa, y cuando no cedió la golpeé. El primer golpe resistió, me pareció extraño pero no me detuve, y al tercero por fin logré abrir grietas en la madera y oír el ladrido del animal dentro.

—Oh dioses—exclamó Gesa a mis espaldas.

—Es su perro—comenté preparándome para el siguiente golpe—, debe estar...

—No—me interrumpió—, él no está ahí.

Hizo silencio moviendo la oreja en dirección a la ladridos y apretó los labios con fuerza. Había palidecido de manera fantasmal y sus ojos permanecían muy abiertos mientras el perro seguía ladrando y rasgando la madera con las patas delanteras.

—Esto es una tontería—exclamó Carsten caminando hacia la puerta e intentando abrirla metiendo la mano por las grietas.

—Ahí no está—dijo otra voz a mis espaldas. Carsten gruñó todavía intentando abrir la puerta y yo me volteé hacia Jasper confundida. Él frunció el ceño y su ojo blanco brillo.—No está en la casa.

Un escalofrió subió por mi espalda.

—¿Y tú cómo lo sabes?—escupió Carsten en su dirección.

—El perro dice que se lo llevaron—dijo Gesa con las cejas hundidas.

La miré.

—¿Qué?.

Y de repente la puerta se abrió por los arañazos del animal y este salió corriendo por el pasillo ladrando con tanta desesperación que Gesa nos ordenó seguirlo.

Corrimos hacia la planta de abajo, el animal parecía correr más rápido que cualquiera de nosotros pero seguía ladrando como si nos indicará dónde ir. Fuimos para la entrada, en el suelo estaba la correa que Max me dijo que iba a buscar y una pequeña pelota que debía pertenecerle al perro.

Las salté y abrí la puerta principal cuando el perro se paró a rasguñarla con las patas delanteras. Y del otro lado encontré la fuerte que daba la bienvenida completamente destruida, y en medio, donde quedaban pocos centímetros de agua sucia, Darod cargaba a Max inconsciente entre sus brazos.

El frío que me recorrió el cuerpo no me permitió moverme, apenas podía respirar.

Me estremecí abriendo y cerrando los puños y di un paso hacia él.

—¿Qué haces?.

Darod negó, su rostro estaba tan pálido que daba miedo pero cada una de sus facciones parecía inexpresiva, carente de cualquier emoción o pensamiento. No parecía él.

Miró hacia arriba y su voz cambio al hablar en otro idioma.

Llévame.

Di otro paso y esta vez el martillo tomo forma en mí mano como una amenazante advertencia.

El Cuerno del Fin del Mundo [#2] ✔️.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora