Llevamos a mí casa en el Uber que Maura pidió desde el colegio. No nos molestamos en volver a clases, en cuanto entramos a los atestados pasillos y oímos a los maestros decirnos que uno una fuga de gas simplemente busque mí mochila y salí.
A veces era fácil salirse con la suya, solo tenías que pelear contra un gigante.
Maura saco el celular de su mochila y, luego de marcas sobre su pantalla varias veces, un auto negro se detuvo frente a nosotras. Nos subimos, le indicamos a tipo dónde ir y luego arrancamos.
En teoría debería avisarle a mis padres adoptivos dónde estaba, ellos se preocupaban por cosas como dónde iba, a qué hora llegaba y si había comido bien (a este último le saque provecho), pero como no podía tener un celular sin quemarlo de los nervios o de un susto les avisaría cuando llegara.
Me preocupaba Maura. Estaba sentada a mí lado con la mirada pérdida en la ventana de adelante, balbuceando entre dientes y con la palidez cubriendo todo su rostro. Si no supiera pensaría que... Vio un fantasma. No era la primera vez que le pedía a Carsten que altere recuerdos, él se había encargado de la mente de Marisa y todos mis ex compañeros de orfanato.
Bajamos en la enorme casa con entrada de hierro blanco de la entrada y Maura pagó al Uber. Toque el timbre dos veces, nadie me esperaba tan temprano, y acerque la boca al micrófono y a la cámara antes que las rejas se abran para dejar pasar un auto.
Los padres que nos habían adoptado eran muy acaudalados, él era el director de muchas películas conocidas y ella era abogada. Buenos, amables, humildes y con mucho espacio.
La entrada era un enorme camino de adoquines con cesped y flores a los lados que se abría en una rotonda con una innecesaria fuente con un querubín lanzando agua desde su flecha preparada en el arco. Alrededor se estacionaban los autos.
Maura ni siquiera miró los alrededores mientras caminábamos hacia las escaleras blancas de la entrada.
Casi me río, a Max y a mí casi se nos cae la mandíbula y se nos salen los ojos el día que llegamos. Estábamos más que asombrados.
Toque la puerta de madera antigua que fácilmente podría ser para la casa de un gigante y cuando está se abrió dejó ver la entrada y, pasando casualmente por ahí con un tarro de helado, a la otra chica adoptada llamada Gesa.
-¡Hola!-saludé sin prestarle mucha atención.
Ella miró a Maura, a mí, se volteó y subió las escaleras como si nada. Y eso era lo máximo que recibía de ella.
Por lo que sabía la habían llevado a la casa unos meses antes que a nosotros. Siempre era extraña y tenía una manera muy peculiar y misteriosa de encerrarse en su habitación o ir al patio a hamacarse en los juegos hablando consigo misma enojada o pérdida. Más de una vez la vi desde mí ventana llamar animales y tenía la sensación de que los sacrificaba o algo así, por lo que Max tenía prohibido acercarse a ella. Más por loca que por peligrosa.
Maura me miró extrañada y la ignoré.
-¿Quien llegó?-preguntó la voz enérgica de Louisa, la mujer que me adoptó, desde la puerta que daba a la cocina.
-¡Yo!-me encamine hacia las escaleras con rapidez, no quería que Louisa vea el uniforme del colegio roto, sucio y quemado porque podría preguntar sobre cosas que yo no sabía cómo responder.
Además, Maura estaba a mí lado y podría abrir la boca si alguien le daba pie para hablar.
-¿Fryssa?-la oía asomándose y apresure el paso empujando a mi amiga hacia arriba.
-¡Si!-fingí la voz divertida y contenta desde los últimos escalones-¡Y traje a una amiga!.
Maura protesto, pero la ignoré oyendo los tacones de Louisa acercándose con rapidez.
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El Cuerno del Fin del Mundo [#2] ✔️.
FantasíaComencemos por el principio, en vacaciones, durante aquellos calurosos días de Enero, mi hermano pequeño encontró un elfo herido dentro de una cueva extraña, me pidió ayudarlo y encontré un anillo. Yo creo que fue ahí cuando se desenlazo la historia...