15. Recibo una invitación indecente, culpen a Loki.

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Cuando aterricé en la casa de Louisa no podía contener la enorme fomenta que bullía en mi interior.

Sentía cansancio, angustia y un dolor profundo que seguramente venía de quemarme en poder, pero no me importaba lo suficiente para detenerme. Max me necesitaba.

Cruce el patio hacia la puerta delantera, ambas puertas estaban sospechosamente abiertas y de adentro provenía el característico olor a quemado que me hacía crispar la nariz de asco y furia.

Hubiera deseado tener mí martillo para poder machacar a quien estuviera dentro, solo imaginarme un gigante o algo parecido entrando hacia que piense en el pobre niño congelado. Indefenso. Solo.

Subí los escalones, entre con sigilo para sorprender al desgraciado y me detuve a inspeccionar el lugar, todo parecía normal, las cosas del trabajo de Joaquín estaban juntos a la puerta para cuando saliera, la bata que Louisa usaba para salir a saludarlo también y las llaves de los autos aún descansaban en la mesa junto a la puerta.

Caminé hacia las escaleras, si Max estaba en algún lugar a esa hora era en su habitación. Coloque la mano en el pasamanos y lance una descarga por si alguien estaba tocándola, espere. Nada. Subí los escalones con cautela, las luces de la casa aún no habían vuelto y el tormenta hacia todo mucho más aterrador… para quien sea que estuviera ahí.

No tenía idea de quién era o por qué demonios lo envío Loki (si, siempre asumiendo que fue su culpa), pero quería que supiera que la ira del mismísimo dios del fuego en pijamas de gatitos tiernos iba hacia él.

Llegué al final y me detuve mirando hacia el pasillo, primero estaba la había de Louisa y Joaquín, luego la mía frente a la de Max y por último la de Gesa.

Apoye los pies en la alfombra y busque sentir cada mínima tensión de luz, respiración o latido en la casa. No podía hacer eso pero la desesperación y la furia me volvían una loca de atar.

Exhalé, caminé hacia su habitación y, cuando intenté abrir la puerta, algo me detuvo.

Un gruñido.

Me aparte, cerré el puño para darle un golpe y oí un ruido fino y suave a mí izquierda. Mire la puerta de Gesa semi abierta y encontré a su dueña mirándome con mucha atención.

Me quedé paralizada, no estaba segura de que decirle o hacer, no me moleste en intentar ocultarme cuando entre y supuse simplemente que nadie me vería. Pero ahí estaba ella, mirando los aros de electricidad subir por mis brazos como si quisiera saber cómo lo hago.

Tragué saliva, Odín no dijo nada de que humanos sepan de mi, solté un “ehhh”, y luego intente rascarme la nuca casi quemándome todo el cabello.

—Estas soñando.

No me juzguen, tenía cosas que hacer y ella me daba miedo.

Aunque pensándolo mejor, podría haberle dicho todo con tranquilidad ya que todos pensaban que estaba loca.

—No es cierto—murmuró rotunda. Chasqueo la lengua y saco la cabeza para mirar la puerta de Max frente a mi—, cuando termines, Max está durmiendo en mí cama.

La miré confundida.

—¿Qué?.

—Termina y luego ven—soltó con desdén—, y no rompas nada. A Louisa no le gustara.

Se volteó y cerró de un portazo, dejándome tan sorprendida y desconcertada que… bien, que nada, las palabras de ella encendieron miles de ideas pero la principal era “¿Qué?”.

Un gruñido llamo mí atención hacia la puerta frente a mí, la de Max, y recordé por qué estaba allí en primer lugar. Apoye la mano en el picaporte, lo giré sin pensar y entré para comprobar que Gesa decía la verdad y encontré una bola de pelos enorme y oscura en medio, cerca de la cama.

El Cuerno del Fin del Mundo [#2] ✔️.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora