20. Nada mejor que ir al infierno con compañía.

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Antes de embarcarme en otra misión tenía que ir al baño. Nadar en agua sucia, ser escupida, incinerada y bañada en gasolina no era la cosa más agradable del mundo y Njörd me lo hizo saber con sutileza.

—Apestas.

—Gracias—gruñí—, tu también.

Lo admito, nunca seré buena para ningún tipo de crítica. Pero él, a diferencia de otros dioses, tenía la simpatía tatuada en el rostro y sonreía amable por más que le dijera cosas desagradables. Me caía bien. Me recordaba un poco a Frey sin ese halo arrogante de adonis nórdico sabelotodo.

Le pregunté dónde quedaba el baño y, con la suela de los zapatos rechinando por lo mojado que estaban y la ropa asquerosamente sucia y mojada, me encerré en el baño de 4 x 4 mas lujoso que vi en toda mi vida.

Era todo muy bonito, como el resto del departamento, olía bien, tenía cortinas blancas con temas de mar como estrellas o peses, y piso brillante sin uso, fue una lástima dejar machones de agua podrida y olor a cañería usada, sin contar el olor a limón que quedo sustituido por el de... Bien, ya saben. Y está vez no fue con intención.

Cerré la puerta y me detuve a mirar mis aspecto de nuevo descuidado. Mi cabello se había vuelto una maraña de paja dura y áspera que apenas podía peinarse, tenia el rostro magullado, sucio y ojeroso, y mí brazo seguía lastimado, aunque ya no había rastros de sangre dorada (eso de era bueno de una forma poco higiénica).

Con un suspiro, metí la mano dentro del bolsillo para comprobar que no haya perdido nada y saque al dragón y el regalo de Odín para ponerlos frente al espejo, seguros.

—Lo siento—dije acariciando la cabeza de goma del pato con sinceridad—, haré que te curen, lo prometo.

No por Var, porqué sino me metería en serios problemas y de esos tenía de sobra, pero lo prometía.

Lo deje a un lado y me quité la camisa del colegio, quedándome solo en una musculosa. La lavé intentando quitarle el mayor olor posible y gruñí cuando el agujero quemado se agrandó.

Eso no podía ser bueno.

En algún punto de mi año, luego de que Louisa me adoptara, creí que todo iba a mejorar. Me estaba esforzando y había arreglado mi aspecto de tal manera que parecía un ser humano que vivió la normalidad de una familia y un hogar (ignorando mi retraso educativo, claro), pero en ese momento me vi en el espejo y sentí que volvía a ser la misma Fryssa busca-problemas y grosera de siempre. Y no me gustaba pensar en volver a ser ella.

Pero tenia que encontrar la cura para Louisa, luego podía ocuparme de mis problemas existenciales, y sobre todo de proteger a Max.

Enfoque los ojos en mi reflejo con un estremecimiento.

Max...

Gesa dijo que lo cuidaría pero ¿Qué significaba cuidar?¿Qué pasaría si un gigante o un monstruo aparecía?¿Qué pasaría si ella en realidad no podía protegerlo?.

Me estremecí de nuevo. Tenia que contactar a Darod.

Toc toc toc...

—Fryssa—llamó Njörd desde la puerta del baño. Alce la cabeza pero no respondí por lo que volvió a golpear.—Fryssa, tengo algo de ropa que quizás te pueda quedar.

Caminé hacia la puerta, la abrí con cara de pocos amigos por la interrupción de mis problemas existenciales y la tomé la pila de ropa de sus gentiles manos.

—Eres muy amable—escupí molesta de que no fuera otro dios descerebrado—, gracias.

Y cerré la puerta.

El Cuerno del Fin del Mundo [#2] ✔️.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora