26. Termino como brocheta gracias a Fryssa.

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CARSTEN.

Comenzamos a caminar con cautela. Las paredes blancas y el suelo cubierto de carbón se repetían a cada metro y lo único que cambiaba era la blanca luz que se volvía celeste en cortos tramos. Cada tanto se oían ruidos, algo como golpes o gritos enojados, pero al llegar al lugar no había nada y en cuanto le preguntaba a Fryssa si había oído algo lo único que hacia era mirarme como si estuviera loco.

No sabia que había sucedido con ella cuando cayo al abismo, a decir verdad ni siquiera sabia como llego a caer al abismo, pero no se veía tan bien como antes. Cada tanto la miraba... o mas bien todo el tiempo la miraba, y la encontraba cojeando con la mirada inquieta. Miraba las paredes, la brújula abierta en sus manos y luego hacia atrás.

Me tenté a preguntarle que deseaba, ella lo preguntó también, pero algo me decía que no quería saber la respuesta. Aunque eso no me detuvo de hacer teorías.

Bien, la primera teoría era Max. Ella siempre pensaba en su hermanos, tanto si Odín lo provocaba como si en ella despertaba ese lado obsesionado y loco de hermana sobreprotectora. Y era de esperarse, ella estaba arriesgando mucho por él. Pero dudaba mucho que fuera eso, en el verano prácticamente se había desesperado por volver con él y ahora... parecía haber quedado en segundo plano.

Entonces Louisa entro en mi ecuación. Tenia sentido que ella se preocupe, porqué el origen de dicha misión era enteramente su culpa. O así lo creía ella.

Llegamos a otra encrucijada y nos detuvimos a mirar el suelo las marcas se habían detenido y desaparecieron en entre pasillo y pasillo, específicamente en una pared.

Fryssa chasqueo la lengua mirando los mismo que yo y cerró la brújula.

—¿Y ahora?.

—No lo sé, ¿Nos dividimos?—Encogí los hombros y señalé túnel a mí derecha y luego el de la izquierda.—Tu ve por allá y yo por acá.

Asintió con los labios muy apretados, estaba más pálida que de costumbre y la piel alrededor de sus ojos comenzaban a oscurecerse, en cuanto me anime a preguntarle que sucedía ella ya había desaparecido por el pasillo izquierdo.

Exhalé y me volteé hacia el derecho. Me sentía incómodo con ella, no solo porqué actuaba extraño sino que también la veía y mis sentimientos se volvían incontrolables e indescifrables. Algo como... Un hueco profundo y vacío. Más que nada vacío.

Caminé hasta el final del pasillo y me detuve en la pared que cortaba el camino. No era blanca como la de las demás sino negra, como sí allí no hubiera nada interesante. La palpee buscando una rendija, picaporte o llave oculta y lo único que encontré fue frío.

Retrocedí. Ese lugar era un irritante laberinto.

Me volteé para volver y de repente oí algo que me obligó a reducir mí tamaño a un insecto.

Me arrimé a una pared y permanecí oculto mirando como, de la pared oscura, aparecían dos trolls con cara de pocos amigos, piel gris y antorchas rojas y azules en las manos.

—...lo sé, pero luego ella me dijo que debía cambiar.—Uno de ellos, el de una oreja caída, se volteó hacia el primero con los ojos en blanco.—Y yo le dije, ¿Cómo puedo cambiar si tu dijiste que me querías así? Esto es tu culpa.

El otro, que tenía la nariz parecida a una papa, asintió como si realmente le interesará, y miró a su amigo.

—Y ella que dijo.

—Nada.—Ambos pasaron por mí lado sin notarme en el suelo por lo que aproveche y los seguí a varios metros de distancia.—Pero me arranco la otra oreja ¿Ves?.

El Cuerno del Fin del Mundo [#2] ✔️.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora