9. Hablemos de morir. Yo comienzo: lo odio.

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Había olvidado que ese parque era tan grande y cuando llegamos al próximo mapa sentí como mis piernas rogaban un asiento con urgencia.

—¿Y ahora?—preguntó Carsten sacando de su campera un inhalador y metiendoselo en la boca.

Cada vez estábamos más cerca, pero siempre debíamos desviarnos por qué alguna atracción nos impedía el paso y el camino se alargaba tanto que parecíamos recorrer todo. Y nosotros, por mucho poder de dioses que recorriera nuestros cuerpos, estábamos en pésimo estado físico.

Darod se detuvo frente al mapa con la mano en el mentón y el rostro serio, evaluándolo como si fuera más difícil de lo que se veía, y tuve ganas de gritar.

Solo quedaba media hora para que despertemos al amanecer y estábamos dando vueltas sin encontrar una estúpida antena.

—¿Crees que puedas retrasar el amanecer?—me preguntó Darod cuando con una mano en el mentón dedujo que no había tiempo suficiente.

Mire a Warren a mi lado sin entender y luego mire el cielo con asombro.

—¿Puedo detener el amanecer?.

—Si—el elfo se encogió de hombros como si me hubiera dicho que apague una luz o elecrocute a alguien.

—¿Cómo?.

—Provoca una tormenta.

—¿Estás seguro de que servirá?—preguntó Carsten ya respirando mejor y con el rostro ruborizado de la agitación.

Me encogí de hombros sin saber, no tenía mucho sentido tapar el amanecer con un par de nubes, era como el dicho ese de tapar el sol con el dedo, pero de todas formas Darod me ignoró dando por hecho que lo haría.

Saqué las manos de los bolsillos apretando los puños con fuerza, acaricie el anillo en mi dedo con suavidad e invoque la energía que había dentro mio guiandola hacia el cielo para que las nubes negras cargadas de electricidad cubran la noche.

No serviría, en mí opinión sería mejor mover el mundo hacia atrás (si es que eso se podía hacer), pero Darod movió la cabeza en acuerdo suspirando y volvió al mapa como si fuera un buen plan.

Admito que una parte diminuta de mi lo habia extrañado, él era el causante de que todo mi mundo ahora fuera mágico, pero por un momento habia olvidado esas maneras tan arrogantes de ser que me sacaban de quicio. Pensándolo mejor, era bueno que se haya ido a atormentar la vida de Warren como su sirviente eterno y súper pesado, yo no queria una enciclopedia nórdica parlante siguiéndome hasta el baño. Aunque era útil cuando hacia de niñera para Max luego de que le presente su numero a Louisa hace algunos meses.

Esperamos alrededor de cinco minutos a su alrededor, Carsten comenzaba a impacientarse, Warren lucia cansado como si hubiera trabajado en McDonald toda la noche y yo comenzaba a aburrirme estando parada como estatua entumecida.

Y justo cuando miré a Warren para preguntarle si habia traído hamburguesas para mi y mi hambre voraz, sentí una corriente subirme por la espalda como fríos dedos de anciana aletándome de algo malo. Alguien encendió una luz en el parque.

—¿Podemos apurarnos?—murmuré caminando hacia Darod buscando a mis espaldas un signo de espías o mortales.

El elfo paso por alto mi pregunta y murmuró a labios cerrados algo inentendible.

Carsten sintió mi inquietud al voltearme y miró hacia el lado contrario con la mano en su cinturón mágico, buscando el peligro.

Oí voces irreconocibles y los pasos sobre las piedras de los caminos llamaron nuestra atención hacia el camino a mi derecha.

El Cuerno del Fin del Mundo [#2] ✔️.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora