5. La primera vez que un plan suena fácil, debo tener suerte.

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—¿O sea que viniste volando en dragón desde tu casa?—su tono era irónico pero de todas formas asentí acariciando a mí dragón mientras esté se comía la comida de la perra de Carsten—¿Y no pensaste en lo que la gente dirá cuándo vean un lagarto planeando encima de sus cabezas?.

El dragón se atragantó con un bocado y lo miró de manera extraña antes de continuar.

En realidad primero había tenido que esperar que los padres de Maura pasen a buscarla por mi nueva casa, se presentaron y terminaron por formar una amistad con Louisa que no dudo en pedir su numero de teléfono para la próxima vez que decidamos hacer una pijamada. Todos terminaron contentos con nuestra amistad, sorprendido de que yo sea dos años mayor a su hija y que, además, sea adoptada.

Muy incomodo. Pero aun así yo estaba contenta porque al despertar Maura no recordaba nada y, lo que es mejor, había abandonado la idea de huir de su casa. Jasper había cumplido y, aunque me perturbaba, estaba agradecida.

Aunque esto último no se lo admitiría ni a mi consciencia.

Suspire.

—No creo que digan nada—me encogí de hombros—, no es un auto volador invisible.

—Es un dragón.

—Por eso—lo mire rodar los ojos y contuve las ganas de imitarlo—, además la gente de acá nunca ve nada.

Contra eso si que no tenía queja, así que bufó y se volteó hacia el interior de su casa. Lo seguí.

Carsten vivía cerca de mi nueva casa, sus padres conocían a las personas que me adoptaron porque organizaban fiestas para juntar donaciones para distintos fines.

Ya sabrán la sorpresa que nos llevamos con Carsten al vernos la cara el día que visite su casa con mis nuevos padres. Casi nos atacamos por error.

Entramos por las puertas de cristal a la sala de estar con los pisos negros y los sillones rojos, la señora que cuidaba no estaba por lo que ambos teníamos la privacidad que necesitábamos.

El aire olía a flores y todo estaba tan limpio que me daba pena pisar con mis botas sucias. Tenían fotos y pinturas colgadas en las paredes blancas y del techo colgaban unos libreros bonitos y frágiles.

Yo ahí era un peligro.

Carsten se detuvo a punto de salir de la sala y me miró por encima del hombro.

—Que tu dragón no rompa nada.

Bufé rondando los ojos y me volteé a ver a la bestia olisqueando unos libros antes de volcarlos por error.

Me acerqué, le indique que vuelva a su forma de pato y, cuando se redujo, lo guarde en mí bolsillo y continúe.

Carsten estaba parado junto a una puerta de madera vieja con las manos en los bolsillos y la mirada incómoda, esperándome e Inhaló aire cuando me vió llegar.

Era extraño verlo nervioso, él siempre parecía tan indiferente y tranquilo, pero en cuanto me llamo por la mañana pidiendo que vaya con urgencia supe que algo iba mal para el también.

—¿Esto tiene que ver con Jormundgander?—pregunté con desconfianza cuando abrió la puerta hacia unos escalones y me indico bajar primero. Me imaginaba cayendo dentro de la boca de la serpiente y las palabras de Jasper la noche anterior volvieron a mí cabeza.

¿Confiaba en Carsten?.

—Tu solo baja—indicó con un ademán de mano y un suspiro cansado.

Invoque el martillo y baje las escaleras.

Si ahí abajo estaba mí destino no pensaba morir siendo el Thor más ingenuo de todos, me llevaría a Carsten y a la serpiente a mí tumba.

El Cuerno del Fin del Mundo [#2] ✔️.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora