Capítulo Veinte.

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Sábado, 12 de enero del 2019

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Sábado, 12 de enero del 2019.

Las cosas cambian muy rápido. Ayer, en el autobús de regreso a casa, estaba alegre por haber pasado el tiempo con Min Su. Minutos después, cuando llegué, mamá descubrió mi amistad con ella. Claro, ¿cómo no se iba a dar cuenta? Si todavía tenía en mi cara el maquillaje que me hizo.

Es definitivo, soy demasiado despistado para mi propio bien.

Pasé una hora entera escuchando un sermón sobre que bajo ninguna circunstancia puedo dejar que me ocurra lo mismo que a ella y a papá, y que no pase tiempo a solas con Min Su. No tiene que recordarme todo eso, en su momento papá me dio «la charla», lo que todavía me resulta incómodo de recordar.

Camino con lentitud por las calles de Haeundae, dirigiéndome hacia el parque en el que nos encontraremos Yeon Gi y yo. No le conté nada de lo que pasó en mi casa, pero entendió que necesitaba salir un momento y distraerme. Es algo frustrante no poder hablar de esto con otras personas aparte de Tae Min.

Echo un vistazo al otro lado de la calle, de pronto veo a Yeon Gi caminando detrás de un chico en dirección contraria al parque. Se ve enojado, ¿habrá pasado algo? Decido cruzar la calle por el paso peatonal con cautela, tratando de alcanzarlo.

Lo sigo desde lejos hasta que entra a una especie de callejón al lado de una tienda, igual que el otro chico. Hay algo que no encaja aquí. ¿Por qué vino hasta acá? ¿Quién es ese chico y por qué lo siguió al callejón? Todo esto me da un muy mal presentimiento. Por un lado sé que no debería invadir su privacidad, por el otro... Respiro profundo y doblo la esquina.

El muchacho le da un puñetazo en la cara a Yeon Gi, este retrocede y casi se cae, si no fuese porque llego a tiempo para ayudarlo. Lo sostengo y hago que se pare detrás de mí. Ambos se sorprenden, el desconocido tiene expresión de no saber qué hacer. Levanta los puños a la altura de su rostro.

—No dejaré que vuelvas a golpearlo —exclamo, completamente serio—, tendrás que pasar sobre mí.

Alzo los puños también y me pongo en posición, para que sepa que también sé pelear.

El muchacho baja los brazos y bufa.

—Déjame en paz —le dice a Yeon Gi—, si vuelves a buscarme te daré una paliza.

Sale del callejón dándome un empujón en el hombro al pasar, dobla la esquina y desaparece. Todo esto es tan... extraño. Su cara se me hace familiar, pero no sé dónde pude haberlo visto antes. Suspiro aliviado, me alegra que no haya querido pelear conmigo.

Hyung, no tenías que hacer eso —murmura Yeon Gi, cubre su rostro entre sus manos—, pero gracias.

—¿Quién es él? —pregunto, todavía inquieto.

—¿Puedes acompañarme a casa de Ji Won?

—Claro, vamos —Yeon Gi se agarra de mi brazo, el golpe lo dejó aturdido.

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