—Me ayudarás a comprar un boleto y a huir de mí casa—ese era parte del muy mal elaborado plan que tenía Maura para evitar mudarse.
Había varios huecos en la fantasía que tenía acerca de huir, como el dinero, la comida o los teléfonos, yo sabía que era estar en la calle con frío y hambre, y también sabía que el amor adolescente no ayudaría a llenar un estómago, pero, si ella estaba callada en lo que yo conseguía que Carsten venga, fingiría estar de acuerdo. Luego podría introducirle la idea de un futuro nuevo y próspero y no tendría que meterme en problemas.
Apreté la lapicera en la hoja de mí cuaderno y asentí con decisión escribiendo las partes finales del plan.
—Entonces—comencé cuando termine de escribir—, vendrás a dormir a casa con tu ropa en una mochila, nos saltaremos las clases para ir a comprar el boleto y luego tomarás el autobús...
Maura me miró con la mano en el mentón y dio varios golpecitos en sus labios. Después de un rato mirándola me di cuenta que era un gesto de pensar inconsciente.
—Tendre que guardar dinero de mi mesada para no ir por ahí con las manos vacias—asentí y lo anoté, se estaba olvidando de los ladrones pero no quería arruinarle la idea—, luego conseguiré un trabajo y listo.
Seguí anotando y haciendo garabatos. Nadie le daba trabajo a chicos de 16 años y las trabajadoras sociales daban caza cuando veían a alguien como ella pérdida en la calle, pero no lo mencioné tampoco. Maura perdería la memoria en pocas horas, ni siquiera hacia falta escribir porque en cuanto vaya a la casa de Carsten yo estaría solucionado.
Exhalé mirando de repente la puerta de la habitación y me excusé levantándome del suelo dónde teníamos bollos de notas alrededor.
Salí al pasillo, mire la placa de la puerta de Max y me acerqué a llamarlo.
—¿Max, estás ahí?.
No sabía que haría si no estaba. Desde que Carsten escribió esas palabras en el espejo los recuerdos del orfanato y Odín con mi madre volvían a mí cabeza. Estaba preocupada.
Nadie respondió así que volví a intentarlo girando el picaporte.
—Max.
Su habitación era igual a la mía en espacio, tenía las paredes pintadas de celeste y varios estantes con libros de cuentos, videojuegos o comics. Su armario era de perchas y, aunque no tenía mucha ropa, estaba todo desordenado sobre la cama deshecha y el suelo de madera.
La puerta a el baño estaba abierta, los objetos del escritorio estaban fuera de su cajón y no había rastro de mi hermano por ninguna lado.
Entré dudando, la mochila que usaba para la escuela estaba ahí y eso significaba que llego.
Pero también había algo extraño manchando la pared.
Encendí la luz con cierta paranoia y mire alrededor con más atención. El gigante, el sol, Carsten y la advertencia no eran poca cosa, si Loki llego a Max todo estaba peor de lo pensé.
Un ruido pequeño salió del otro lado de la cama, era como si alguien estuviera rasgando el suelo.
Apreté los dientes y me acerqué con lentitud y cautela. Invoque el martillo para tenerlo listo en el caso de usarlo y me asomé decidido a aplastar a quien se acerque a mí hermano, pero lo que me encontré me desconcertó.
—¿Fryssa?—preguntó Max desde el suelo, confundido por el martillo alzado por encima de mi cabeza. En el suelo frente a él había un pequeño perro marrón rasgando el suelo con sus patas delanteras.
—¿Qué estás haciendo?—el animal me miró y yo a él cuando mi hermano lo atrajo en un abrazo, ocultándolo.
—No le digas a nadie—suplicó. El perro comenzó a lamerle el rostro y solté una mueca de asco—, estaba tirado en la calle dentro de una caja.
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El Cuerno del Fin del Mundo [#2] ✔️.
FantasyComencemos por el principio, en vacaciones, durante aquellos calurosos días de Enero, mi hermano pequeño encontró un elfo herido dentro de una cueva extraña, me pidió ayudarlo y encontré un anillo. Yo creo que fue ahí cuando se desenlazo la historia...