Capítulo Treinta y cuatro.

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Viernes, 1 de febrero del 2019

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Viernes, 1 de febrero del 2019.

Ah, al parecer sí me quedé dormido. Me volteo hacia el lado contrario y encuentro a Tae Min sentado junto a mí en la cama, jugando con su teléfono, el cual baja en cuanto nota que estoy despierto. Parece ser bastante tarde, la habitación está a oscuras. Me incorporo con cuidado.

—¿Cuándo se fue?

—Hace horas, cuando te quedaste profundamente dormido —indica, luego sonríe con picardía—. Me impresionas, no perdiste el tiempo.

—Cállate —río en silencio—. ¿Y los demás...?

—Todos se fueron hace horas —informa—, mamá y papá me dieron permiso para quedarme aquí contigo, pero tengo que volver mañana temprano.

Me cuenta las cosas que pasaron mientras dormía, como que Soo Bin, Na Rin y Sarah querían levantarle el ánimo a Yeon Gi, o que Sun Woo y su hermana tuvieron una fuerte discusión en el patio que todos oyeron. Al parecer quien más disfrutó la pelea fue Soo Bin, ya que estuvo riéndose al recordar cómo lo golpeé. Yeon Gi acompañó a Na Rin a su casa. Después de que todos se fueran, Soo Yeon y mi hermano recogieron todo, él se fue a su habitación en el piso de arriba.

—Fue divertido pasar mi cumpleaños contigo —asegura—, ya quiero ver qué haremos el próximo año.

—Oh, no, ya tuve suficiente drama por hoy, no quiero pensar en más.

Los dos nos reímos.

—Tae Min, iré contigo mañana a casa.

—¿En serio? ¿Por qué?

—Quiero ir con ustedes a casa de mi abuela en el año nuevo lunar, evidentemente.

—Cierto... ¿Qué harás cuando veas a mamá?

Suspiro.

—Todavía no lo sé.

Sábado, 2 de febrero del 2019.

Nos paramos frente a la entrada, cruzo los dedos para que no se alteren por los moretones que tengo en el rostro y en mi mano derecha.

Tae Min toca el timbre, segundos después papá abre la puerta, vestido con una camiseta con el logo de Nirvana y pantalones cortos. Al principio no me ve, porque me mantengo detrás de mi hermano.

—¡Tae Joon! ¿Qué te pasó? —pregunta asustado.

—Bueno... El ex de Min Su me golpeó —explico entrando a la casa.

Él cierra la puerta tras nosotros mientras nos quitamos los zapatos.

—Ah... ya veo, ¿y él cómo quedó? ¿Peor?

—No me fijé.

Papá le avisa en voz alta a mamá que llegamos, ella sale de la cocina distraída limpiándose las manos con un trapo. Al verme deja caer el pedazo de tela. Se queda callada, sin moverse. No sabría decir si es por la impresión de verme de nuevo o si es por los golpes. Me inclino más por lo primero.

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