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LO QUE SUCEDIÓ EN LA CABAÑA DE MI MADRE

Mi mano estaba sujeta a la Jasper, por aquel entonces no éramos mas que... bien, dos adolescentes que se habían besado, pero en ese momento no me importó. Algo dentro mío decía que no era tan importante, las etiquetas, los nombres o lo que sea, no eran en absoluto tan importantes como ese momento y yo le gustaba y él a mi, ¿Por qué no podía tomarlo de la mano?¿Por qué no podía arrimarme a él en busca de calor y algo de cariño?

Esperé unos segundos luego de tocar la puerta, la cabaña parecía algo abandonada así bien podría estar vacía o con algunos vagabundos dentro, lo pensé con algo de emoción. Estaba muy nerviosa. Pero luego oí los pasos del otro lado. Tragué saliva, Jasper le dio un apretón de apoyo a mi mano y solo pude sonreírle como agradecimiento antes de que una mujer hermosa abra la puerta. Y cuando me miró sentí como si dentro mío corrieran miles de voltios de electricidad (y yo sabia de eso), pero esta vez no explote. Me quedé quieta, temblando de emoción, sonriendo y esperando que ella me reconozca o me desconozca, alguna de las dos.

Era hermosa, realmente nunca había visto a alguien tan bella, tenía el cabello oscuro abundante y rebelde cayendo por detrás de sus hombros hasta la mitad de la espalda, la piel de un color tan claro que podría confundirse en la nieve y los ojos de un color oscuro tan profundo que daban confianza. Sus labios eran pequeños pero carnosos, como un corazón bien pintado en medio del rostro mas dulce jamás visto. Tenia mi altura y los hombros diminutos, como yo, y al sonreír su rostro se volvió aun mas hermoso y cálido.

—Al fin llegas—dijo ella con voz suave—, te esperé por mucho tiempo.

Los nervios se volvieron peores, algo en mi estomago comenzó a lanzar chispas y, si tuviera mis poderes, ya hubiera formado la tormenta del siglo.

—¿A mí?—pregunté asombrada, señalándome con la mano libre—¿Me reconoces?

—Claro que te reconozco, te espere por mucho tiempo. Al fin llegas.—Se apartó de la puerta dejando un espacio para nosotros e hizo señas con las manos—ven, pasa.

Parpadeé asombrada. No estaba muy segura de que me haya visto o reconocido, es decir, sí lo hizo, ¿No? Pero esperaba algo mas... no lo se, emotivo. No esperaba una fiesta de bienvenida pero al menos un abrazo o explicaciones acerca de todo, algo de lágrimas y... risas tontas, como en las pelis.

Exhalé armándome de valor e ignorando mis inquietudes di un paso al frente, quizás ella estaba mas nerviosa que yo, vivió sin su hija por 16 años y medio, no sabría como soy, ¿No es así?.

—Invita a tu amigo también—la oí decir dentro—. El clima es helado, les serviré algo.

—Yo... Eh. Claro, Jasper entra—invité al chico que aún me sujetaba la mano.

—No hace falta que me lo digas—susurró él en broma.

—Ella lo dijo—respondí sonriendo e ignorando que por un momento quiso soltarme la mano y no lo deje. Estaba muy nerviosa, tenía miedo y temblaba, no quería que me suelte y estaba preparada para unir nuestras manos con súper-pegamento para no separarme de él.

Adentro parecía todo mucho mas cuidado que afuera, estaba cálido y había un suave aroma a pan flotando en el aire que prácticamente me había agua la boca. Miré alrededor intentando reconocer algo de mi infancia, los muebles, las paredes, algo, pero nada en ese lugar parecía ser personal. Había un sillón en un esquina con almohadones apilados y una manta encima, frente a él una hoguera de piedras con leñas a los lados y encima un par de fotografías que tenían tanto polvo que no sabría decir de quien eran. Jasper me señalo a la mujer en la diminuta cocina de madera y la mesa con los dos pares de sillas arrimados hacia adentro. Me quité el abrigo y nos sentamos uno al lado del otro a esperar que la mujer se volteé con dos tazas de chocolate y la coloqué frente a nosotros.

El Cuerno del Fin del Mundo [#2] ✔️.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora