Capítulo Veintiocho.

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Domingo, 20 de enero del 2019

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Domingo, 20 de enero del 2019.

Soo Yeo vacía los cajones de la cómoda, saca varios trapos de colores, igual a un mago, para hacer espacio y así poder meter mi ropa. En verdad tiene una gran colección de bandanas. Me quedaré en una de las pequeñas habitaciones del piso de abajo. Tiene una guitarra colgada en la pared y cuadros de paisajes.

—Lamento que hayas tenido que irte de casa —suelta, intentando sostener todas las bandanas—, puedes quedarte aquí el tiempo que sea necesario.

—Muchas gracias por esto.

—No es nada, es una casa demasiado grande para mí sólo —dice, restándole importancia.

Se aleja con las bandanas en su mano, pero se detiene en el marco de la puerta.

—¿Estás nervioso por el viaje a Seúl?

—Sí —admito.

Soo Yeon voltea a verme y me da una sonrisa tranquilizadora.

—No te preocupes, todo saldrá bien, te lo garantizo —extiende su brazo y levanta el pulgar, por alguna razón se ve gracioso en esa pose.

Se va con su colección y me quedo solo en el cuarto. Aquí hay una cama individual, un armario vacío, la cómoda, la guitarra y el cuadro, que, viéndolo de cerca, tiene nenúfares. Esta será mi habitación por... un tiempo indefinido. Sé que a Soo Yeon no le molesta, pero necesito darme prisa en mi misión de mudarme a mi propio apartamento. Abro mi maleta y empiezo a sacar mis cosas, entre ellas el libro con la entrada. Todavía está ahí, como marcapáginas. Es raro pensar que, después de todo lo que pasó la noche del sábado, aun así, iré a la capital.

Suspiro, espero que Soo Yeon tenga razón.

Lunes, 21 de enero del 2019.

—¿Qué opinas? —pregunta Min Su, apoyada sobre el mostrador.

—No lo sé... No creo que quiera verme —contesto—. Latte de vainilla, ¿no?

—Sí, con canela, por favor.

De nuevo la cafetería está llena, incluso Soo Bin está aquí dibujando en su libreta. Sin dudas es genial ver a tantas personas, pero cansado atenderlas a todas. El lado bueno es que ella está aquí; su presencia hace que me relaje.

—Vamos, Tae Joon, ¿qué puedes perder con intentarlo? Los dos sabemos que tienes que hablar con él—se queja mientras paga su pedido

—Aquí tienes, con canela, como pediste.

—Gracias. —Sonríe—. Igual vendré por ti cuando termine tu turno —advierte, agarrando su vaso de café.

—Está bien —cedo—, iré.

Min Su sonríe victoriosa.

—¡Muy bien! Te prometo que después haremos algo que tú quieras hacer para compensarlo, ¿te parece?

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