Capítulo 8

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Tres meses para la boda

Kala

Hefesto llegó a mi habitación temprano en la mañana, el sol siquiera había tomado su lugar completamente sobre el cielo y sin embargo, me alisté emocionada, pues hoy en la noche me reuniría con mi amado y eso ya era un motivo para buscar fuerzas y levantarme de cama. Sabía que debía ser más discreta frente a todos y fingir que aún estaba dolida por el hecho de que Ares me hubiese suplantado tan rápido. Estaba preocupada por lo que pudiera hacer Cantalha, sin embargo, Alala me informó que la había enviado por un tiempo con uno de sus hermanos, y que no regresaría hasta el día de la boda. Aquello me hizo respirar un poco de paz pues había una persona menos de quien preocuparse.

Cuando terminé de arreglarme, Alala llegó por mí a la habitación, salimos juntas encontrando a Hefesto quien al parecer, se dirigía hacia mi habitación. Cuando estábamos a punto de salir del templo, Ares apareció en nuestro camino luciendo totalmente maravilloso. Ni las ojeras que ahora ocupaban la parte inferior de sus ojos lo hacían lucir en mal estado. Y es que aquel ser era hermoso y juro que sería imposible hacerlo lucir mal. Sacando aquellos pensamientos pecaminosos de mi mente, me centré en actuar totalmente desinteresada y dolida, ignorando la mirada de Ares y manteniendo el silencio.

—¿Ya se van? ¡Pensé que nuestro padre los invitaría a mudarse! Que pena. —exclamó Ares sarcásticamente.

—Para tu buena suerte no, hoy nos iremos a nuestra nueva casa. No es bueno vivir mucho tiempo con los padres sabes, se necesita... mmm, un poco de independencia. Pero tú no sabes mucho de eso. —la tensión era totalmente palpable entre ambos. Y Alala y yo sabíamos que esto no terminaría bien si alguno de los dos seguía hablando.

—Tranquilo, te entiendo. Cuidado al bajar las escaleras, no te vayas a caer. Aunque 0 bien, ¡No sería la primera vez que caes de algún lado! OH, lo olvidaba, no caiste, te lanzaron. —un segundo, fue lo que se necesitó para que aquellos grandes hombres intentaran pelear entre sí, y estaba claro que Hefesto tenía las de perder frente a Ares.

—Hefesto, ¡ya! —dije intentando que se calmara, mientras Alala intentaba lo mismo con Ares.

Cuando los dos hombres se calmaron, me dispuse a sacar a Hefesto de la casa, volteé mi vista hacia Ares y no pude evitar sonreír al ver su mirada coqueta. Un ligero "esta noche" salió de sus labios antes de que abandonara la residencia por completo, trataba de ocultar mi sonrisa de Hefesto quien se encontraba refutando mientras caminábamos, pero me era imposible ocultar la emoción que me causaba la visita que tendría esta noche. Ahora entiendo por qué dicen que lo prohibido suele ser más divertido.

***

Estuve todo el corto camino pensando cómo le diría a Hefesto que quería la habitación con vista al jardín trasero, sin embargo; fue más fácil de lo que esperaba. Me hizo ver toda la casa y elegir la habitación que más me gustara. Tímidamente opté por aquella que Ares había sugerido, la cual además, era la que más alejada de la que Hefesto, según dijo, había elegido para él. Aunque lo pensó por unos segundos, al final terminó accediendo alegando que no quería que me volviera loca entre cuatro paredes y según él, aquel pequeño ventanal ayudaría un poco.

Aunque me hubiese gustado pasar toda la noche en la habitación esperando la llegada de Ares, fui más inteligente y decidí actuar como lo había estado haciendo hasta el momento. Cené junto a él, y esta vez, esperé hasta que este se fuera a dormir. Cuando me aseguré de que estaba bajo sus mejores sueños, volví a la habitación. Cerré la puerta asegurándome de ponerle algún tipo de seguro. Cuando giré, di un salto en mi lugar, Ares estaba aquí. Estaba sentado en la cama con una bella sonrisa adornando su rostro.

—¿No me vas a dar un beso? —dijo fingiendo tristeza.

Corrí hasta él y me senté a horcadas en su regazo, junté nuestros labios con fuerza, estudiando su boca, aquella boca que tanto extrañé. Nos separamos por falta de aire. Nuestras frentes unidas.

—Te extrañé. —le dije.

—Si me vas a recibir así cada vez que me vaya, me iré por un mes. —reí bajito ante su comentario—. ¿Qué has hecho hoy, mi amada? —preguntó mientras dejaba besos en mi cuello.

—Nada, absolutamente nada. ¿Y tú? —pregunté tratando de mantener la cordura bajo el efecto de sus labios en mi cuello.

—Mmm, consiguiendo un regalo para ti. Bueno, realmente son dos. —dijo Ares sonriente.

—¿Qué regalo?

—Cierra los ojos. —ordenó, hice lo que me pidió y sentí cómo algo frío era colocado en mi cuello, era un collar—. Abrelos. —ordenó nuevamente. Al abrirlos, me encontré con un collar idéntico al que Atenea me había obsequiado.

—Yo.. ¿c-cómo lo conseguiste? —no habían palabras. Sabía que tendría que esconderlo de Hefesto, pero al menos podría dormir.

—Digamos que tuve que dejar que Atenea me ganara una guerra para obtenerlo. Con este no puedes reunirte conmigo, pero al menos me aseguro de que puedas dormir, te necesito cuerda. -dijo suavemente.

—Y-yo, gracias, gracias, Ares. —dije mientras le besaba todo el rostro—. ¿Y el otro regalo? —pregunté inocentemente.

Su gesto cariñoso se convirtió en uno de malicia, como un cazador que va en búsqueda de su presa. Lentamente se acercó a mi oído y susurró:

—Voy a hacerte el amor, varias veces.

Y así, aquella noche unimos nuestros cuerpos de manera necesitada después de mucho tiempo. Nos acurrucamos hasta el amanecer, cuando mi amado tuvo que irse prometiendo que volvería pasada la mañana, luego de que Hefesto se fuera a trabajar.

Aquello no me molestaba, aunque fuera un momento, no me importaba si me amaba esa noche, yo solo quería que lo hiciera. Y haría lo posible por seguir manteniéndolo a mi lado.

Cuando Ares se marchó, dormí tan profundamente, sin el dios de la guerra rondando mis sueños, pero sí mi corazón. Y eso era suficiente.

ENTRIÓN II: El retorno de los dioses [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora