Ares
Llegando al templo uno de los guardias me recibió con la noticia de que mi padre quería verme, y que Kala se encontraba con él. No tenían que decirme a dónde ir porque claramente conocía dónde encontrarlo. Me sorprendió no encontrar ningún guardia fuera de las puertas del salón, pero fue a lo menos que le presté atención. Al entrar, mi padre estaba sentado tranquilamente, no había señal de Kala Por ningún lado. Era mentira. Estaba a punto de sacar mi espada, pero su voz me detuvo.
—Es mejor que no hagas eso si quieres que tu amada conserve la vida. Llegaste justo a tiempo—. ¿De qué hablaba?
—¿Dónde está? Y no me hagas tener que preguntarlo otra vez porq-
—Está lejos de Atenas, lejos de ti. En un lugar donde no podrás encontrarla. —dijo bastante feliz.
—¿Qué le vas a hacer maldito infeliz? ¡si le tocan una sola hebra los voy a cortar a todos! —en otra ocasión hubiese visto a mi padre asustarse, pero solo permanecía en su lugar, estático. Sabía que tenía en su poder algo con qué manejarme.
—¿Yo? Nada. La boda se realizará mañana. Al casarse Hefesto se irá de Atenas definitivamente junto a su entonces esposa. Posiblemente se vayan de Grecia y no vuelvas a verla nunca más. ¿Qué pasa Ares? ¿No estás feliz con los resultados de tus acciones? Te lo dije desde un primer momento, te dije que te alejaras de ella. Y no porque Kala sea una mala mujer, todo lo contrario. Era exactamente porque al ser tan buena, te hacía a ti serlo, y tú, eres el dios de la guerra, y el dios de la guerra, no siente amor, ni afecto, nada de eso. Te estaba haciendo débil, ¿Por una mujer? ¿Por una simple mujer?
—No hables así de ella. No te atrevas a poner su nombre en tu asquerosa boca. ¿Quién te crees tú para hablar de otros? Ni siquiera conoces a tu propia esposa. Kala, me dio lo que ustedes nunca me brindaron. ¿Quién carajos te dijo que por ser el dios de la guerra debía ser un ser despiadado? ¡fueron inventos tuyos! Es solo un maldito trabajo, y a diferencia de ti, soy capaz de separar mi vida laboral de la privada. Gracias a ti todos creen que soy una bestia, mi madre casi no me habla, mi hermana vive en una guerra innecesaria que TÚ creaste, ¿Y te atreves a hablar de mí? O peor, ¿de Kala? No respetas a tu mujer, no respetas a tus hijos, no respetas a tu pueblo. Y crees que por estar en el poder eres un ser superior. No eres ni siquiera la mitad de lo que un mortal podría ser. —cuando terminé de hablar, por primera vez en mi vida vi, una lágrima rodar su mejilla.
—Lo siento por no ser el padre que necesitabas. —dijo sin emoción.
—Y yo lamento no haberte matado antes. —estaba a punto de sacar mi espada, pero un golpe en mi cabeza me tiró al suelo. En menos de un minuto, perdí el sentido.
***
Mojo, humedad, ratas. ¿Dónde estaba? Abrí mis ojos lentamente para acostumbrarme a la luz, que nunca encontré. Mi cabeza palpitaba y poco a poco empezaba a recordar lo sucedido. Kala. Intenté moverme rápidamente pero solo terminé lastimando mis muñecas, cadenas sujetándolas. ¿Dónde mierda me habían metido?. Mirando lo poco que se dejaba ver a mi alrededor, lo comprobé. Estaba en el calabozo, maldito bastardo de mi padre. Pensé en romper las cadenas y escapar, pero el problema era que estaban creadas para sostener tanto a mortales como a dioses. Carajo. La puerta del calabozo fue abierta revelando a uno de los guardias de mi padre.
Sonreía sarcásticamente mientras me miraba con superioridad. Cuando saliera de aquí sería al primero que asesinaría.
—¿Lo tratan bien, mi dios? —sí, sería el primero.
—Vete al carajo.
—Bueno bueno. Solo vine a decirle que solo ha pasado una hora desde que llegó aquí. Su "amada" aún no se casa. Pero seré muy bueno con usted y le traeré la noticia cuando lo haga. —se dio la vuelta para salir. Caminando tranquilamente.
Agité las cadenas con fuerza haciéndole saltar. Maldito cobarde.
—Voy a separar tu cabeza de tu inservible cuerpo con mis propias manos. Recuerdalo.
Y dicho esto, se largó. Cuando estuve solo, pude visualizar mi espada en una de las esquinas de la jaula. Intenté llegar a ella pero me fue imposible. Tenía que buscar la forma de salir de aquí, no podía permitir que llegara el día siguiente. La pregunta era, ¿cómo escaparía?
***
La noche llegó, y yo seguía encadenado. Me sangraba las muñecas de todo lo que había tirado de aquellas cadenas. Estaba tan agotado, que en contra de mi voluntad, caí profundamente dormido.
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ENTRIÓN II: El retorno de los dioses [✔]
FantasíaCuando los Dioses del Olimpo se hacen notar y Afrodita se hace presente entre ellos, las necesidades de los mortales por ver caer el Olimpo se hacen incesantes. El Dios de la Guerra no está dispuesto a dejar aquel amor que lo obliga a quemar ciudade...