Capítulo Veintinueve.

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Viernes, 25 de enero del 2019

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Viernes, 25 de enero del 2019.

Los cuatro días siguientes pasaron como sin nada hubiese cambiado en mi vida, a excepción de que ahora vivo con Soo Yeon. Trabajé, estudié e incluso empecé a practicar guitarra gracias a que él me deja usar la que está en mi habitación. Vivir con él es más agradable de lo que esperaba, incluso me enseñó algunos trucos para cocinar. El único inconveniente es que Soo Yeon es vegetariano, así que tengo que despedirme temporalmente de la carne.

Al salir del trabajo con Chan Yeol y Soo Bin, mi hermano llega acompañado de una chica a la que no reconozco al primer instante.

—Ella es Han Na Rin —explica, la chica me saluda con timidez—, le pedí que viniera conmigo. Te traje unas cosas—añade, extiende hacia mí una bolsa de tela—, están los zapatos que dejaste en la entrada y algo que te envía papá.

—Genial, ya extrañaba usarlos —celebro, busco en mi bolsa, que llevo colgada en el hombro, y saco la consola con su cargador—. Cuida esto mientras no estoy.

Tae Min me mira emocionado, decidí déjasela para que no se aburriera estando sólo en casa con nuestros papás. Hace un gesto para irse, pero lo detengo.

—¡Oye, te quiero! —exclamo en voz alta.

Tae Min se congela a medio camino, no puedo ver su expresión, ya que está de espaldas a mí. Seguro está sorprendido. Su amiga le hace una seña para que responda, él resopla. Me mira fingiendo fastidio.

—Yo también te quiero —murmura, me saca la lengua y se va junto a su amiga.

—Qué adorable —ríe Soo Bin—. ¿Por qué reaccionó así?

—Bueno, no es algo que esté acostumbrado a oír de mí. —Me encojo de hombros.

En la noche, después de practicar más con la guitarra, recuerdo la bolsa que Tae Min me llevó al trabajo, la cual olvidé revisar. Dejo la guitarra en la pared y la busco.

De ella saco mis preciados tenis negros y una extraña y pequeña caja, con una nota pegada que dice «No olvides que siempre debes estar preparado». Confundido, abro la caja. De inmediato entiendo a qué se refiere.

Lanzo un suspiro y, con mucha vergüenza, tomo el teléfono para llamar a Tae Min.

—¿Hola?

—Hola, ¿por qué papá me mandó esta caja?

Tae Min no puede evitar soltar una carcajada.

—Desearía haber visto tu reacción al abrirla —respira hondo para tratar de calmarse—, dijo algo como: «Aunque diga que no los usará, nunca está de más estar preparado» —imita casi a la perfección la voz de papá, sacándome a mí también una risa—. En fin, ¿mañana se van?

—Sí, iremos en tren temprano, como a las ocho de la mañana.

—Bueno, ya sabes hermano: No olvides la caja —suelta otra carcajada.

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