Capítulo Treinta y uno.

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Domingo, 27 de enero 2019

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Domingo, 27 de enero 2019.

No consigo quedarme quieto. Mi pie golpea el suelo del autobús una y otra vez. Peino mi cabello hacia atrás y vuelvo a ponerme la gorra. A mi lado, Min Su se ve serena por fuera, pero al mismo tiempo emocionada. Sostiene mi mano, lo que me ayuda a calmarme.

Nos bajamos del autobús, estamos frente al Parque Olímpico de Seúl, donde está el salón en el que se hará el concierto.

—¿Estás bien? —Min Su me observa con preocupación.

—Sólo estoy un poco nervioso... Pero seguiré adelante.

Adentro, el estadio está repleto de personas con lightsticks de la banda. Ni siquiera ha empezado el concierto y ya todos están gritando. El ruido es tan ensordecedor que doy un paso atrás, me siento aturdido. Cubro mi oreja con la mano libre. Esto es... Noto que Min Su me observa, sé que no está segura de que sea una buena idea que esté aquí, gracias a mi reacción. Respiro profundo y sigo caminando hacia adelante. Llegué muy lejos, no me echaré para atrás.

Hay muchas chicas a nuestro alrededor, todas usando mercancía de la banda y gritando los nombres de los integrantes. Mi respiración se acelera al estar casi atrapado entre tantas personas que no paran de moverse y chocar conmigo.

Es... es peor que en la fiesta en casa de Soo Yeon.

Respiro profundo. Todo va a estar bien. Todo saldrá bien. Puedo con esto.

Entonces aparecen los trece miembros de la banda en el escenario y los gritos crecen; comienzo a sentirme mareado, mis manos tiemblan y los latidos de mi corazón se aceleran. ¿Por qué me siento así? Son... Son solo personas. Demasiadas personas. Tantas que llenan el salón.

Yo solo quiero disfrutar del concierto, igual que los demás.

De pronto, Min Su suelta mi mano y en cambio me jala hacia ella, rodeando mi torso, y me abraza. Nuestras miradas se encuentran. No comprendo lo que pasa. Se acerca a mi oído.

—No sé si ayude, pero pareces calmarte cuando te abrazo —dice, me cuesta oírla por el bullicio y la música—, ¿funciona?

Todavía anonadado, asiento. Ella recuesta su cabeza en mi hombro y vuelve a mirar el concierto. Ojalá los latidos de mi corazón no la distraigan. Con cuidado pongo mis brazos alrededor de su espalda.

No funciona de inmediato, intento recordarme que me abraza para calmarme, aunque no ayude tanto a la sensación de falta de aire. Hago los ejercicios de respiración que aprendí por si me daba otro ataque de pánico. Inhalo. Retengo. Exhalo. Eventualmente consigo relajarme, al menos dentro de lo que cabe. La abrazo un poco más fuerte.

Es cierto, la banda ha estado cantando y bailando en el escenario. Y aquí estoy perdiéndomelo. Alzo la vista hacia el escenario y trato de disfrutar el concierto. Trato de concentrarme en sus voces, en sus movimientos.

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