Capítulo Treinta y ocho.

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Sábado, 9 de febrero del 2019

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Sábado, 9 de febrero del 2019.

Soo Yeon saca el libro con la portada azul de la bolsa de regalo, le da vuelta para leer lo que dice detrás.

—Es mi regalo por las fiestas —expreso, meto las manos en mis bolsillos—, y también por haberme dejado vivir aquí un tiempo.

Deja el libro de constelaciones sobre la mesa entre nosotros.

—No hacía falta, pero gracias —sonríe.

Pasa una mano por su cabello y lo revuelve, se nota todavía más el color original en las raíces, por alguna razón no lo ha vuelto a teñir.

—Disculpa por lo que pasó en la fiesta...

—Si te refieres a la pelea, no te disculpes por eso. —Sacude la cabeza—. Fue divertido verte golpear a Ji Won.

—Es cierto —reconoce Tae Min detrás de mí, riéndose.

Soo Yeon cuenta que pasó el año nuevo lunar igual que todos los años, los primeros dos días con su familia y el último con su novia Eun Ji en Daegu. Añade que fue agradable tener a alguien viviendo con él por un tiempo.

—Es una casa muy grande para una sola persona —explica—. Si algún día necesitas quedarte aquí de nuevo eres bienvenido. Mi casa es tu casa.

Antes de irnos, le pido un último favor.

—Quería saber si podrías prestarme la guitarra por un día.

—Por supuesto, no hay problema. —Asiente y sube un poco su bandana—. Solo te pediré que la cuides mucho.

Él va a la habitación a buscarla, mi hermano me observa confundido.

—¿Para qué la necesitas?

—Tengo una sorpresa preparada para Min Su.

Soo Yeon vuelve con la guitarra dentro de su funda, me la entrega. Con cuidado paso la correa sobre mi cabeza y hombro.

—Por cierto, cuida bien a Min Su.

—Lo haré —aseguro.

Tae Min y yo salimos de la gran casa, caminamos con lentitud por las calles en busca de la parada de autobús.

—¿Qué vas a hacer hoy? —pregunto.

—Saldré con Yeon Gi y Na Rin.

—¿Ah, sí? ¿Cómo está él?

—Está bien, al menos ya no parece sentirse tan mal por el tema de Ji Won, sólo nostálgico. —Pasa una mano por su cabello—. Na Rin está locamente enamorada de él —añade entre risas—, pero no parece ser mutuo.

—Es una lástima. —Niego con la cabeza—. ¿Qué hay de ti? ¿No hay nadie que te guste? Alguna chica... o un chico.

—¿Qué dices? ¿Crees que me gustan los chicos?

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