Capítulo Uno.

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Viernes, 19 de octubre del 2018

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Viernes, 19 de octubre del 2018.

«¿Por qué no eres como tu hermano?»

Esa pregunta la he escuchado tantas veces que empiezo a preguntármelo también.

No tiene sentido seguir pensando en ello; alguna vez fui como él y eso no mejoró mi vida en absoluto. Diría que fue lo contrario.

Intento mantenerme positivo, pensar que, aunque ya no sea como él, logré recuperarme por mi cuenta hasta volver a subir mis calificaciones. No fue nada fácil, y el que mamá me recordara todo el tiempo lo decepcionada que estaba de mí no fue de ninguna ayuda. Aun así... es difícil no desanimarse cada vez que repite esa frase.

En momentos como este trato de concentrarme en otra cosa; lavo los platos, le presto atención al sonido de la televisión que viene desde la sala. Todo para que mi mente suelte las frases que quedaron flotando del típico sermón que siempre escucho. Lavo los cubiertos, los seco, los guardo. Sigo con los vasos. Pero no funciona. Igual que todos los días.

Qué forma de estropear una noche de estudio, estoy demasiado disperso como para sumergirme de nuevo en los libros que dejé abiertos en mi escritorio. Los cierro uno a uno, con la idea de jugar un poco con la consola antes de dormir. Una vez despejado mi escritorio abro el cajón donde suelo guardarla..., sin encontrar nada. Antes de sacar conclusiones de dónde podría estar, reviso el resto de cajones de la mesita de noche y de la cómoda, ya que en algún descuido pude dejarla ahí. No, no está por ningún lado. Tal como lo imaginé.

Dejo salir un suspiro que retuve desde que abrí el primer cajón. Sé que podría resignarme y leer uno de mis libros, pero me molesta que Tae Min la haya tomado sin decirme. Otra vez.

La puerta de su cuarto está abierta, así que me asomo sin molestarme en tocar. Diversos libros de diferentes asignaturas forman una desordenada pila sobre su escritorio, su bolso de la escuela cuelga abierto del respaldo de la silla. Sin embargo, Tae Min está sentado en su cama desecha claramente inmerso en el videojuego, tanto que no nota mi presencia.

—Oye, Tae Min —apoyo mi hombro en el marco de la puerta—, ¿cuántas veces tengo que decirte que no tomes mis cosas sin permiso?

Él resopla, su mirada sigue fija en la pequeña pantalla.

—Nunca me dejas usarla.

—Porque nunca me la pides —digo, me encojo de hombros—, solo vas y la tomas. Si al menos me dijeras que quieres usarla no tendría problema.

Mi hermano gruñe, se incorpora a regañadientes, toma impulso y me arroja la consola. La atrapo con torpeza y noto que contuve la respiración al verla dirigirse hacia el suelo. Suspiro de alivio. Parece que alguien está de mal humor hoy... Más de lo usual.

—Ahí tienes tu estúpida consola.

—No tienes por qué desquitarte conmigo, sólo digo que deberías respetar mis reglas —murmuro, la guardo en el bolsillo de mi suéter para mantenerla a salvo.

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